Repaso con presteza los titulares de
los principales medios de comunicación, y me encuentro con las últimas noticias
acerca del omnipresente campeonato mundial de fútbol, así como de la
estrepitosa caída de la tan cacareada camarinha – léase selección nacional de
Brasil – que ha provocado una hecatombe nacional de proporciones gigantescas,
con una depresión ciudadana generalizada y un ambiente enrarecido, sobre todo
después de los tremendos gastos habidos en unas infraestructuras que no han
mejorado la calidad de vida de sus habitantes - uno de los que se les conoce
por países emergentes – donde la miseria más absoluta campa por sus respetos en
la periferia de las ciudades, y dónde se esperan gastos aún más ingentes, más
desproporcionados, casi insoportables para este País, con motivo de la
Olimpíada a celebrar allí en el dos mil dieciséis, que nuevamente supondrá un
enorme sacrificio para los de siempre y un gigantesco beneficio para los que
suelen beneficiarse de estos magnos acontecimientos, que España solicitó para
el año dos mil veinte, aunque más que el País, quienes lo solicitaron fueron
unos cuantos que hicieron el ridículo más espantoso y que afortunadamente no se
consiguió - precisamente uno de los motivos ocultos por los que se denegó, fue
el hecho de que no había negocio ya que tal como ingenuamente machacó la
numerosa y costosa delegación, casi todo ya estaba hecho - y que hubiera
supuesto unos enormes gastos, que tal como hizo Italia, simple y llanamente debiera
haberse desistido de una solicitud que estaba fuera de lugar en un País sumido
en una profunda crisis.
Contemplo también, los insoportables
y soporíferos vaivenes de una política nacional, sumida en un profundo
aburrimiento, fruto de unos políticos completamente desprestigiados por tanta
corrupción, tanto engaño y tanta ineptitud como nos muestran día a día, y que
continúan con el machacón y ridículo “y tú más”, que no resuelve nada, que los
encierra en sus herméticas posiciones y que lo único que consigue es el
estancamiento de una política en la que el rodillo de la mayoría absoluta es el
que al final descarga todo su poder, destrozando las pocas briznas de hierba
fresca que quedaban en un País, que observa cómo el paro apenas da un mínimo
respiro, y siempre por motivos estacionales de temporada, con contratos en
absoluto precario, y con unas retribuciones a la baja que quizás jamás se
lleguen a recuperar.
Mientras tanto, leo cómo el Psoe,
intenta levantarse, resurgir de sus cenizas y volver a mostrar su rostro más
amable ante unos votantes que le han abandonado en las últimas elecciones y que
están a la expectativa por si alguno de los tres aspirantes a la secretaría
general es capaz de encauzar un partido político tan relevante como éste, con
nuevas y sugerentes ofertas , más a la izquierda, más avanzado, más valiente,
que sean creíbles y oportunas y que no se diluyan a la primera de cambio, a la
par que unifique y discipline a todos sus sectores, léase el Psc catalán,
consiguiendo así el resurgimiento de un partido que anda últimamente tan de
capa caída, y que es necesario e imprescindible para esta incipiente
democracia.
Junto a estas noticias, observo con
incredulidad, con horror, con espanto y honda pena, la fotografía en la que un
niño es rescatado por su padre entre los escombros de una casa en Palestina,
bombardeada por Israel. Los brazos y la cabeza del niño, ensangrentados, yacen
inertes, mientras el padre lo contempla con un indescriptible dolor. Las bombas
no han dejado ni rastro de vida, ni apenas unas briznas de hierba, sólo
desolación, mientras la comunidad internacional mira hacia otro lado. Es el
rostro de la cobardía culpable.
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