No hay nada más ofensivo, despectivo
y vejatorio, que las ironías cínicas y humillantes, a las que nos someten en
ocasiones los políticos cuando dicen hablar en nuestro nombre, en el de los
ciudadanos, en el del pueblo con voto, pero sin apenas voz, pretextando actuar en
representación nuestra, en la de los habitantes de un País sometido a unas duras
y lacerantes medidas económicas, sociales y laborales, que van a dejar huellas
durante decenios en un País, donde los recortes en todos los ámbitos, han
conseguido deprimir una sociedad que ve cómo se han rebajado los sueldos de los
trabajadores, para no volver a recuperarse jamás, donde en el mejor de los
casos se han congelado, con una durísima reforma laboral que ha permitido despidos
masivos, con unos altísimos índices de paro, sobre todo juvenil, que está
consiguiendo que toda una generación de jóvenes se vean inmersos en una
generación perdida, sin esperanza de encontrar un trabajo, con unas oscuras
perspectivas de futuro y con una jubilación que quizás nunca lleguen a
conseguir, a base de no cotizar más que unos pocos años a lo largo de toda su
vida laboral.
Si a todo esto unimos los tremendos
recortes en sanidad, educación, vivienda, infraestructuras, investigación y
formación, el panorama que queda es francamente desolador, a lo que hemos de
añadir, la corrupción, los despilfarros y la ineptitud de una clase política,
que pese a todas las críticas y los mea culpa, continúa a lo suyo,
protegiéndose por si las moscas, y escudándose para ello en el aforamiento, que
les garantiza que la justicia no pueda actuar contra ellos como haría con
cualquier ciudadano de a pie, y son diez mil los susodichos beneficiados por
esta medida que no tiene parangón alguno en una Europa que sigue abriendo
estupefacta los ojos, en un acto de sorpresa continuada, ante las actitudes de
los políticos de un País que constituyen un gremio que goza de todos los
privilegios habidos y por haber, en medio de un denigrante desprestigio que no
parece que les haga mella alguna.
Y en medio de todo este desolador
panorama, surge el Sr. Montoro, a la sazón ministro de Hacienda, con unas intrigantes
y cínicas declaraciones, en las que afirma que “el pueblo español, cuando se
levanta empieza a asombrar al mundo”. De incalificables siempre, pero sobre
todo de mordaces, ridículas y sobre todo burlonas, cabe calificar dichas
palabras que ofenden, por hirientes y ridículas, porque quieren dar a entender,
que el pueblo español, solicitó expresamente las agresivas y duras medidas
tomadas contra ellos, en un acto de suma y valiente heroicidad, sacando pecho,
pidiendo le rebajasen su nivel de vida unos cuantos escalones, solicitando a
gritos que le echasen de su trabajo, que le bajasen el suelo y que le dejasen
bajo mínimos los servicios sociales de los que disponía, todo en aras de
levantar un País al que ellos no han contribuido a devastar.
No Sr. Montoro, no nos hemos
levantado bravamente para auto sacrificarnos, para hacernos el harakiri, ni
hemos salido a la calle para celebrar, como usted parece dar a entender, que
nos hayan impuesto tan duras medidas para recomponer lo que no hemos
descompuesto, no somos tan ingenuos y heroicamente absurdos como para pedir que
paguemos los platos que otros han roto, no hable en nuestro nombre, no nos
ponga ni de ejemplo ni de escudo humano, nosotros no tratamos de asombrar al mundo
por nada, no hemos sido nosotros sino otros, los más poderosos, los más
corruptos, los más derrochadores los que han provocado este desastre, por lo
que nunca seremos los ciudadanos los que voluntariamente nos ofrezcamos a resolver
el problema, porque dicha resolución, nos la han impuesto ustedes, los
políticos, con el respaldo de todos los poderes fácticos de todo orden, que han
decidido cargar sobre nuestras espaldas los daños que ellos causaron.
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