En los albores de la
civilización, alrededor del año cuatro mil antes de Cristo, la medicina estaba
basada en la magia contra los espíritus malignos de los que el hombre tenía que
ser protegido mediante conjuros para exorcizar al demonio y sacarlo fuera del
cuerpo. Fue Hipócrates el primero en crear un método de aprendizaje en medicina
consistente en apoyarse en la experiencia, observando cuidadosamente al
paciente, interrogándolo, conociendo sus costumbres y la forma en cómo éstas
habían repercutido en su salud y explorándolo cuidadosamente.
En el año 300 antes de Cristo
en la escuela médica de Alejandría, surgió el fundador de la anatomía, el
griego Herófilo. Este médico fue el primero en hacer disecciones de cadáveres
en público. Reconoció el cerebro como sede de la inteligencia al igual que lo
había señalado Hipócrates y en contra del criterio de Aristóteles que lo ponía
en el corazón. Asoció a los nervios la sensibilidad y los movimientos y
diferenció las arterias de las venas. A partir del año 150 después de Cristo,
el griego Galeno, de la ciudad de Pergamo, que seguía la escuela hipocrática,
al parecer hizo algunas pocas disecciones de cadáveres y conocía bien los
huesos y los músculos y era el mejor fisiólogo de su época. Lamentablemente
debido a su mal genio y egolatría no tuvo alumnos y no fundón ninguna escuela.
Los romanos contribuyeron a la medicina con la
construcción de grandes hospitales, al principio militares y luego municipales.
Inventaron un sistema de cloacas subterráneas para eliminar las materias
fecales y distribuyeron el agua potable mediante los acueductos que abastecían
a Roma con millones de galones diarios. Crearon el puesto de médico de pueblo
para atender a los pobres con salarios pagados por la municipalidad. Los ricos
tenían ya para esa época un médico familiar.
Los Árabes comenzaron a
estudiar las fuentes médicas griegas, y el persa Avicena, allá por el año 1000
después de Cristo, escribió una enciclopedia del saber médico llamada El Canon,
que se utilizó durante siglos, hasta que en el siglo XVIII, se llevaron a cabo
el descubrimiento de diversas vacunas para luchar contra las frecuentes
epidemias que asolaban Europa, así como los antibióticos e importantes hallazgos
médicos, y con ello la medicina sufrió un continuo e imparable avance que no se
ha detenido desde entonces, con el amparo y la inestimable ayuda de las nuevas
tecnologías de las que disponemos hoy en día.
Y aquí estamos, en el siglo
XXI, con una sanidad en continuo retroceso, en cuanto a prestaciones se
refiere, con unas esperas de varios días para la prestación ambulatoria, que
tanto deja que desear en lo que a satisfacción del usuario se refiere, y con
unos retrasos en las operaciones quirúrgicas que llegan hasta los cuatro y
cinco meses – hablo siempre de Madrid - durante los cuales el paciente tiende a
empeorar, debiendo llevar la sonda, el oxígeno, la adaptación provisional
correspondiente, hasta que se dignen llamarle de un hospital a veces
infrautilizado, en ocasiones colapsado, y siempre excesivamente distante para
el paciente que sufre las consecuencias de una sanidad que parece haberse
olvidado del ciudadano que ha contribuido durante toda su vida al sostenimiento
de la sanidad pública y que ahora se ve rechazado y maltratado por ella.
Conozco, porque lo he vivido
muy de cerca, tanto la situación de la atención primaria de la seguridad social,
demasiado lenta en la espera y excesivamente ligera en la atención, como en la
atención privada, rápida, atenta y efectiva. He podido comprobar cómo pacientes de la
atención primaria han tenido que recurrir a su seguro privado al no resolverles
su afección y haber empeorado notablemente, con el resultado de una notable e
inexplicable diferencia a favor de éste último, tanto en cuanto a la atención
inmediata, como a la exploración inicial, como al diagnóstico rápido y certero.
Es decir, páguese usted un seguro médico privado y será debidamente atendido.
Olvídese pues de la sanidad
pública y váyase a la privada, y ya de paso quizás deba costearse un plan de
jubilación, y un seguro de vida, porque el tan cacareado estado social y de
derecho, parece estar en horas bajas, y usted, que debería ser el principal
beneficiario ha dejado de serlo. Ya no es el protagonista. Apenas ejerce ya de
actor secundario.
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