viernes, 1 de marzo de 2013

EL ESTADO DE LA BURLA

Es difícil asumir día tras día, que comienza una nueva jornada en un País que parece asolado, triste y desesperanzado, como si no quisiera continuar, como si ya hubiera vivido lo bastante como para no seguir soportando tanto desaire, tanto escarnio, tanta estafa continua e insoportable, que se está convirtiendo con el paso del tiempo en una sensación de engaño, de fraude, de desprecio hacia una ciudadanía golpeada por unos desalmados con aires de señoritos en unos casos, de chulos en otros y de soberbios, inútiles e ineptos en los demás, mensajeros todos de la más recia y cutre sabiduría española del todo vale con tal de llenarse los bolsillos, de mantenerse en la poltrona y de permanecer en ella a toda costa, que para eso me han elegido, a mí, que soy un demócrata de toda la vida.
            Desalentador hablar con la gente y comprobar como más pronto que tarde, saldrá el tema del paro, de los conocidos próximos que ya llevan años desempleados, muchos sin prestación alguna, de que con esa edad ya no encontrará nada, pese a su experiencia, y con quince o veinte años por delante para poder cobrar algo de jubilación, si es que lo logra, ya ves, le pueden quedar, como suele decirse, cuatro euros, y no digamos si salen a colación los jóvenes, en casa con treinta años, sin oficio ni beneficio, con un porcentaje del cincuenta por ciento de desempleo, porque salir al extranjero lo tienen difícil, sin preparación suficiente, sin idiomas, sin cualificación, y más ahora que han reducido de forma trágica la formación a todos los niveles, y si no que se lo digan a los parados, que antes podían reciclarse, formarse, adquirir nuevos conocimientos que les fueran útiles para encontrar un trabajo, que por otra parte ya no hay, pero que los tenía en el aula durante varios meses cinco horas al día en contacto con otra gente, ocupados en definitiva el cuerpo y la mente.
            Y ahora están en casa, dándole vueltas a lo mismo cada día, cada hora, tratando de encontrar una salida, una respuesta, una solución, para volver siempre al mismo punto de partida, y volver a comenzar, para acabar entrando en una desesperación que les tortura y que trastoca y perturba el ambiente familiar, que generalmente poco puede hacer sino darle ánimos, dárselos entre todos, porque desgraciadamente hay muchas unidades familiares en las que todos sus integrantes están sin trabajo.
            La gente está soportando lo indecible, y por ahora todo queda en gestos de ira, frases llenas de una mal contenida indignación, cabreos, enfados. ¿Pero hasta cuando va mostrarse así de moderada una ciudadanía que soporta tanta villanía, tanta necedad, tanta burla cruel? Escucho la radio y oigo a la gente cuando interviene en los programas en los que se les da paso para que se muestren abierta y libremente y se expresen con cuanta rotundidad puedan hacerlo. Ira, rabia, furia incontenible desprenden la mayoría de las personas que descargan toda su indignación sobre el estado de las cosas, sobre el corrupto de turno que se permite la desfachatez de apuntarse al paro, de los ladrones de guante blanco que abundan por doquier, del titulado nobiliario que se aprovecha de su posición para enriquecerse, de los derroches habidos por políticos estúpidos y corruptos, de los bancos rescatados con cantidades inimaginables, de los banqueros con sueldos y pensiones millonarias, de los trágicos y sobrecogedores desahucios.
       Y muchos, después de dos o tres minutos que les permiten decir lo que piensan, terminan con aquello de sacar la escopeta y salir a la calle, se cabrean, maldicen, alguno llega a las lágrimas, y casi siempre, se preguntan por qué los políticos, el gobierno, la oposición, se burlan de ellos, de nosotros. Y no hay respuesta.

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