Cuando el inefable Lendakari
Ibarretxe, se empeñó en dar la tabarra con su famoso y ya olvidado plan del
mismo nombre, que tuvo pendiente a este País durante demasiado tiempo para al
final no llegar a nada, diluirse, desaparecer como por arte de magia, se
escucharon muchas, airadas e indignadas voces que pedían a voz en grito,
sumamente alarmadas por las consecuencias que su alocada y machacona decisión
de convocar una consulta en el País Vasco podía conllevar, que pedían por
activa y por pasiva que no se le hiciese concesión alguna, que se le negase
radicalmente cualquier intento de llevar a cabo un referéndum que podría poner
en grave peligro la unidad nacional que muchos temían, pero que sin embargo otros
no llegaron a tomar nunca en serio, o al menos así parecían mostrarlo, cuando
aseguraban en tertulias y debates, que eran bravuconadas, que no iba en serio,
que era un cantamañanas – así llegaron a calificarle algunos tertulianos –
asegurando que nunca llevaría a término su plan, que es lo que ciertamente
sucedió, pues cuando en el Congreso se le denegó el derecho a decidir, dejó su
plan de lado, lo archivó en el cajón de los proyectos imposibles y nada más se
volvió a saber del tema.
Por entonces los catalanes estaban
muy callados, no sabemos si esperando su turno, si mascullándolo, rumiándolo, o
estaban simplemente dormitando, pero a la expectativa siempre, con un ojo
abierto y otro cerrado, en alerta permanente, pero en cualquier caso sin
levantar la voz ni sospecha alguna de la que iban a montar años más adelante,
después de haber aprendido la lección del intento Vasco, que sin duda siguieron
con franca y mal disimulada simpatía, en definitiva con suma atención, aunque
nunca parecieran dar muestras de ello para que nadie les pudiera tildar de
indecisos y pusilánimes, aunque debieron tomar amplias, profusas y detenidas
notas para más adelante, para cuando tuvieran las cosas más claras, más
maduras, más listas en definitiva para salir del horno donde se estaban
cociendo.
Y ahí los tenemos, aquí y ahora,
después de unos cuantos años de reposada y fecunda maduración, cuando apenas
faltan tres meses para la anunciada consulta, en un permanente desafío al
margen de todas las leyes, constituciones y denegaciones habidas y por haber,
que ya han anunciado en repetidas ocasiones que no piensan respetar, ante lo
que el gobierno ya ha dejado bien claro que no se va a permitir que se salten
las leyes a la torera, que no habrá consulta, que no se llevará a cabo ningún
acto contrario a la Constitución, a lo que la otra parte responden que a ellos
les acoge el derecho, que las leyes les amparan, que seguirán adelante con una
maniobra que nadie sabe cómo va a comenzar y mucho menos aún cómo acabará.
Los mismos tertulianos que en el
caso Vasco afirmaban que no merecía la pena tomarse en serio el desafío de
Ibarretxe, ahora, en el caso Catalán, no lo tienen tan claro, no lo ven como
una bravuconada, sino como algo más serio que hay que afrontar, que está
llegando ya demasiado lejos y que apenas hay margen de tiempo para resolver un
problema que en el caso Escocés, hace ya más de un año llegaron a los oportunos
acuerdos con los Ingleses para la consulta que se llevará a cabo poco antes de
la fecha que los Catalanes han puesto para la suya, y todo ello sin grandes
contratiempos que se puedan mencionar.
Hay que evitar un choque de trenes
que sería trágico y no deseable para ambas partes y que no sabemos cómo podría
terminar. En estos días se han presentado dos manifiestos de inspiración
opuesta a cargo de personajes de la intelectualidad española, uno de ellos
presidido por el ex ministro Gabilondo, Baltasar Garzón y Nicolás Sartorius
entre otros. El otro manifiesto, entre otros, lo firman Vargas Llosa, Albert
Boadella y José Luis Garci. Los primeros abogan por un cambio de la Constitución,
un modelo federal que pueda contentar a todos, mientras que el segundo manifiesto
pide que no se ceda lo más mínimo, manteniendo la férrea postura actual que
mantiene el gobierno.
En cualquier caso, lo que es
absolutamente ilógico a la par que insoportable, es que a falta de tres meses
para la anunciada votación ilegal, los ciudadanos de este País no sepamos a qué
atenernos, qué es lo que va a pasar, cómo se va a resolver este previsible
choque de trenes que nadie en su sano juicio puede desear.
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