lunes, 20 de noviembre de 2023

La esperanza del planeta

Pocas dudas suscita el hecho de que no estamos solos en este universo que cada día descubrimos más colosal, con nuevos descubrimientos, nuevos hallazgos que nos llevan a concluir que apenas lo conocemos, que sus límites se nos escapan, que merced a los telescopios instalados en órbita, nuevas y lejanas galaxias aparecen ante nuestros incrédulos ojos, con infinidad de estrellas y planetas desconocidos que se suman al gigantesco mapa de un cosmos que no cesa de crecer, dónde quizá no haya lugar para la duda, en cuanto a que la vida no sea algo exclusivo de nuestro planeta, sino un fenómeno bastante común en este colosal universo, que sigue sorprendiéndonos tanto más cuanto más lo investigamos y conocemos, gracias al constante desarrollo de los medios técnicos empleados.

En caso de que así fuera, la posibilidad de que alguien estableciese contacto con nosotros, es enormemente remota, con unas distancias colosales medidas en términos de años luz, que, salvo el caso de una civilización increíblemente avanzada, lo que siempre es una lejana probabilidad, este hecho no tendría ninguna posibilidad, y entraría dentro de la ciencia ficción, dando por hecho que nosotros, insignificantes seres del planeta Tierra, ni soñamos con ser los visitantes, pues nuestra tecnología no nos permite, ni de lejos, semejante sueño estelar.

En cualquier caso, si algún insensato extraterrestre nos visitara, no tardaría mucho, después de investigarnos mínimamente, en retirarse de inmediato haciendo mutis por el foro, ante lo que se les podía venir encima o persistían en su descabellado intento de convivir con una especie humana que en unos pocos milenios ha cometido todo tipo de atropellos, desmanes y violencias varias entre sí y contra el planeta que habita, difícil de superar por la más perversa imaginación que pudieran exhibir los supuestos visitantes.

Vivimos en un planeta dónde la inusitada violencia es moneda común desde el principio de los tiempos sin que hayamos dado muestras de mejora con el paso del tiempo, como ahora, entrado el siglo XXI, incluso en Europa, con una guerra que está implicando a numerosos  países desde hace demasiado tiempo, que aunque no formen parte de los dos directamente implicados, sí lo están de hecho al colaborar con el aporte de armamento a uno de los dos contendientes, en una guerra de agresión, que está horadando profundamente la fe en un mundo pacífico que creíamos estaba al alcance de la mano, y que de nuevo se aleja de un horizonte pacífico que parece imposible de contemplar.

En Oriente Próximo, el difícil equilibrio apenas mantenido durante los últimos años, se ha roto de una manera brutal, dando al traste de nuevo con las esperanzas de lograr una paz entre Israelíes y Palestinos, que está causando una catástrofe humana a la que ya no pensábamos asistir, en una espantosa masacre dónde encontrar un culpable resulta difícil de hallar, pese a tratarse de una desigual contienda entre David y Goliat, con brutales actuaciones de uno y de otro, que no disculpan a ninguno, y en el que las víctimas son, como en todas las guerras, la población civil, que indefensa, soporta un indecible sufrimiento que contemplamos cada día a través de los medios de comunicación, como si de un siniestro y tétrico espectáculo se tratara.

 Pero sin duda, uno de los contendientes tiene toda la responsabilidad en esta catástrofe humanitaria, al tratarse de una potencia económica y militar de primer orden, con un poderoso ejército que está aplastando a unos indefensos ciudadanos, y que tiene en su mano la facultad de detener una masacre que está causando un destre humanitario sin precedentes, con un sufrimiento espantoso que afecta en especial a niños ancianos y enfermos que viven en unas insoportables condiciones inhumanas sin los recursos más esenciales para sobrevivir.

Sometidos al brutal impacto de los bombardeos y al corte continuo de agua, luz y combustibles, los palestinos de Gaza y Cisjordania, abandonados por el resto el mundo, están siendo víctimas de una catástrofe humana que no podemos permitir y que debería mover a los gobiernos del mundo a tomar medidas inmediatas para dar fin a una masacre que avergüenza a una especie como la nuestra, que se declara inteligente, pero que a lo largo de su historia se ha visto incapaz para desvincularse de una violencia que ha caracterizado toda su existencia.

Nunca deberíamos bajar la guardia, y menos aún, dejarnos llevar por el desánimo desalentador de quién desconfía de las capacidades humanas para cambiar su destino y emprender definitivamente la senda de la concordia, la paz y la justicia en un planeta que pese a su inmensa soledad en el colosal universo por dónde navega, alberga una especie humana capaz también de grandes y hermosos ejemplos de solidaridad que no podemos olvidar, como forma de recordarnos que la esperanza y la confianza en la humanidad debe  presidir nuestro futuro.

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