miércoles, 2 de julio de 2014

REPITIENDO LA HISTORIA

Tenemos los seres humanos la arraigada costumbre de recordar y celebrar los hechos notables que caracterizan y marcan nuestras vidas, en unos casos como una forma de anotar un año más en nuestro casillero - también hay quien no lo conmemora para tratar de evitar así el paso de un tiempo – en otros, la efemérides ensalza o reverencia un hecho digno de destacar por sus bondades humanas, ya sea el nacimiento o la desaparición de un célebre personaje de las artes o las ciencias o la de un determinado descubrimiento científico que repercutió en beneficio de la humanidad, la de un hito histórico, ya sea el descubrimiento de un nuevo continente, la primera llegada del hombre a un cuerpo celeste ajeno al nuestro o la independencia de un País sometido durante cientos de años a la potencia extranjera que lo retuvo contra la voluntad de su población doblegada a la fuerza.
Según la afirmación tan conocida y no siempre suficientemente valorada en su justa medida, que afirma que los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla, existen numerosos casos a lo largo de la historia de la humanidad que le conceden auténtica veracidad, ya que las civilizaciones han caído una y otra vez en los mismos errores, dando carta de naturaleza a esta expresión, tan elementalmente predicada y tan sutilmente descartada por quienes han llevado a la humanidad a trágicos desastres, y por quienes han vuelto la cara ante sus autores y ante unos hechos que se avecinaban, que podían prever y cuyos efectos podían conocer con la suficiente antelación como para tratar de evitarlos y que no lo hicieron por oscuros e inconfesables  intereses, por cobardía, o por simple e inexplicable dejación.
Se cumplen este año, dos importantes hechos bélicos, terribles y atrozmente dolorosos para quienes tuvieron la desdicha de vivirlos y que sufrieron sus devastadores efectos, cuya repercusión continúa aún latente en la memoria de las gentes, hasta el punto de que en uno de los casos, en el nuestro, en el del setenta y cinco aniversario del final de la feroz, sangrienta y cruel guerra civil que devastó nuestro País, aún las heridas siguen abiertas, como sucede con los descendientes de quienes sufrieron la injusta y brutal represión desatada por parte de los vencedores, cuando la guerra ya había terminado.
El otro acontecimiento ahora rememorado es el de los cien años del comienzo de la espantosa primera guerra mundial, la llamada gran guerra, que durante cuatro terribles años asoló los campos y las ciudades de medio mundo en un acto bárbaro y de una extrema dureza debido a los métodos empleados que supusieron un espantoso sufrimiento para los soldados atrapados en la inmundicia de las trincheras de donde salían para enfrentarse en unos inhumanos combates cuerpo a cuerpo, en medio de unos campos donde el aire estaba contaminado por el empleo masivo de gases letales y de armas químicas salvajemente utilizadas, que dejaron el campo de batalla sembrado de millones de muertos.
Los setenta y cinco años del final de la guerra civil y los cien años del comienzo de la primera guerra mundial, son hechos que ahora se recuerdan, y que aportan luz y firmeza a la teoría de la debilidad humana en cuanto a su capacidad para olvidar los hechos pasados con el consiguiente peligro de volver, sino a repetirlos, sí a caer en un estado de dejación que puede llegar a favorecer esa desmemoria que tan fatídicos resultados puede llegar a acarrear con el paso del tiempo.
La segunda guerra mundial, poco más de veinte años después de finalizada la primera, es un ejemplo de cómo los seres humanos están dotados de una incalificable capacidad para repetir los mismos hechos al no haber aprendido de los errores cometidos con anterioridad. La negación a acometer y enfrentar las responsabilidades habidas después de nuestra guerra civil, constituye otro lamentable error. Debió llevarse a cabo en la transición, pero se pasó por alto, se obvió entonces y ahora sigue latente, con importantes e injustificables obstáculos que se deberían eliminar, porque la memoria histórica sigue presente en los descendientes de quienes sufrieron la violencia por parte de los vencedores, que no contentos con ello, se empeñaron en una cruel venganza contra los vencidos, demostrando con ello una bajeza moral sin límites.
Ambos casos demuestran que el ser humano no parece querer aprender de sus errores, pese a que una y otra vez haga propósito de enmienda, demostrando con ello una debilidad inherente a nuestra especie, que sigue cayendo una y otra vez en sus persistentes errores.

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