martes, 6 de agosto de 2013

UNA MENTE BRILLANTE

Al margen de esta endiablada crisis que todo lo contamina con sus nefastos y persistentes efectos que nos limitan y ponen freno a la hora de emitir juicios, críticas y valoraciones sobre temas diversos, como los que versan sobre las esencias más humanas que nos obligan a adoptar una determinada postura, a elegir una posición con la que más nos identificamos, ignoro, decía, si en estos tiempos que nos ha tocado vivir, la farsa constituye una forma de vida cada vez más notoria y notable, hasta el punto de haberse convertido en una filosofía de vida que asumimos sin haberlo racionalizado de una forma plenamente consciente.
Una farsa, una dramatización continua y constante, interpretando cada uno el papel que le ha correspondido dentro de una obra que no ha escrito, donde asume el rol asignado, con escasas oportunidades de alterar las situaciones donde se desenvuelve y con una nula capacidad de improvisación, salvo que nos erijamos en autor e intérprete, en creador y protagonista, en escritor y actor, logrando con ello un auténtico y decidido control sobre nuestra existencia, algo que nos permitiría un margen de maniobra tal que nos abriría los espacios de la farsa de tal forma que podríamos movernos en ella con suma facilidad.
Pero la realidad es, generalmente, otra muy distinta y distante, donde muy pocos tienen plena posibilidad de decisión sobre sus vidas, dejándose llevar por una corriente que les arrastra sin remisión, y más en los tiempos actuales, donde las gentes se encuentran inermes, a la defensiva, sin posibilidad alguna, salvo contadas excepciones, de poder elegir y poner en valor sus potencialidades, que en la mayoría de los casos quedan ocultas, veladas por unas perspectivas de futuro tan oscuras que impiden el desarrollo de unas mentes que podrían brillar si tuvieran la oportunidad de demostrar unas capacidades que se les niega ya de partida al no poder ponerlas en cuestión ante un mercado laboral que parece haber desaparecido, dejando en un absoluto vacío las esperanzas de unos ciudadanos que buscan un trabajo para sobrevivir.
Los pocos que lo logran, han de pasar unos filtros tan agudos y sutiles, que rozan la perfección en todos los sentidos, tanto técnicos y de capacidad, como éticos  y estéticos, habiendo adquirido estos últimos una importancia de tal calibre, que sin una buena presencia, sin un porte más que correcto, sin un estilismo muy determinado por las exigencias sociales imperantes por la empresa moderna, no tendrá la mínima oportunidad de lograr su objetivo.
Admiro profundamente a esas gentes que todo lo han tenido en contra, que se les ha negado hasta la apariencia externa, hasta el aspecto físico, que pertenecen al grupo de los más desvalidos, de los minusválidos en suma, en mayor o menor grado, con los que la naturaleza se ha ensañado, hasta el punto de la crueldad más reprobable, más injusta y condenable, alterando su cuerpo de tal forma, que los ha condenado a la marginación social, donde encuentran barreras de todo tipo que les hacen la vida difícil, incómoda e insoportable
Conozco a una persona, a una admirable mujer, cuyo cuerpo es una tortura, una víctima de esas páginas torcidas de la naturaleza que en ocasiones parece esmerarse en retorcer con saña en un violento ejercicio de destrucción corporal que los convierte en un edificio en ruinas, en un suplicio constante y perverso que los impide caminar con normalidad, que los priva de los movimientos más habituales más necesarios, donde el simple hecho de sentarse, de ponerse de pie, de subir o bajar a un automóvil, se convierte en una acción complicada y desesperante, que no obstante llevan con infinita resignación.
¡Pero qué mente tan brillante y lúcida habita en tan atormentado cuerpo! Inteligente y sumamente capaz, es exigente consigo misma hasta la perfección, la mismo que espera de sus subordinados, que la admiran y respetan precisamente por ello, por su tesón y  fuerza de voluntad y por el hecho de que haya sido capaz de llegar a un puesto directivo a base de esfuerzo, inteligencia y capacidad.
Me veo en la necesidad de puntualizar que esta admirable mujer trabaja en la Administración, donde ha ido escalando puestos a base de superar duras y complicadas oposiciones, una tras otra hasta lograr sus objetivos. Muy distinto sería en la empresa privada, donde la farsa a la que aludíamos en principio adquiriría pleno sentido, y donde personas como la que cito, casi con absoluta seguridad, no pasarían el primer filtro, el del aspecto físico, donde serían rechazadas sin permitirles demostrar sus brillantes capacidades.
La estética en este caso, está por encima de todo. La inteligencia, puede esperar.

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