martes, 16 de junio de 2015

LORCA Y LA MÚSICA

Federico García Lorca es conocido en todo el mundo como uno de los grandes poetas y dramaturgos de nuestro País. Sin embargo, muy pocos de sus lectores y admiradores, saben que Lorca fue un músico excepcional, dotado de un enorme talento. Fue un excelente pianista, reconocido así por todos los entendidos en esta disciplina artística, como su gran amigo el compositor Manuel de Falla, con quien compartió su pasión por este arte que tanto los unió, y por el que llevaron a cabo un ingente y valioso trabajo que repercutió poderosamente en ese mundo.
Estudió música hasta los dieciocho años, y según palabras suyas de aquella época, en la que ya empezaba a brillar por la poesía, él, ante todo, se consideraba músico. Sin duda hubiera seguido ese camino, que en cualquier caso nunca abandonó, si no hubiera muerto su admirado y muy querido profesor que le impartía las clases. También se afirma en este sentido, que si hubiera conocido antes a Falla, seguramente se hubiera decantado por la música, para la que poseía unas dotes innatas, como para cualquier arte. Tales eran sus capacidades naturales, adornadas por una extrema y exquisita sensibilidad.
Ya desde pequeño, en su casa, la música todo lo envolvía. Sus cuidadoras y las criadas, cantaban nanas y canciones populares que él escuchaba con auténtica fruición – según contaban sus hermanos Isabel, Concha y Francisco -, que de inmediato cantaba, y que jamás olvidó, tal era su formidable y portentosa memoria que le acompañó toda su vida, hasta el punto de que él mismo decía que nadie en el mundo sabía más canciones que él, acostumbrado como estaba a buscar, recoger y guardar en su prodigiosa mente cuantas melodías escuchaba.
Sus padres, y sobre todo su madre, les inculcaron el amor por la cultura. Se preocuparon siempre por procurarles una educación integral, y sobre todo con Federico, que ya despuntaba desde muy pequeño, por su afición a la música y por una sensibilidad artística y una inmensa capacidad para elaborar preguntas y respuestas rápidas e incisivas, así como por una inteligencia natural que no pasaba desapercibida para nadie, todo ello en un ambiente familiar que favorecía su desarrollo intelectual y artístico.
Con la Barraca, el teatro ambulante que él dirigió por toda España, llevó a cabo la representación de obras de los clásicos españoles del siglo de oro. Siempre introdujo canciones populares, y algunas suyas en dichas obras. Lo hacía de una sabia forma, en el momento justo, hasta el extremo de que la gente era capaz de captar la perfecta armonía entre el texto y la melodía, algo que él manejaba de una forma genial.
De tal forma llevaba a cabo la interacción entre música y texto, que en sus celebradas obras de teatro, cuidaba hasta la alternancia entre las voces masculinas y femeninas para lograr una perfecta conjunción armónica, ya que él estaba convencido de que, letra y melodía, van necesaria e indisolublemente unidas en un drama, algo que llevó siempre a cabo y que los espectadores captaban por puro instinto. Con la Argentinita grabó cinco discos con canciones populares, acompañada por Federico al piano. No tenemos sin embargo ningún registro con su voz.
Su poesía es pura musicalidad. Ritmo y cadencia envueltos en unos aires melódicos plenamente conseguidos que logran una conjunción perfecta. Federico, además del piano, tocaba la guitarra. Con frecuencia iba a las cuevas del Sacromonte y al barrio del Albaicín, donde le acompaña con frecuencia Falla, y allí, con los gitanos, tocaba y aprendía con virtuosos de este hermoso instrumento musical. Recogió canciones y letras en un formidable esfuerzo de investigación, ayudado por Falla, que le llevó a recopilar ingentes cantidades, la mayoría de las cuales memorizó, y que después él cantaba en las reuniones con amigos, así como recitaba poemas, cantaba canciones o leía sus obras de teatro.
Amaba el Cante Jondo, profundo, que surgía de lo más profundo del sentimiento humano, y que él consideró como una de las raíces de la música. Seguiriyas, soleás, martinetes y cañas lo componían. Diferenciaba claramente el Flamenco – sevillanas, peteneras, malagueñas -, del Cante Jondo, ya que consideraba que aquél, era una deformación o desvirtuación de éste.
Su poesía, ha quedado para siempre, no sólo en los libros de poemas, sino en la música de casi todos los cantautores que se precien de serlo. Es el Federico universal, tocado por el duende del que tanto habló. Algo que se tiene o no se tiene, que no se puede adquirir. Algo que él poseía y que envolvía toda su poesía, su música y su teatro.

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