No es País para aburrirse. Más
bien lo es para vivir en un continuo y pertinaz sobresalto, que día sí, día
también, nos sorprende con nuevas, que aunque no necesariamente son capaces de
provocarnos una amplia y decidida carcajada, sí nos mueven a unos inevitables,
a la par que saludables, alborozo, gozo y regocijo, que siempre son de
agradecer.
Porque a veces, se trata
simplemente de una sutil sonrisa, un esbozo de una incipiente risa, de esas,
que no dejan indiferente a nadie, que obliga a dibujar una ligera y sincera
mueca en la cara, a fuerza de plegar los labios, abriendo su comisura, a la par
que un fugaz y chispeante brillo en los ojos, la denota de una clara e
innegable manera.
La última e hilarante idea: se
prepara un módulo de Formación Profesional en Tauromaquia.
Sí, han leído bien, por lo que
pueden exhibir una abierta y bien justificada sonrisa, ante lo que supone un
motivo más, para pensar que el folclore más suburbial, ha entrado de lleno en
el lamentable estado en el que la cultura se halla sumida en este irrepetible y
singular País.
Ya hace poco tiempo, el ayuntamiento de Madrid,
redujo una increíble subvención, de la que gozaba una escuela de tauromaquia de
la Capital, muy superior a otras que amparan a tantas actividades
auténticamente culturales, muchas de las cuales se han cancelado por falta de
fondos.
Doble motivo para desplegar una
inevitable y amplia carcajada, ante semejante desperdicio cultural como destila
tanta desbocada y cochambrosa mente, dedicada a provocarnos una sonora sonrisa,
que preferiríamos obviar en todo a cuanto a estos menesteres se refiere.
Y es que no nos dan respiro
alguno, pues son tantos y tan frecuentes los desmanes habidos y por haber en
este terreno, que es de justicia
reconocer que tienen una hedionda y desviada capacidad para echar por tierra
todo aquello que huela a ese bien patrimonio de la humanidad por excelencia,
que es la cultura.
Y puestos a ello, cómo olvidar aquellos
espantosos ridículos, que tanto movieron a la algazara más estridente, vividos
con algunos representantes elegidos para el inefable festival de Eurovisión,
que difundieron por el Continente la imagen de la España de charanga y
pandereta.
Algo que hubiera avergonzado
hasta la saciedad a nuestro insigne poeta, Antonio Machado, autor de tan
recurrida expresión, que anduvo por estos pagos patrios, recogiendo en sus
celebrados y en ocasiones dolidos versos, la aversión y el desprecio por la
cultura que siempre parece haber sido seña de identidad de nuestro País.
No es País éste que se desviva
por la cultura. No lo es, en tanto que, en cuanto tiene ocasión, como tantas
veces ha quedado demostrado, se ha decantado por una subcultura vulgar,
populachera y suburbial, que tanto daño nos hace, envolviéndonos en un halo de País
que parece no haber entrado aún en la modernidad.
Queda patente este hecho por
multitud de signos y manifestaciones tan variadas como tumultuosas, algunas de
las cuales han sido aquí citadas, pero que sólo representan una nimiedad entre
las muchas a citar, y que inequívocamente nos convierten en un País con
demasiadas peculiaridades, que ni son signos de identidad patria, ni mucho
menos son de recibo en una sociedad avanzada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario