jueves, 1 de agosto de 2013

EL PATRIOTA

        Nada es para siempre. Llegamos este Mundo sin ser consultados acerca de nuestras intenciones al respecto y lo hacemos de una forma circunstancial y azarosa en un lugar determinado del planeta, en un país que nos va a marcar para siempre, donde aprenderemos el idioma y las costumbres propias del mismo y lo haremos dentro de una familia donde seremos más o menos afortunados, más o menos felices, con un pan bajo el brazo o desnudos desde el primer al último de nuestros días, agraciados o desgraciados físicamente, con impecable moral o con una ausencia total de ella, amantes de la estética o sin haber podido acceder a semejante percepción humana, afortunados en el color de la piel, porque tienda a la inmaculada blancura que nos redimirá ya desde el principio, o del oscuro color que denota la ausencia de luz, o de otros tonos y texturas que no nos favorecerán y que tendrá consecuencias nefastas en nuestras vidas.
Residiremos en una mansión, en un palacio o en un piso dentro de la colmena que rebosan las ciudades y estaremos destinado quizás a ser notables personajes afortunados en la vida social, laboral y familiar, o simplemente pasaremos desapercibidos por la vida, siendo uno más en la cadena,  o quizás nazcamos en una chabola de un mísero poblado en sus afueras, o en una choza, en una cabaña de madera y barro en una región apartada de la civilización, donde ni siquiera pasarás desapercibido, porque no podrás salir del fango en el que has tenido la desgracia de nacer, y en cualquier caso, por el hecho de nacer precisamente allí, te adjudicarán un País, pertenecerás a una Nación y te marcarán desde ese momento como un ciudadano con una Patria, con la que contraerás entre otras una obligación: la de ser un Patriota.
La imagen del orgulloso ciudadano americano con la mano en el pecho mientras entona el himno nacional, o situado en el porche de  su casa, donde ondea altiva la bandera del país, es de sobra conocida y divulgada por todo el mundo. El mismo ciudadano que conoce la trayectoria imperial de un País que interviene en todo el mundo, haciendo y deshaciendo gobiernos a su antojo, que masacró y desterró a sus primitivos habitantes, que mantuvo una política social racista vergonzosa que aún persiste en algunas de sus formas, es el que con la emoción a flor de piel, apasionado y enfervorizado, defiende pese a todo a capa y espada sus amadas enseñas nacionales.
Qué se le puede pedir en este aspecto a los parias de la Tierra, que son una grandísima parte de la población, cuando su propia Patria los relega a ciudadanos sin derecho alguno, abandonados, olvidados por ella, si no perseguidos, resignados a sobrevivir en chabolas insalubres, bien en las periferias de las ciudades, bien en las selvas, desiertos, sabanas o inmundas regiones, desde donde intentan huir hacia una civilización occidental donde los rechazamos y donde de todas las formas sus posibilidades de futuro son tan escasas como la ilusión y la esperanza que el resto del mundo les ha negado.
No te preguntes qué puede hacer tu País por ti, sino que puedes hacer tú por tu País, afirmaba el presidente Kennedy, en un arranque, no sé si de sinceridad presidencial o de burda proclama política. Que se lo pregunten a los desheredados del Planeta, a los que hemos citado anteriormente, a los ciudadanos de nuestro País, que contemplan con un inacabable asombro, cómo la clase política, la clase dirigente, los que deberían estar al servicio de la sociedad, se llenan los bolsillos a base de corrupción y despilfarro, cuando con una mano saludan a la bandera y con la otra recogen el sobresueldo, las comisiones y las corruptelas varias, al tiempo que cantan el himno y nos piden que en acto de patriotismo, aguantemos la tormenta que ya llevamos soportando demasiado tiempo.
La barbarie, la crueldad y la atrocidad más inhumanas, se han dado en ocasiones a la hora de defender a la Patria. Espantosos hechos de una brutalidad y salvajismo sin cuento se han dado por parte de los denominados patriotas – que aquí, en este País también hemos sufrido -  que en aras de la defensa de una bandera, un himno y una lengua, han llegado a extremos de una ferocidad tal, que con una impiedad absoluta y brutal hacia los demás, han segado la vida de cientos de personas, niños incluidos, sin que mediase afrenta alguna hacia ellos, sin que hubiesen sufrido mermas en sus derechos, sin que sus personas y posesiones hubieran llegado a ser ultrajadas, única forma de entender una defensa propia, siempre sin recurrir a una violencia que siempre ha de constituir el último recurso.
Frases sobre la patria, ensalzándola y glorificándola, hay a miles y desde los tiempos de la antigüedad. Acertadas pocas. Se dicen amantes de la misma, los que continuamente ondean la bandera, cantan el himno y se llenan la boca de enfervorizas consignas y altisonantes expresiones pretendidamente patriotas. La Patria es el mundo en el que estamos y al que vivimos atados a nuestro pesar. No todos los ciudadanos del mundo pueden sentirse orgullosos de su patria, Más bien, parece claro que una gran mayoría no lo está, lo estaríamos, y más de nosotros mismos que de la denominada Patria, cuando consiguiésemos la igualdad y el bienestar universal para todos, sin distinción alguna.
Sin banderas, sin himnos. Eso sí sería un verdadero acto de patriotismo.

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