jueves, 21 de abril de 2016

LA COBARDÍA EN POLÍTICA

Se agotan ya los adjetivos con los que se ha calificado hasta ahora el presente proceso político que, si alguien no lo remedia, culminará con la convocatoria de nuevas elecciones, lo cual no es sino la expresión de la incapacidad humana para el entendimiento en nuestro País, tan acostumbrado a intentar auto destruirse, tal como dijo en su momento el llamado Canciller de Hierro, Otto Bismark, y que nos convertía, según él, en el país más fuerte del mundo, pues llevamos siglos intentándolo, sin haberlo conseguido.
No es mérito alguno, sino más bien todo lo contrario, un peligroso juego, inaceptable y sumamente delicado, que deberíamos rechazar con todas las energías posibles. Pero no anda muy lejos el susodicho personaje cuando nos considera capaces de terminar con esta España tan acostumbrada a verse maltratada de obra y palabra, no solamente por nosotros, sino por el resto del mundo civilizado.
No suena en mis oídos a alabanza alguna el susodicho comentario, ni deseo alguno albergo de que un aciago día pueda convertirse en realidad, pese a que nuestros denostados políticos parecen empeñados en ello, en llevar a término tan perniciosa y negativa hazaña, en el día a día insoportable que nos suelen regalar desde el comienzo de los tiempos.
Algo que en el presente han logrado superar con creces, alcanzando la cima más alta posible, dando lugar a una situación que promete arrancar nuevos epítetos cada día menos poéticos y más agresivos y lacerantes por parte de unos medios de comunicación a los que les faltan ya páginas y horas para dar cuenta de un escenario que no da respiro alguno.
Cada día un nuevo acontecimiento nos despierta, que los profesionales de los medios tratan de interpretar de inmediato como un giro de noventa grados unas veces, de ciento ochenta en otras, que suelen quedarse en maniobras de trescientos sesenta grados las más, es decir, de volver al mismo punto de partida, de donde no debieron salir nunca, visto ahora desde una perspectiva que nos permite visualizar la historia de un despropósito monumental de proporcionas cuasi bíblicas.
Tertulias, coloquios, debates, discusiones, mesas redondas, alocuciones, charlas y entrevistas están proliferando por doquier, siempre con el mismo tema, con los mismos argumentos y cómo no, con las mismas conclusiones, cada uno enrocado en su rico mundo interior. Día tras día, así llevamos todo un precioso tiempo perdido, que pese a todo y a todos, no tiene explicación razonable alguna.
Un mundo de opiniones que visualizamos, leemos, oímos, y que se convierten a su vez, en auténticas peleas dialécticas entre amigos, vecinos, compañeros de trabajo, que están convirtiendo a este País en un descomunal plató, dónde se escenifica un gigantesco y plural debate que no lleva a ninguna parte, con tantas y tan diversas opiniones como grupos y subgrupos surgieron de unas elecciones que seguramente habrá que repetir, para  regresar a la misma desdichada representación teatral que hoy contemplamos.
Pero hay un adjetivo que aún no he escuchado acerca de esta absurda y aburrida comedia, dónde los diálogos de sordos y los egoísmos personales y de partido, han prevalecido muy por encima de la lógica, la sensatez y la razón que se les exige a los que han recibido el mandato ciudadano.
Dicho adjetivo se infiere y declina en todas sus formas, aplicándolo a una manifiesta, pertinaz y perversa cobardía mostrada por nuestros representantes políticos, incapaces de mostrar la valentía necesaria para llegar a los necesarios y urgentes acuerdos, olvidando sus rencillas, sus inconfesables y a veces oscuros intereses, que están llegando al terreno de la ofensa personal, y a la actitud manifiesta de una enemistad que los desacredita definitivamente a los ojos de la ciudadanía.
Para ello se exige un punto de coraje, arrojo y audacia, que son capacidades manifiestamente ausentes en los actuales responsables, y que deberían determinar quienes pueden y deben representarnos y quienes habrían de dejar paso libre a aquellos que valiente y responsablemente tengan el valor de llegar a acuerdos que hagan gobernable este País.

No hay comentarios: