Esta estrategia comercial,
también denominada obsolescencia planificada, tiene sus orígenes en el año
1932, cuando un empresario, quiso acabar con la llamada gran depresión,
lucrándose con la utilización de esta técnica malvada, que consiste en una
sistemática programación llevada a cabo en la etapa de producción.
Durante esta fase, los
productos objeto de obsolescencia, se diseñan de tal modo, que se calcula su
vida útil, en función de los intereses de la empresa, para que en lafase de
producción, se lleven a cabo los procesos necesarios en el empleo de los
materiales, tanto en su calidad, como en su cantidad y montaje, para que el
resultado final sea el esperado.
Que no es otro que el de la
reducción de la vida útil del producto obtenido,siempre con vistas a su
reposición temprana, generalmente muy acortada con respecto a una duración, que
por las características del bien de consumo adquirido, podían y debían ser más
alargadas y duraderas en el tiempo.
Sin duda el gran beneficiado de
esta táctica, es el productor, la empresa fabricante, que ve complacido como
sus productos son repuestos con mayor frecuencia por un consumidor que no sale
de su asombro ante la corta existencia de su bien de consumo, que ha de reponer
necesariamente por completo, entero, nuevo, sin posibilidad alguna, o muy
escasa y rara, de arreglarlo, reponiendo el componente, a veces insignificante,
mínimo y hasta poco costoso a la horas de su reparación.
Nadie se molestaba en reparar
nada. Unos porque pensaban que no merecía la pena - preferían otro nuevo, y
además pensaban que arreglarlo saldría más caro - y otros porque ni el mercado
lo demandaba, ni en todo caso su rentabilidad merecía la pena tal empresa.
Hasta que llegó la crisis, y
las penurias económicas, obligaron por pura y urgente necesidad, a no tirar lo estropeado
a la primera de cambio, sino a tratar de solucionar el problema, bien mediante
la clásica chapuza casera, o bien buscando a quien pudiera, supiera y quisiera
desarrollar una labor cuasi artesanal, que conservase la habilidad y el temple
necesarios para solventar el caso, desarmando, reparando y/o cambiando los
elementos y componentes deteriorados, para volverlo a montar, prolongando así
su vida útil, que la dichosa obsolescencia programada, había obligado a reducir
sin más lógica y razón que la desaforada ambición del fabricante.
Aplicada a la política y a los
políticos, la obsolescencia está servida desde el principio de los tiempos, por
muy inmemoriales que estos puedan llegar a ser, así alcancen a la época de los
neandertales, con los que los políticos actuales guardan considerables
semejanzas que se empeñan en ocultar ante una ciudadanía a la que no consideran
más que para lograr alcanzar sus inconfesables metas.
Obsoletos, Anacrónicos,
inamovibles dinosaurios, profundamente instalados en las cavernícolas posiciones
de donde salieron hace milenios, permanecen inalterados e inalterables, como si
nada hubiera cambiado a su alrededor, amarrados como están a su desgastada y
sufrida poltrona.
A estos auténticos usurpadores
de la obsolescencia, había que aplicarles esta medida desde el mismo momento en
que tomasen posesión de su cargo, programando y planificando cuidadosamente su
final de ciclo, sin posibilidad alguna de arreglo o reposición de sus
componentes defectuosos, con objeto de apartarlos de la vida pública, salvo unidades muy
especiales, que hayan sido reclamados por aclamación, sobre la base de un
eficaz y demostrado servicio en pro de la Comunidad a la que sirven. No serían
muchos que acogerse pudieran a este bien tan escaso, pero hemos de reconocer,
que haberlos haylos. Bienvenidos serían a ese privilegiado y reducido club de
la no obsolescencia, política en este caso.
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