domingo, 30 de julio de 2017

LA IZQUIERDA DIVIDIDA

El fragmentado arco político español, condiciona poderosamente la imposibilidad de formación de unas mayorías estables que puedan dar un respiro a una confrontación constante y permanente que no deja lugar a una nueva etapa de entendimiento y alianzas necesarias para una buena y eficaz gobernanza.
Se da esta situación, tanto en la izquierda como en la derecha, pese a que es esta última la que está instalada en un gobierno que no obstante se ve obligado a pactar puntualmente para llegar a acuerdos que le permitan aprobar leyes y actuaciones de diverso orden, que necesitan de una mayoría.
Algo que aunque en precario, logra alcanzar de vez en cuando, pero que no le es posible trasladarlo a una  general y tranquilizadora disposición, ya que no siempre consigue sus propósitos a la hora de encontrar unos compañeros de viaje que se presten a semejantes bondades.
Y es que estos no abundan por los lares de un Congreso tan variopinto como el de nuestro País, dónde la segmentación es de tal calibre, que pensar en mayorías absolutas, es algo que pertenece a los tiempos de un pasado próximo, pero que seguramente jamás vuelva a repetirse, si tenemos en cuenta los frágiles lazos que más que aproximar, separan a los distintos grupos, empeñados como están en acorazarse tras unos programas que contienen demasiados puntos que los convierten en compartimentos estancos.
Tradicionalmente, siempre ha sido la derecha la que ha aplicado con férrea disposición aquello de que el que se mueve no sale en la foto, en alusión a una severa disciplina de partido que ha de respetarse por encima de todo, a la vez que se estimula una acción unitaria a la hora de la toma de decisiones, del respeto a las normas internas, y sobre todo, de votar al unísono cuando de ello se trata.
En la izquierda, sin embargo, ésta decidida y firme disposición de la derecha, nunca ha tenido demasiado éxito, permitiéndose una alegre, diversa y flexible división de ideas, posturas y pareceres, con la que han alardeado de una irreprochable democracia interna.
Esto, no obstante, les ha creado problemas con demasiada frecuencia, hasta el punto de que les ha llevado a un peligroso y traumático conflicto interno, que a punto ha estado de provocar una escisión en un partido centenario, absolutamente necesario para nuestra joven e inexperta aún democracia.
De esta forma, la izquierda más radical, representada por Podemos, aprovechó estos desastres del Psoe para apropiarse de una importante franja de sus votantes, que hasta un millón, pasaron a votarles, y que parece que a día de hoy, podrían volver a sus orígenes retornando a un partido ávido de votos perdidos por el camino.
Todo parece indicar que el giro que ha llevado a cabo Pedro Sánchez, podría lograr recuperar esa sangría de votos que le pusieron en un trance de pasar a ser un partido marginal, algo inimaginable para un histórico Partido Socialista, excesivamente escorado a la derecha, y que ahora ve cómo su nueva y flamante directiva levanta el puño en alto y canta La Internacional
En cualquier caso, la unión de acción de la izquierda se contempla en estos momentos como algo harto impensable y sumamente complicado de llevarse a efecto. Esto supondría un duro golpe para sus votantes, que contemplan cómo sus dirigentes, aquejados de una profunda desconfianza, se alejan de un deseado acuerdo.

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