lunes, 8 de septiembre de 2014

CHOQUE DE TRENES

Cuando el inefable Lendakari Ibarretxe, se empeñó en dar la tabarra con su famoso y ya olvidado plan del mismo nombre, que tuvo pendiente a este País durante demasiado tiempo para al final no llegar a nada, diluirse, desaparecer como por arte de magia, se escucharon muchas, airadas e indignadas voces que pedían a voz en grito, sumamente alarmadas por las consecuencias que su alocada y machacona decisión de convocar una consulta en el País Vasco podía conllevar, que pedían por activa y por pasiva que no se le hiciese concesión alguna, que se le negase radicalmente cualquier intento de llevar a cabo un referéndum que podría poner en grave peligro la unidad nacional que muchos temían, pero que sin embargo otros no llegaron a tomar nunca en serio, o al menos así parecían mostrarlo, cuando aseguraban en tertulias y debates, que eran bravuconadas, que no iba en serio, que era un cantamañanas – así llegaron a calificarle algunos tertulianos – asegurando que nunca llevaría a término su plan, que es lo que ciertamente sucedió, pues cuando en el Congreso se le denegó el derecho a decidir, dejó su plan de lado, lo archivó en el cajón de los proyectos imposibles y nada más se volvió a saber del tema.
Por entonces los catalanes estaban muy callados, no sabemos si esperando su turno, si mascullándolo, rumiándolo, o estaban simplemente dormitando, pero a la expectativa siempre, con un ojo abierto y otro cerrado, en alerta permanente, pero en cualquier caso sin levantar la voz ni sospecha alguna de la que iban a montar años más adelante, después de haber aprendido la lección del intento Vasco, que sin duda siguieron con franca y mal disimulada simpatía, en definitiva con suma atención, aunque nunca parecieran dar muestras de ello para que nadie les pudiera tildar de indecisos y pusilánimes, aunque debieron tomar amplias, profusas y detenidas notas para más adelante, para cuando tuvieran las cosas más claras, más maduras, más listas en definitiva para salir del horno donde se estaban cociendo.
Y ahí los tenemos, aquí y ahora, después de unos cuantos años de reposada y fecunda maduración, cuando apenas faltan tres meses para la anunciada consulta, en un permanente desafío al margen de todas las leyes, constituciones y denegaciones habidas y por haber, que ya han anunciado en repetidas ocasiones que no piensan respetar, ante lo que el gobierno ya ha dejado bien claro que no se va a permitir que se salten las leyes a la torera, que no habrá consulta, que no se llevará a cabo ningún acto contrario a la Constitución, a lo que la otra parte responden que a ellos les acoge el derecho, que las leyes les amparan, que seguirán adelante con una maniobra que nadie sabe cómo va a comenzar y mucho menos aún cómo acabará.
Los mismos tertulianos que en el caso Vasco afirmaban que no merecía la pena tomarse en serio el desafío de Ibarretxe, ahora, en el caso Catalán, no lo tienen tan claro, no lo ven como una bravuconada, sino como algo más serio que hay que afrontar, que está llegando ya demasiado lejos y que apenas hay margen de tiempo para resolver un problema que en el caso Escocés, hace ya más de un año llegaron a los oportunos acuerdos con los Ingleses para la consulta que se llevará a cabo poco antes de la fecha que los Catalanes han puesto para la suya, y todo ello sin grandes contratiempos que se puedan mencionar.
Hay que evitar un choque de trenes que sería trágico y no deseable para ambas partes y que no sabemos cómo podría terminar. En estos días se han presentado dos manifiestos de inspiración opuesta a cargo de personajes de la intelectualidad española, uno de ellos presidido por el ex ministro Gabilondo, Baltasar Garzón y Nicolás Sartorius entre otros. El otro manifiesto, entre otros, lo firman Vargas Llosa, Albert Boadella y José Luis Garci. Los primeros abogan por un cambio de la Constitución, un modelo federal que pueda contentar a todos, mientras que el segundo manifiesto pide que no se ceda lo más mínimo, manteniendo la férrea postura actual que mantiene el gobierno.
En cualquier caso, lo que es absolutamente ilógico a la par que insoportable, es que a falta de tres meses para la anunciada votación ilegal, los ciudadanos de este País no sepamos a qué atenernos, qué es lo que va a pasar, cómo se va a resolver este previsible choque de trenes que nadie en su sano juicio puede desear.

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