domingo, 9 de marzo de 2025

La dignidad perdida.

 Definitivamente, a estas alturas, a nadie puede quedarle ya duda alguna, que el presidente del gobierno está decidido  a continuar en el cargo al precio que le imponga el titiritero jefe, fugado de la justicia de nuestro país, al que se le permite regresar  cuando chulescamente se le antoja desde allende la frontera, sin que tema por una detención que sabe no va a tener lugar, porque tiene patente de corso concedida expresamente para él, para que no se enoje, no se enfade, y ponga con ello en peligro la estabilidad de un gobierno que hace aguas por todas partes, pero cuyo jefe del ejecutivo ha decidido  mantener  a toda costa, permitiendo, cediendo y consintiendo lo indecible, lo inexplicable, lo vergonzante y profundamente indigno que el titiritero fugado de Waterloo le ordene en cada momento, bien desde sus cómodos aposentos, o bien en ellos,  a los que con frecuencia le obliga a acudir y adónde sumisa y obedientemente envía a sus fieles para rendirle pleitesía, y  de paso, escuche las nuevas exigencias y las últimas órdenes que haya dispuesto para su lacayo.

Y así, se le ha ocurrido que podría disponer del control de la inmigración y las fronteras – una competencia de Estado como ha afirmado - capricho que sabe va a conseguir con sólo sugerirle que es imprescindible para seguir manteniéndolo calentito en su encantador palacete de la Moncloa al que tanto aprecio ha tomado, y dónde piensa continuar hasta su jubilación, siempre con el permiso y el placet de quién maneja los hilos de su destino político, de quién depende y a quién no osa ni defraudar ni desobedecer en ningún momento, con el objeto de continuar una larga tradición que ya viene de lejos, y que al margen del país que representa, él administra siguiendo su proverbial y desmedida ambición personal, fruto de una exacerbada soberbia y una insólita y desmesurada falta de escrúpulos. 

Inquieta la alarmante y al mismo tiempo aparente tranquilidad de la ciudadanía de este país, que parece no ser consciente de una situación creada en éstos últimos tiempos, en el que la crispación a flor de piel y la polarización in crescendo permanente y visible en la calle y en los medios de comunicación, están sometiendo a esta sociedad a una dura prueba en la que cada vez toma menos partido, dejando las manos libres a una clase dominante, léase gobierno, que está colonizando las instituciones y los poderes del estado, sometiéndolos a su interés y capricho personal y de partido, ejerciendo un férreo control sobre la estructura estatal, manteniendo un rígido control perfecta y estrictamente sistematizado desde Moncloa, centro neurálgico desde dónde se originan, planean y dirigen las acciones a llevar a cabo con el objeto de que nada ni nadie pueda obstaculizar la decidida y taxativa intención de continuar al mando por tiempo indefinido, y caiga quien caiga, en su frenético y ambicioso plan de retener el ejecutivo al precio que sea necesario.

No es una cuestión baladí, es un hecho constatable cómo este gobierno se aferra a su poltrona con una desmedida voluntad que más que  pretender con ello ejercer la representación de los ciudadanos a través de su acción de gobierno, prima en ellos el hecho de permanecer en su puesto a nivel personal, tal es la energía, la agresividad y la estrategia seguida, impropia de unos representantes elegidos por los ciudadanos de un país, que no contemplan, ni de lejos, la posibilidad de tener que abandonar un día su privilegiada posición.

Causa asombro, a la par que sonrojo, escuchar al presidente pronunciarse en contra de la oposición en unos términos ofensivos de una belicosidad sorprendente, no exenta de una ordinaria y rechazable vulgaridad, impropias de su cargo, y sobre todo fuera de lugar políticamente hablando, ya que se limita a expresiones despectivas e insultantes que no pretenden más que desacreditar al opositor y al partido que representa, en una inútil y desesperada intención que le descalifica personalmente, como político, y como orador que necesita recurrir a semejantes artimañas.

Alarma poderosamente el hecho de que el jefe del ejecutivo, y de paso el gobierno, han perdido los papeles de tal forma y manera, que parecen haberse olvidado que son los más altos representantes de un País democrático, cuyos ciudadanos los eligen libre y voluntariamente en las urnas, decisión que les corresponde a ellos en exclusiva exigiéndolos en el cargo, eficacia, responsabilidad, y algo fundamental, como es la honestidad, y permanecer al frente mientras sea absolutamente necesario para los intereses de los ciudadanos, y no para los propios como es el caso.

 Un gobierno que ha perdido por completo la dignidad, un ejecutivo en estado de desguace, recurriendo a artimañas de todo tipo, y creando con ello un estado de inestabilidad del que no parecen ser conscientes, pues tal es el estado de obsesiva desesperación por continuar a toda costa, pero de la que los ciudadanos, afortunadamente cada día van percibiendo más claramente, algo que es siempre deseable en una democracia que se precie de serlo, con el objeto de que el ejecutivo se entere clara y taxativamente que el poder no les pertenece, que es una delegación temporal que no admite apropiaciones indebidas, ni turbios manejos que no son fruto sino de la desmedida ambición que caracteriza  a este gobierno.


domingo, 2 de marzo de 2025

La falsa superioridad moral

 Definir algo tan abstracto como es el término moral, no es ni fácil, ni asequible para cualquiera sin recurrir a un medio de apoyo como puede ser un diccionario, una enciclopedia un texto especializado, un ensayo sobre el tema, o, más rápido y versátil en estos tiempos, el compendio de todo el saber, que lo es posiblemente, ese prodigio del conocimiento que conocemos por Internet, que lo define como “disciplina filosófica que estudia el comportamiento humano en cuanto al bien y el mal”, o aquella que se sustancia como “conjunto de costumbres y normas que se consideran buenas para dirigir o juzgar el comportamiento de las personas en una comunidad”.

Definiciones que, como todas, no son sino una declaración de intenciones elaboradas por determinadas personas, que a su vez se basan en otras, que previa la correspondiente consulta, elaboran el texto que consideran definitivo, y que no siempre satisface a todos, sobre todo, como en este caso, se trata de un término tan conceptual, tan inmaterial, tan inconcreto, susceptible de un cierto tratamiento subjetivo, que no favorece en absoluto su clara y absoluta percepción, sin posible lugar a duda alguna.

Leo un ensayo, que considero atrevido en extremo, excesivamente personal y radicalmente concebido, que asegura que “los de izquierdas son moralmente superiores a liberales, conservadores y democratacristianos porque sus ideas son la expresión más pura de la mejor forma de vida en sociedad, aquella donde no hay explotación ni dominación y los hombres y las mujeres son, como diría Rosa Luxemburgo, completamente iguales, humanamente diferentes, totalmente libres”.

Esto no deja indiferente a nadie, pues afirma categóricamente algo que no resiste un análisis profundo, no solamente sobre la acepción conceptual de la izquierda, sino sobre la ausencia de una objetividad desapasionada, que brilla por su ausencia en este texto, que no duda en calificar como “superior” la ideología de izquierdas, cuando semejante afirmación, deja serias dudas sobre la imparcialidad de semejante aserto, así como de su “moralidad”, que denota una soberbia personal, y una ausencia de sensibilidad, que desacredita a quién generaliza de semejante y altiva forma.

Nadie puede arrogarse la facultad de estar en posesión de la verdad, como meridianamente queda claro el intento mostrado en las rotundas afirmaciones que en dicho texto se vierten. Nadie está capacitado para apropiarse de una verdad que considera suya, única y excluyente, pues ello supone una concepción autoritaria y tiránica de una posición que por sí misma se desacredita por motivos obvios, porque no hay verdad suprema alguna, porque todo es relativo, y sobre todo, porque somos humanos, seres falibles y susceptibles de errar una y otra vez, por lo que arrogarse semejante, categórica y rotunda afirmación, debería ponernos en guardia, a la defensiva, porque nadie, en su sano y razonable juicio, está en situación de asegurar que la verdad es la suya, la única e incuestionable, que no admite discusión alguna.

Por supuesto, el razonamiento exhibido sería el mismo en caso de invertirse los términos, es decir, afirmar la superioridad moral de la derecha - barbaridades sin cuento han cometido unos y otros a lo largo de la historia - ni de ningún otro caso similar, salvo de declarar la bondad humana como cualidad superior, de la que necesariamente dimanan otras íntimamente relacionadas con ella, y que nadie le negaría su alto valor humano, tan alejado de la soberbia y la tiránica arrogancia de quienes se creen infalibles, en posesión de la única y absoluta verdad, porque tanto la izquierda como la derecha han dado amplios y números ejemplos de no estar en posesión de verdad alguna, sino más bien todo lo contrario, como podemos contemplar ahora con un gobierno de coalición integrado por una izquierda que se dice moderada y otra radical, que están dando incontables muestras de comportamientos caudillistas, con una deriva autoritaria que está sorprendiendo a propios y extraños.

Tal ha sido su deriva, que mintiendo, falseando e imponiendo actitudes impropias de su supuesta ideología, desmienten absolutamente la susodicha afirmación de la superioridad moral de las izquierdas, cometiendo los mismos errores y desmanes que criticaban y censuraban a las derechas, siempre con el objetivo de mantenerse en el poder a toda costa, integrándose en la casta que antes denunciaban, haciéndolo de una forma vergonzante y ruin, cayendo en las mismas miserias que decían rechazar, y donde ahora parecen haber encontrado su confortable lugar.

Carl Sagan, eminente científico estadounidense, afirmaba que en la ciencia, la única verdad sagrada es que no hay verdad sagrada, en un rotundo y radical aserto, que es válido en el ámbito dónde él se desenvolvió, en el que solamente la demostración y la experimentación de los hechos demostrables tienen valor científico, algo que es en parte trasladable al tema que nos ocupa, en el sentido de que nadie posee la verdad absoluta, que todo es relativo, que tratar de apropiarse de la única verdad, arrogándose su exclusivo patente de corso, es además de una soberana insensatez, propio de majaderos y mentecatos, de cuya soberbia altanería y estúpido alarde, se ríen y burlan quienes tienen dos dedos de frente.


La dama de las catedrales cumple 500 años.

 Nuestra hermosa, insigne y bellísima catedral, cumple quinientos años en este dos mil veinticinco, cuya construcción, según datos fidedignos, comenzó el ocho de junio de  mil quinientos veinticinco, en el lugar donde se encontraba el antiguo convento de Santa Clara la Nueva, prolongándose las obras durante ciento sesenta y tres años, finalizándose en mil seiscientos ochenta y seis,   fecha que da término y fin definitivo al estilo gótico en España.

Quinientos años después, esta joya que tenemos el honor y la fortuna de disfrutar, continúa gallardamente en pie y celebrando por todo lo alto su medio milenio de historia para el disfrute y contento de todos los ciudadanos de Segovia, de nuestro país y de todos los amantes del arte y la belleza  del mundo entero, dónde es conocida, junto con el colosal acueducto y el soberbio Alcázar, conformando estos tres prodigios, las obras de arte que hacen de esta monumental ciudad de Segovia una de las más admiradas y bellas de todo el mundo.

Conocida como la Dama de las catedrales, por sus dimensiones y su elegancia, se ciñe al estilo gótico, con rasgos renacentistas, que ya entonces era el estilo que se prodigaba en Europa. Su arquitecto fue Juan Gil de Hontañón, firmándose el contrato el siete de mayo de mil quinientos veinticuatro, colocándose la primera piedra el ocho de junio de mil quinientos veinticinco, reutilizando varios elementos de la antigua catedral, como el claustro al completo, el coro, rejas y otros elementos tanto decorativos como arquitectónicos, iniciándose su construcción por la fachada occidental, es decir, por los pies de la catedral, cuando solía empezarse por la cabecera.

En el interior se puede apreciar su estilo gótico tardío. Posee una estructura en tres altas naves, las cuales reciben el nombre de nave del Evangelio y nave de la Epístola; y girola, destacando sus hermosas ventanas de complicada y fina tracería calada así como la extraordinaria calidad de los numerosos vitrales. El interior muestra una notable unidad de estilo, excepto en la cúpula de mil seiscientos treinta, y presenta un aspecto imponente y sobrio. Sus bóvedas góticas se elevan a treinta metros de altura y mide de ancho cincuenta metros y ciento nueve de longitud. El crucero está cubierto con una cúpula finalizada por Pedro de Brizuela en el siglo diecisiete, alcanzando la imponente torre una altura de noventa metros.

Dicha torre, originalmente tenía un chapitel de madera de caoba americana, pero en el año 1614 se construyó el actual chapitel de piedra después de que un rayo causase un incendio en el chapitel original. En el año 1686 se comenzó la construcción de la capilla de los Ayala. La catedral fue consagrada el 16 de julio de 1789 por el obispo Don José Martínez Escalzo. 

Es importante señalar que la catedral tuvo tres etapas constructivas: la primera entre 1525 a 1557 con el arquitecto Juan Gil de Hontañón, su hijo Rodrigo y García de Cubillas. La segunda etapa transcurre entre 1578 a 1607 a cargo de Rodrigo de Solar, Juan Pescador, Diego de Sisniega y otros; la última campaña constructiva se realizó entre 1607 a 1685 con Pedro de Brizuela o Francisco de Viadero, debido a su construcción peculiar.

La cabecera no fue cerrada hasta el último año de esta etapa, a partir de la cual, Segovia y el mundo tuvo la feliz oportunidad de disfrutar de una de las catedrales más hermosas, gracias al genio y al amor y dedicación al arte de los maestros constructores y de cuantos seres humanos intervinieron en la creación de ésta portentosa maravilla, que generosamente donaron a la posteridad, para disfrute de cuántos valoran, disfrutan y aman la belleza, consustancial al arte, expresión máxima de la  capacidad humana para mostrar su rostro más amable.


Control absoluto.

 La política de este gobierno a la hora de colonizar y controlar las diversas instituciones públicas para convertir este ejecutivo en uno representativo de una república bananera, ha dado un salto significativo hacia adelante con el intento de controlar la educación a través de la elección a dedo de los inspectores, con el objeto de llevar cabo un adoctrinamiento perverso, que repugna a la más elemental de las esencias democráticas cada día más deficitarias a la hora de juzgar a este ejecutivo que parece enloquecido y desquiciado dispuesto a todo por conservar un poder que considera puede estar escapándosele de las manos.

Si alarmante es el caso citado, no se queda atrás el del intrigante ministro de exteriores que después de cesar al embajador en Corea del Sur por entrevistarse con la presidenta de la Comunidad de Madrid, ahora lo ha hecho extensivo al resto de embajadores al llevar a cabo una limpieza total, eligiendo a dedo a los partidarios afines a la “causa”, y cesando a los sospechosos de no serlo.

Si a lo citado, unimos la ley que han registrado en el Congreso para limitar la acción popular, con efectos retroactivos, y las “acciones judiciales abusivas”, la alarma es impactante, controlando al poder judicial, y tratando de paso de beneficiarse tanto a nivel particular, como a nivel de un partido roto por sospechas de corruptelas varias que lo están dejando irreconocible, controlado con puño de hierro por un jefe del ejecutivo que ejerce su acción con un control absoluto.

Inquieta la alarmante situación de cómo la crispación a flor de piel y la polarización permanente y visible en la calle y en los medios de comunicación, están sometiendo a esta sociedad a una dura prueba en la que cada vez el ciudadano toma menos partido, dejando las manos libres a una clase dominante, léase gobierno, que está colonizando las instituciones y los poderes del estado, sometiéndolos a su interés y capricho personal y de partido.

En unas recientes declaraciones, escucho con asombro, cómo la portavoz del gobierno, en un lenguaje cuasi vulgar y abiertamente chabacano, comenta  “ cómo se ataca al fiscal general, mientras apenas se habla de la pareja de la presidenta de la Comunidad de Madrid, al que a este paso va a tener que devolverle Hacienda”, comentando de paso en términos de “hasta ahí podríamos llegar, sólo faltaría eso”, en algo que no compete al gobierno, y que denota lo alterado, roto y desnortado que se encuentra un ejecutivo absolutamente sobrepasado, incapaz de salir del estado de desesperación y desgobierno en que se encuentra.

Es un hecho incontrovertible cómo este gobierno se aferra a su poltrona con una desmedida voluntad que más que  pretender con ello ejercer la representación de los ciudadanos a través de su acción de gobierno, prima en ellos el hecho de permanecer en su puesto a nivel personal, tal es la energía, la agresividad y la estrategia seguida, impropia de unos representantes elegidos por los ciudadanos de un país, que no contemplan, ni de lejos, la posibilidad de tener que abandonar un día su privilegiada posición.

Causa asombro, a la par que sonrojo, escuchar al presidente pronunciarse en contra de la oposición en unos términos ofensivos de una belicosidad sorprendente, no exenta de una ordinaria y rechazable vulgaridad, impropias de su cargo, y sobre todo fuera de lugar políticamente hablando, ya que se limita a expresiones despectivas e insultantes que no pretenden más que desacreditar al opositor y al partido que representa, en una inútil y desesperada intención que le descalifica personalmente, como político, y como orador que necesita recurrir a semejantes artimañas.

Alarma poderosamente el hecho de que el jefe del ejecutivo, y de paso el gobierno, han perdido los papeles de tal forma y manera, que parecen haberse olvidado que son los más altos representantes de un País democrático, cuyos ciudadanos los eligen libre y voluntariamente en las urnas, decisión que les corresponde a ellos en exclusiva exigiéndolos en el cargo, eficacia, responsabilidad, y algo fundamental, como es la honestidad, y permanecer al frente mientras sea absolutamente necesario para los intereses de los ciudadanos, y no para los propios como es el caso.

 Un gobierno  que recurre a artimañas de todo tipo, creando con ello un estado de alarma en la población, de la que no parecen ser conscientes, tal es el estado de obsesiva desesperación por continuar a toda costa, pero de la que los ciudadanos, afortunadamente cada día van percibiendo más claramente, algo que es siempre deseable en una democracia que se precie de serlo, con el objeto de que el ejecutivo se entere clara y taxativamente, que el poder no les pertenece, que es una delegación temporal que no admite apropiaciones indebidas, ni turbios manejos que no son fruto sino de la desmedida ambición que caracteriza  a este gobierno, cuyo presidente pretende ejercer un poder absoluto para que nada ni nadie, escape a su control.


jueves, 6 de febrero de 2025

La patética arrogancia del ingenuo presidente

 Contemplar al presidente del gobierno intentando destacar en una esfera internacional dónde este país apenas tiene relevancia, causa como mínimo, incredulidad y sorpresa, no exenta de un cierto patetismo ante una situación que lo descoloca por completo y de la que no parece ser consciente un jefe del ejecutivo, que con sus aires autoritarios no deja indiferente a nadie, tratando por todos los medios de destacar , bien a través de una solapada crítica, de una buscada y furtiva foto, o de un paseíllo fugaz junto a algún líder internacional que le ofrezca una cierta relevancia que le suponga un rédito político que es más virtual que real, más lamentable que efectivo,  más negativo que positivo, ya que la carga de intencionalidad de mejorar una deteriorada imagen, queda manifiestamente patente.

Y así, comete un error tras otro, intentando erigirse en un líder con pies de barro, en un referente de occidente, mientras se enfrenta al nuevo presidente de Estados Unidos, permitiéndose el absurdo lujo de increparle, llamándole la atención, en una incalificable y ridícula demostración de una soberbia muy propia de él, como siempre poco inteligente  y manifiesta afinidades con países como China y otros cómo los llamados emergentes, englobados en América del Sur, África y Asia, en un absurdo intento de convertirse en el líder del sur global, en una ceremonia de la confusión que parece más una huída hacia adelante dada su complicada situación  política, como siempre en la búsqueda de la necesaria imagen perdida, que una exigible y exigida acción política a nivel internacional que nadie le demanda.

Cada día nos sorprende un poco mas, un jefe del ejecutivo incapaz de gobernar su país, dado el difícil equilibrio de fuerzas existente, y al que pese a todo se aferra, a sabiendas de que unas posibles elecciones posiblemente las perdería, algo que con la soberbia que lo domina y su insólito apego al cargo, le resulta insoportable de aceptar, por lo que se lanza a la esfera internacional, dónde intenta destacar de una manera ridícula, intentando sobresalir, cuando ni tiene altura de miras ni entidad suficiente para desarrollarlas.

Patético e histriónico al mismo tiempo, no es capaz de recoger velas y dedicar su tiempo  a su gobierno que lo tiene hecho unos zorros, y por ende a su país, que no se merece a un narcisista con una desmedida ambición de poder, incapaz de reconocer error alguno, tratando de llevar a cabo un control absoluto de instituciones y personas, como el incalificable acoso y control a los jueces, o la inaudita defensa de un fiscal general que indigna profundamente a toda la institución.

Cada vez más encerrado en sí mismo, más acorralado por los problemas judiciales que afectan a su entorno político y a su familia, se empeña en continuar, a costa de gobernar por decreto, con leyes trampa como la ómnibus, auténtico chantaje político, que ve cómo se la rechazan, para aprobarla después, a gusto de quienes siempre consiguen un rédito político, al mando del titiritero jefe, que es el que ordena y manda, y ante el que este patético presidente rinde cumplida y permanente pleitesía.


Todas las líneas rojas superadas

 La hipocresía y el cinismo de este gobierno no tiene límite alguno, habiendo llegado hasta el extremo de permitirse hablar de una oposición que juega con las cartas marcadas, con unos jueces que practican la politización de la justicia que se encargan de pasar información a sus oponentes, cuando es dicho ejecutivo el principal impulsor de ese siniestro juego que utiliza desde la posición privilegiada que ostenta, sin respeto alguno hacia el poder judicial, al que le falta continuamente el respeto debido, denunciado en varios ocasiones por la Unión Europea, sin el cual la democracia pierde todo su sentido.

 Sin escrúpulo alguno, con una soberbia inaudita, y siguiendo las directrices de un presidente dotado de una ambición sin límites, han ido saltándose cuantas líneas rojas existen en este sentido, el judicial, y en tantos otros, que sitúan a este ejecutivo al borde de un  totalitarismo siempre profundamente rechazable, que a estas alturas debe tomarse en seria consideración, ante el giro autoritario que las últimas y controvertidas decisiones está tomando un gobierno que pretende mantenerse en el poder a toda costa.

Un presidente del gobierno que se siente acorralado por varias imputaciones y corruptelas en su entorno más próximo, tanto personal como político, insoportable para un personaje soberbio y altivo, con una absoluta falta de escrúpulos, que lo convierten en un político indeseable para una democracia que exige dirigentes con unas características radicalmente opuestas a las que presenta el jefe de un ejecutivo que ha perdido decididamente los papeles al verse envuelto en una maraña de conflictos judiciales y políticos, a los que se enfrenta, como siempre ha hecho, con insultos, improperios y una batería completa de descalificaciones, que no hace sino confirmar una extrema debilidad que pretende contrarrestar con una política agresiva que compense su temor a perder un poder al que no está dispuesto a renunciar.

Un jefe del ejecutivo que utiliza las instituciones, como es el caso de la fiscalía, con un fiscal general, imputado por el tribunal supremo, por revelar información secreta de la pareja de su mayor contrincante político, la presidenta de la Comunidad de Madrid, un personaje siniestro, fiel esclavo de su amo, siempre dispuesto a satisfacer los deseos de su amo, en una demostración vergonzante que causa sonrojo e ira a cualquier amante de una democracia en la que cuesta trabajo creer a la vista de lo que es capaz este gobierno, y que denigra y deshonra a toda una institución judicial, que pide por unanimidad el cese de dicho fiscal general, ante la inaudita defensa del presidente del gobierno.

Pero no satisfechos con todo esto, la última muestra del absolutismo gubernamental ha llegado a través de su partido político que ha registrado en el Congreso una iniciativa frente al acoso derivado de “acciones judiciales abusivas”, con el que pretende limitar la iniciativa de la acción popular ante los jueces, reconocida en la Constitución, con el oscuro fin de sortear los conflictos judiciales, tanto personales como de partido, lo que resulta de una desfachatez, que decididamente no conoce límites, al tiempo que corresponden más a un país totalitario, que a una democracia como la que afortunadamente disfrutamos, pese a hechos como los aquí citados, impropios de un país moderno, demócrata y avanzado como el nuestro.


Una situación alarmante

 Inquieta la alarmante y al mismo tiempo aparente tranquilidad de la ciudadanía de este país, que parece no ser consciente de una situación creada en éstos últimos tiempos, en el que la crispación a flor de piel y la polarización in crescendo permanente y visible en la calle y en los medios de comunicación, están sometiendo a esta sociedad a una dura prueba en la que cada vez toma menos partido, dejando las manos libres a una clase dominante, léase gobierno, que está colonizando las instituciones y los poderes del estado, sometiéndolos a su interés y capricho personal y de partido.

 Algo que de ninguna forma deberíamos permitir, pero que nadie, incluyendo una oposición política demasiado permisiva y extremadamente débil en su obligada acción de contrapoder, se muestran incapaces de controlar a un ejecutivo que campa a sus anchas, devastando cuanto encuentra a su paso, apropiándose de cuánto puede serle de utilidad para mantenerse en el poder, ya fueren instituciones, personas u organismos varios, que continuamente y sin escrúpulo alguno, va incorporando a la tupida red que va urdiendo inexorablemente sin aparente oposición alguna.

Ejerciendo un férreo control sobre la estructura estatal, mantiene un rígido control perfecta y estrictamente sistematizado desde Moncloa, centro neurálgico desde dónde se originan, planean y dirigen las acciones a llevar a cabo con el objeto de que nada ni nadie pueda obstaculizar la decidida y taxativa intención de continuar al mando por tiempo indefinido, y caiga quien caiga, en su frenético y ambicioso plan de retener el ejecutivo al precio que sea necesario.

No es una cuestión baladí, es un hecho constatable cómo este gobierno se aferra a su poltrona con una desmedida voluntad que más que  pretender con ello ejercer la representación de los ciudadanos a través de su acción de gobierno, prima en ellos el hecho de permanecer en su puesto a nivel personal, tal es la energía, la agresividad y la estrategia seguida, impropia de unos representantes elegidos por los ciudadanos de un país, que no contemplan, ni de lejos, la posibilidad de tener que abandonar un día su privilegiada posición.

Causa asombro, a la par que sonrojo, escuchar al presidente pronunciarse en contra de la oposición en unos términos ofensivos de una belicosidad sorprendente, no exenta de una ordinaria y rechazable vulgaridad, impropias de su cargo, y sobre todo fuera de lugar políticamente hablando, ya que se limita a expresiones despectivas e insultantes que no pretenden más que desacreditar al opositor y al partido que representa, en una inútil y desesperada intención que le descalifica personalmente, como político, y como orador que necesita recurrir a semejantes artimañas.

Alarma poderosamente el hecho de que el jefe del ejecutivo, y de paso el gobierno, han perdido los papeles de tal forma y manera, que parecen haberse olvidado que son los más altos representantes de un País democrático, cuyos ciudadanos los eligen libre y voluntariamente en las urnas, decisión que les corresponde a ellos en exclusiva exigiéndolos en el cargo, eficacia, responsabilidad, y algo fundamental, como es la honestidad, y permanecer al frente mientras sea absolutamente necesario para los intereses de los ciudadanos, y no para los propios como es el caso.

 Un gobierno en estado de desguace, recurriendo a artimañas de todo tipo, y creando con ello un estado de alarma en la población, de la que no parecen ser conscientes, tal es el estado de obsesiva desesperación por continuar a toda costa, pero de la que los ciudadanos, afortunadamente cada día van percibiendo más claramente, algo que es siempre deseable en una democracia que se precie de serlo, con el objeto de que el ejecutivo se entere clara y taxativamente, que el poder no les pertenece, que es una delegación temporal que no admite apropiaciones indebidas, ni turbios manejos que no son fruto sino de la desmedida ambición que caracteriza  a este gobierno.


Acoso al poder judicial

 La indiferencia es quizás el mayor error que se puede cometer ante determinadas actitudes políticas que consideramos nefastas para la ciudadanía de un país, como las que estamos presenciando en el nuestro, dónde presenciamos los continuados desprecios que este gobierno muestra ante el poder judicial, uno de los pilares de la democracia, sometiéndolo a una persecución y un enconado hostigamiento inadmisible en un país democrático, acorralándolo, cuestionándolo y faltándole el respeto de tantas formas y en tantas ocasiones, que la Unión Europea ha llamado la atención en varias ocasiones a un ejecutivo que no obstante no ha tomado nota en absoluto, continuando con el injustificable asedio hacia uno de los poderes más representativos y esenciales del Estado Social y de Derecho.

Sin una absoluta independencia del poder judicial, no cabe hablar de un estado democrático, sin una libertad completa a la hora de ejercer sus funciones, y de una total ausencia de dependencia del ejecutivo, no cabe pensar, ni por un momento, en un país libre que se precie de serlo, sino de una farsa democrática, ante la que una postura de indiferencia o de una incalificable transigencia ante semejante desacato, constituiría un error imperdonable de fatales y negativas consecuencias para el país, sus ciudadanos y su sufrida y castigada sociedad a todos los niveles, que ahora contempla con estupor, cómo uno de sus socios en el gobierno con representantes en el mismo, presenta una reforma legal llena de acusaciones a la carrera judicial con el propósito de controlar a los jueces, lo que resulta demoledor, a la par que rechazable y absolutamente preocupante, como la vergonzante ley que preparan para limitar la acción popular, que no es sino una oscura maniobra para utilizarla en beneficio propio ante las imputaciones que persiguen al presidente tanto a nivel familiar como político.

Está sucediendo aquí, en este país que no parece ser consciente de una carencia democrática como es el desprecio y la desconsideración hacia la justicia y sus representantes los jueces, a los que desde el gobierno se ningunea, cuando deberían ser sus principales valedores y defensores a ultranza, acusándolos de politizar la justicia, de imparcialidad manifiesta, y de una inexistente persecución judicial hacia un ejecutivo, cuyo partido está acorralado por una corrupción galopante, así como de familiares del presidente que están siendo sometidos a investigación judicial. 

El ninguneo y el indignante control al que someten al poder judicial es tal, que utilizan incluso a la abogacía del estado para defender intereses particulares y de partido como es el caso del presidente del gobierno, que mantiene en su puesto a un impresentable fiscal general imputado por el tribunal supremo, acusado de revelación de información secreta, repudiado por toda la carrera judicial a la que indigna, deshonra y avergüenza, sin que por ello consigan que dimita y mucho menos que lo cese quién lo nombró, y a cuyas órdenes se mantiene como fiel y servicial esclavo, que en lugar de actuar como fiscal general del estado, lo hace como fiscal general del presidente del gobierno, a cuyo incondicional servicio parece dedicar su tiempo.

No contento con tratar de acorralar al poder judicial, este ejecutivo manipula sin sonrojo el poder legislativo, utilizando los decretos ley ante su debilidad a la hora de disponer de los apoyos necesarios para sacar adelante sus leyes, y utilizando las leyes ómnibus, auténticas trampas legislativas, incluyendo varias leyes en una, que constituyen todo un chantaje para una oposición que en algunas ocasiones se ve obligado a votarla sin que responda a su criterio,  y en otras debe negarse a ello pese a que no coincida con su línea ideológica, como ha sucedido con la última ley de este tipo, dónde incluían dentro de la misma ley  una relativa a las pensiones, a la que no podían negarse, y  otras de exclusivo interés del gobierno, a las que debían oponerse.

Si a estas auténticas encerronas gubernamentales, que afectan al poder judicial por un lado y al legislativo por otro, sumamos los desmanes habidos desde que están en el poder, utilizando a sus anchas el poder ejecutivo, la perfecta tormenta democrática de asalto a los tres poderes estatales está servida, y ante ello, la indiferencia, sin duda, no es la respuesta.


lunes, 20 de enero de 2025

Todas las líneas rojas superadas

 La hipocresía y el cinismo de este gobierno no tiene límite alguno, habiendo llegado hasta el extremo de permitirse hablar de una oposición que juega con las cartas marcadas, con unos jueces que practican la politización de la justicia que se encargan de pasar información a sus oponentes, cuando es dicho ejecutivo el principal impulsor de ese siniestro juego que utiliza desde la posición privilegiada que ostenta, sin respeto alguno hacia el poder judicial, al que le falta continuamente el respeto debido, denunciado en varios ocasiones por la Unión Europea, sin el cual la democracia pierde todo su sentido.

 Sin escrúpulo alguno, con una soberbia inaudita, y siguiendo las directrices de un presidente dotado de una ambición sin límites, han ido saltándose cuantas líneas rojas existen en este sentido, eljudicial, y en tantos otros, que sitúan a este ejecutivo al borde de un  totalitarismo siempre profundamente rechazable, que a estas alturas debe tomarse en seria consideración, ante el giro autoritario que las últimas y controvertidas decisiones está tomando un gobierno que pretende mantenerse en el poder a toda costa.

Un presidente del gobierno que se siente acorralado por varias imputaciones y corruptelas en su entorno más próximo, tanto personal como político, insoportable para un personaje soberbio y altivo, con una absoluta falta de escrúpulos, que lo convierten en un político indeseable para una democracia que exige dirigentes con unas características radicalmente opuestas a las que presenta el jefe de un ejecutivo que ha perdido decididamente los papeles al verse envuelto en una maraña de conflictos judiciales y políticos, a los que se enfrenta, como siempre ha hecho, con insultos, improperios y una batería completa de descalificaciones, que no hace sino confirmar una extrema debilidad que pretende contrarrestar con una política agresiva que compense su temor a perder un poder al que no está dispuesto a renunciar.

Un jefe del ejecutivo que utiliza las instituciones, como es el caso de la fiscalía, con un fiscal general, imputado por el tribunal supremo, por revelar información secreta de la pareja de su mayor contrincante político, la presidenta de la Comunidad de Madrid, un personaje siniestro, fiel esclavo de su amo, siempre dispuesto a satisfacer los deseos de su amo, en una demostración vergonzante que causa sonrojo e ira a cualquier amante de una democracia en la que cuesta trabajo creer a la vista de lo que es capaz este gobierno, y que denigra y deshonra a toda una institución judicial, que pide por unanimidad el cese de dicho fiscal general, ante la inaudita defensa del presidente del gobierno.

Pero no satisfechos con todo esto, la última muestra del absolutismo gubernamental ha llegado a través de su partido político que ha registrado en el Congreso una iniciativa frente al acoso derivado de “acciones judiciales abusivas”, con el que pretende limitar la iniciativa de la acción popular ante los jueces, reconocida en la Constitución, con el oscuro fin de sortear los conflictos judiciales, tanto personales como de partido, lo que resulta de una desfachatez, que decididamente no conoce límites, al tiempo que corresponden más a un país totalitario, que a una democracia como la que afortunadamente disfrutamos, pese a hechos como los aquí citados, impropios de un país moderno, demócrata y avanzado como el nuestro.


La arrogancia de los ineptos

 Admiro profundamente la capacidad de análisis de la gente, que observando la realidad que nos rodea, llegan a conclusiones plenas de una inteligente objetividad que  me parece sumamente respetable, describiendo la situación política y social, de una manera brillante y absolutamente ejemplar y razonable, a la par que magníficamente resumida, y siempre con una absoluta convicción, fruto de una seguridad propia que surge de una bienintencionada necesidad de expresar una realidad que considera no debe ni puede callar, sino airearlo a los cuatro vientos.

Y es que una vez leí una descripción de la situación política actual, entre las innumerables que ocupan los medios de comunicación cada día, con la que comulgo plenamente, y que rezaba más o menos como sigue:  “Tenemos una clase política cínica, irresponsable y envenenada por el poder, que no trabaja para unirnos, sino para separarnos, que considera el engaño un instrumento legítimo, y pueril la mínima exigencia ética. Hemos tocado fondo”.

Verdad absoluta y demencialmente real como la que estamos viviendo, con un gobierno que no destaca por gobernar para todos, sino para mantenerse en el poder a toda costa, no importa lo que haya que ceder ante quienes los mantienen en la poltrona a costa de un chantaje permanente ante el que saben van a conseguir lo que pidan, ya que a ello los tienen acostumbrados, tal es la increíble, deleznable y desmedida ambición de un presidente del ejecutivo, cuya soberbia y ausencia total de escrúpulos lo mantiene aferrado al poder de una manera que jamás habíamos contemplado en la historia democrática de esta país.

Con una absoluta incapacidad para mostrar un talante democrático, se obstina en afianzarse el poder de una manera obsesiva, que le ha llevado a cometer esperpentos como el del retiro monacal de cinco días, en una ceremonia de la confusión de tal magnitud, que en Europa lo calificaron de showman y aquí ni nos inmutamos, ya que sabíamos que era una farsa más de las que suele montar, que  lo descalifica para un cargo, que dice, échense a temblar, piensa ocupar por muchos años más, con el apoyo incondicional e interesado de sus palmeros, léase ministros, ministras y ministres, si los hubiere. 

Entre las que se encuentra la inolvidable sobreactuación de su viceministra primera, alias la hooligan del grupo, pidiéndole a gritos que no se fuera, que se quedara, que no dimitiera, cuando todos sabíamos que no iba a irse, que no era sino una patética demostración mas de su apego al poder, de su incalificable ambición que nos arrastra a todos, junto con su ineptitud y su arrogancia absoluta para mostrarse como un presidente digno y honorable, algo que no parece formar parte de su ética personal.

Incapaces de reconocer errores, de rectificar abusos como los que han cometido con el poder judicial, con una falta de respeto hacia sus representantes que les ha supuesto serias advertencias de Europa, con una desastrosa actuación en la catástrofe de Valencia, dónde debieron declarar de inmediato el estado de emergencia nacional, ante la magnitud de la tragedia humana y natural, enviando sin esperar, sin demora alguna, todos los recursos de todo tipo con los que cuenta el Estado.

Con todo esto y otros desvaríos e ineptitudes varias que podríamos citar, la humildad, la honestidad, y el reconocimiento de los errores cometidos debería ser la norma y no la excepción, ya que la huída de la responsabilidad y la descarga de la misma sobre los demás, suele ser su forma de afrontar unos hechos que le comprometen, evadiéndolos y cargándolos sobre otros, mientras los palmeros hacen encaje de bolillos para proteger y blindar a su jefe con el fin de que nada le salpique y comprometa cubriéndolo y encerrándolo en una burbuja inexpugnable, que su vez, los proteja a ellos, confirmando con ello la arrogante ineptitud de quiénes gobiernan este sufrido país.