miércoles, 21 de enero de 2015

AIRES DE TANGO EN EL VATICANO

Es indudable que el Papa actual está despertando unas simpatías que logran sorprender a propios y extraños, es decir, tanto a católicos como a agnósticos, que ven en él a un personaje singular, con una dignidad muy particular, muy próxima a la gente, sin el  boato y el ceremonial acostumbrado en los Pontífices al uso, con una imagen cercana a un cura antiguo de pueblo, pero vestido con hábitos blancos, y ocupando el trono que dejó vacante Pedro hace dos mil años, siempre con una sonrisa y con un desparpajo que deja atónitos a unos y perplejos a otros, tan desacostumbrados a un Papa tan singular.
Con ese aspecto desgarbado, con aires de cura bonachón, de andares rápidos y descuidados, sin hacer grandes concesiones a los protocolos, tan rígidos y habituales en quienes hasta ahora le han precedido en el cargo, da la impresión de que de un momento a otro va a salir corriendo a rematar el balón que desde la grada le pasa su paisano Maradona, o que de un momento a otro se va arrancar con unos pasos de baile al son de un tango de Gardel, en homenaje a la Argentina natal de este Papa, al que pocos al referirse a él hablan del Santo Padre, Sumo Pontífice o Santidad, sino que citan a  Bergoglio o a Francisco, tal es la confianza innata que despierta en los medios de comunicación, tal es la cercanía que les lleva a hablar de él como si de un personaje de andar por casa se tratara.
Ha despertado muchas esperanzas entre quienes siguen a este mandatario de una Iglesia con dos mil años de historia, a través de los cuales ha pasado con más pena que gloria, con continuos conflictos de todo orden y con una férrea disposición a mantenerse inalterable e inmutable, con leves e imperceptibles signos de un cambio, que ahora parecen comenzar a descollar con Francisco.
Y es que parece haber irrumpido en el Vaticano con unos aires desconocidos hasta el presente, ya que este cura argentino parece empeñado en cambiar lo hasta ahora inamovible, sin grandes ruidos, sin pompas excesivas ni espectaculares alharacas que acompañen cada uno de sus pasos, sino con una carga social desconocida hasta ahora, con una profunda revisión de temas que han sido siempre materia reservada en la Iglesia y con una denuncia valiente de asuntos que siempre estuvieron muy lejos de los pontífices que hasta ahora han sido, como es el caso de los curas pederastas que ha denunciado sin titubeo alguno.
Leo en la prensa, cómo el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, alaba a Francisco después de escucharle en su intervención en el Parlamento Europeo – nobleza obliga con ese apellido - en el que ha defendido la dignidad de los ciudadanos, cuando afirma que ningún ciudadano puede encontrar dignidad alguna, cuando no encuentra trabajo ni tiene para comer. Estas palabras han despertado el aplauso, la consideración y la valoración positiva, en manos de un líder considerado como extremista y radical, lo cual, en general, ha sorprendido gratamente.
Demasiadas esperanzas quizás las depositadas en Francisco. Es impensable que una institución tan inmovilista como la Iglesia, con dos mil años de una conflictiva, complicada y enrevesada trayectoria, que apenas ha sufrido cambios a lo largo de los tiempos, pueda un Papa cambiar, por mucho que se lo proponga, ya que será un empeño en la que la lucha con la Curia Vaticana, rígida y opuesta al cambio, será sin duda desigual, y en la que las posibilidades de salir airoso, siempre serán mínimas y a un alto coste para este cura Argentino que ha querido volar más alto que los demás. Sería deseable que no le cortasen las alas.

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