lunes, 15 de septiembre de 2014

HONORABLES CIUDADANOS

Es inútil e imposible tratar de huir en un vano intento por dejar atrás el continuo y pertinaz sobresalto que tanto tiempo lleva acosándonos, en un País donde a fuerza de despertarnos con nuevas y frustrantes noticias, desalentadoras casi siempre, los ciudadanos asimilan con estoica actitud cuanto se les viene encima, en una alarde de infinita y resignada paciencia que resulta difícil de explicar, sobre todo si tenemos en cuenta las denigrantes circunstancias socio económicas que nos envuelven y atrapan, nada halagüeñas, pese a los consabidos datos macroeconómicos que tan lejanos quedan de los ciudadanos, a los que no tienen en cuenta en absoluto, ya que no existe paralelismo alguno entre esas cifras y las que configuran y determinan sus atribuladas vidas.
Con todo ello presente, y sin apenas tiempo para lamentos, nos desayunamos con un nuevo escándalo, con un nuevo suceso que ya no sabemos cómo calificar, porque se nos agotan los adjetivos a fuerza de su continua y desalentadora utilización, proveniente esta vez, o más bien, una vez más, de esa Cataluña que tanto se empeña en acusarnos y recriminarnos del robo del que son objeto por nuestra parte, y que ahora, después de la auto inculpación de Pujol, quizás, aunque lo dudo, giren su mirada ciento ochenta grados hacia ellos mismos, hacia su gente, hacia lo honorables Padres de una Patria que han deshonrado, hacia unos ciudadanos que han engañado una vez más, empapados esta vez de indignidad hasta la médula, y envueltos en un halo de falsa respetabilidad y deshonesta honorabilidad, revelándose como unos falsos e indignos próceres, consiguiendo con ello sobrepasar todos los límites conocidos hasta ahora.
Se ha llegado a tales extremos, que pese a que los ciudadanos de este País parecían estar curados y a salvo de todo espanto, por tanto y tan supremo desvarío, y tanta iniquidad fraudulenta, que en este caso han adoptado una actitud de enorme incredulidad, que no obstante no ha durado mucho tiempo, una vez analizados los hechos después de leer y escuchar con esmerada y sobrecogida atención los diversos medios de comunicación, que apenas han comenzado a desmenuzar los entresijos de un turbio asunto, donde una vez se ha tirado del hilo, y siendo éste largo y consistente, seguro que dará mucho juego durante un largo período de tiempo, y que seguro tocará de lleno a multitud de personajes e instituciones, de tal forma que no nos van a dar tregua, y que esperamos se sustancie con una decidida y sólida investigación, que culmine con una eficaz determinación de una Justicia que esperamos no defraude, como en tantas ocasiones, a unos ciudadanos que están lo suficientemente hartos de tanto fraude, como para salir a la calle a gritar a los cuatro vientos, que se desenmascare y se castigue a tantos autores de guante blanco, protagonistas de fechorías sin cuento que aún quedan libres campando por sus respetos.
Todo el mundo lo sabía. Tanto políticos como instituciones estaban al tanto, y desde hace demasiado tiempo – ahí está el famoso tres por ciento -  pero que nadie ha sido capaz de airear. Muchos lo sabían y otros lo intuían poderosamente, incluida una parte de la ciudadanía catalana, que algo creía saber, porque para ellos era de dominio público, acerca de una familia de la élite, que se supone representaba las esencias más nobles, dignas y honorables de una región empeñada en una falsa enemistad con el resto de una España que nada tiene contra sus ciudadanos, sino contra quienes les han embarcado en una loca aventura independentista y que se han revelando como impostores en aras de sus privilegiados intereses.

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