No
podemos, de ninguna manera, reconsiderar nuestra capacidad crítica, libre y
objetivamente expresada, ante la desafiante campaña desatada por este prepotente
gobierno contra los medios de comunicación, a la par que contra los ciudadanos,
en una clara y rechazable ofensiva contra los que hipócritamente denomina “pseudomedios” y contra todo lo que no
se mueva y manifieste a su favor, en una palmaria demostración de un autoritarismo
rampante, que nos produce un absoluto y radical rechazo ante una actitud impropia
y condenable en una democracia, y que debería obligarnos a mantenernos vigilantes
ante semejante desafío.
No
se recuerda nada semejante en la historia democrática de este país, no se
encuentran hechos que puedan compararse con el comportamiento de este gobierno,
siempre a la defensiva, como si se sintiese acorralado en el férreo castillo
que ha diseñado para gobernar sin control ni ataduras que le puedan limitar,
como viene demostrando con su desafiante falta de respeto hacia unos poderes
del Estado cuya separación no parece reconocer, y que le conduce a continuos
enfrentamientos con el poder judicial, sus instituciones y sus representantes,
a los que suele ningunear, que han motivado varios toques de atención de la
Unión Europea ante diversas denuncias presentadas a tal efecto, de las que no
parecen haberse hecho eco alguno.
La
determinación de este ejecutivo a seguir adelante a toda costa, y que ha
quedado patente a través de las numerosas cesiones y concesiones llevadas a
cabo hacia quienes los mantienen en la legislatura, es de tal calibre, que
están dispuestos a mantenerse en el poder al precio que sea necesario. No
importa si se comprometieron a no saltarse determinadas líneas rojas, como ya han
demostrado, lo harán siempre que ello suponga continuar, ya que de hecho, no
contemplan ningún límite de ningún tipo, tal es su concepto de la dignidad, con
la inapreciable ayuda de una ausencia total de seriedad, honorabilidad y
respeto.
Si a
todo lo expuesto se añade la figura del presidente del gobierno, dotado de una
soberbia de considerables dimensiones, así como de una carencia total de
escrúpulos, capaz de no inmutarse lo más mínimo ante una hemeroteca que le deja
continuamente en evidencia, que le desmiente, y le deja en un ridículo
espantoso cada vez que se enfrenta a sus mentiras – cambios de opinión, según
manifiesta - el resultado global es demoledor: un ejecutivo decidido a
continuar pese a todo y a pesar de todos.
Pero
para lograrlo, necesitan blindarse como grupo, mostrarse y actuar como una piña,
sin fisuras ni altibajos, ni dudas que los puedan debilitar, y, sobre todo, blindar
al efe del ejecutivo, hacia el que sienten auténtica veneración, ya que saben
que sin él, no son nada, por lo que las manifestaciones y actos de sumisión, se
producen con frecuencia, como las desmedidas muestras de lealtad que llevaron a
cabo con motivo del hilarante y ridículo retiro conventual.
Dicho
blindaje, del que habitualmente dispone y diseñado en exclusiva para él, lo
están reforzando ahora que parece mostrar algunos fallos de diseño, ya que ha
permitido que se sienta acosado por problemas que implican a personas de su
entorno próximo, que de alguna forma acabarán por afectarle a él, algo que rechaza
y teme, y ante lo que su respuesta ha sido la de defenderse a capa y espada, con
lo que denomina calidades y regeneraciones democráticas, que no son más que
medidas preventivas para frenar a los medios de comunicación, en un preocupante
gesto de desprecio hacia la libertad de expresión. Empeño, como claramente se
seduce, de una incalificable práctica antidemocrática hacia la que desearía que
nos acostumbrásemos, pero que de ninguna
manera vamos a permitir.