viernes, 3 de noviembre de 2023

Para qué sirve un rey

En tiempos que a todos los efectos ya creí superados, recuerdo que todos los años se convocaba un concurso a nivel nacional, cuyo título no necesita ninguna aclaración, salvo su dudosa estética, que encerraba, eso sí, una más que cuestionable ética, que nadie parece haber puesto en duda jamás, y que con perplejidad y asombro, descubro ahora que sigue manteniendo su vigencia, imperturbable por el paso del incansable tiempo, con su mismo título de y dirigido a los mismos indefensos y tiernos infantes, todos ellos alumnos de primaria y secundaria.

El surrealista título, inmutable a través del tiempo, reza como sigue: ¿Qué es para ti un rey? Imagino que por la mente de los autores de semejante desafío, debe de pasar de todo, desde un carta de la baraja, hasta los reyes godos, pasando, los más pequeños, por la imagen de los magos de oriente, con lo que los escritos han de rezumar encanto por todos sus poros, sin duda, en forma de ilusionante cuento, con lo que los encargados de ejercer de jurado, han de tener harto difícil el desempeño de su complicada e infantil labor a la hora de conceder los premios.

Cabe pensar que los profesores de los esforzados concursantes, ilustrarán a sus alumnos a la hora de documentarlos antes de enfrentarse a tan exclusiva labor por lo que los imagino preparando toda una delicada y peculiar labor pedagógica, con el objeto de ayudar a tan singular legión escritora, a intentar comprender qué es para ellos, y para qué sirve un rey, que, en definitiva, y a través de los medios de comunicación, hartos están de seguir, viéndolo leyendo en público, que no hablando, algo que no suelen hacer, dando la mano a otras personas e inaugurando alguna exposición de vaya usted a saber qué.

Imagino que algún avispado participante, se interesará por saber cuándo se cambia de rey,  cada cuanto tiempo se elige a un monarca nuevo, poniendo en serios aprietos al compungido profesor, que se verá obligado a explicar que no se sigue ese procedimiento democrático, que se hereda, que su puesto no lo deciden democráticamente los ciudadanos, como al resto de los representantes, que es una institución que no es elegible.

Le explicarán que viene de siglos atrás, que reina pero no gobierna, algo que tendrá que aclarar, sembrando el desconcierto más absoluto en el concursante, que ve cómo se va complicando su  capacidad de entendimiento, incapaz de comprender cuanto información le aporta un profesor, que a su vez, se verá atribulado por tanta falta de coherencia como está exhibiendo ante un alumno, al que sin duda, se le habrá explicado con profusión las bonanzas del sistema democrático en el que tenemos la suerte de vivir.

Pero las contradicciones son evidentes, y el novel escritor, tendrá serios problemas a la hora de desentrañarlas, incapaz de entender cómo una persona no elegible pueda representar a un estado, a una nación, y por ende a sus ciudadanos, muchos de los cuales pensando lo mismo, se preguntan cómo es posible, que una institución de otros tiempos, anacrónica y, en principio meramente simbólica, puede llegar a esos extremos de representación, ocasionando unos importantes gastos, que el ciudadano ha de aportar, tanto a él, como a sus descendientes, que irán ocupando su lugar en el trono, por el simple hecho de pertenecer a la familia.

Aunque no reina posee funciones de representación que, como la de proponer a los candidatos para una investidura, causan sonrojo, cuando no rechazo, ante la enorme trascendencia que ello conlleva, y que se deja en las manos de alguien que no debería tener lugar en una democracia, aunque dicha función suene a meramente formal, pero qué ni aún así debería ejercer quién no se ha sometido a las urnas, y que a mi pesar me veo obligado a destacar, aún a riesgo de ser inoportuno, molesto y fuera de lugar, en un país dónde no se es bienvenido cuando el asunto se trata abiertamente en público o en un medio de comunicación, dónde no suelen ser bienvenidos quienes así piensan, por lo que las esperanzas de que estas atrevidas líneas ocupen su lugar en un medio de comunicación, se me antojan harto complicadas.

País absurdo, poco serio e irresponsable aquel que no ve con buenos ojos a quienes cuestionan a la monarquía, institución opaca y ausente de transparencia dónde las haya, cuando sí se admite criticar cualquier otra institución, con sus gobernantes elegidos por votación popular incluidos, lo que resulta absurdo y de una ridiculez extrema, en un país libre y democrático, en un estado social y de derecho, que con estos hechos y comportamientos, nos hacen dudar seriamente de su verosimilitud.

Es por todo esto que este concurso, tan alienante, tan fuera de lugar y de tiempo, no debería ir dirigido a los niños, sino a los adultos a quienes les es negada tan restrictiva libertad, que no lo es de derecho, pero sí de hecho, ya que se considera una salida de tono, inoportuna y mal vista, políticamente incorrecta, y socialmente reprobable, pues es de mal gusto, y si me apuran, de mala educación, lo que no puedo calificar más que de una absoluta falta de la más elemental y necesaria inteligencia por parte de los que niegan a los demás una regla esencial de la democracia: la libertad de expresión, sin la cual, la democracia pierde todo sentido,

Se me dirá, que esto no es así, que puedo opinar libremente acerca de cualquier tema, incluída la monarquía y su anacronismo en el siglo XXI, pero les digo que esta es una respuesta trampa, ya que, claro que puedo hacerlo, pero será como predicar en el desierto, nadie lo publicará, nadie querrá hacerse eco de tan osado, inoportuno e insolente atrevimiento, y es que la democracia parece estar sobrevalorada por estos lares.

No hay comentarios: