miércoles, 21 de febrero de 2024

El patrimonio de todos

 

No hay mayor ofensa que pueda infligirse a la cultura en general y a los autores que nos legaron su obra en particular, que mostrar desprecio, desafecto o indiferencia hacia los tesoros que graciosamente nos cedieron  nuestros ancestros con sus obras de arte de todo signo, en un gesto que los honra, y que sus beneficiarios tenemos la obligación de respetar, cuidar y divulgar, en un gesto que nos congratule con ellos, con el arte y la cultura y nos permita disfrutar de la belleza y la sensibilidad que en sus obras depositaron pensando en las futuras generaciones que tras esos maestros se encargarían de conservar, para a su vez transmitirlas a sus herederos, y así indefinidamente, en una ceremonia de respeto y admiración que nos reconcilie con nuestra condición de seres humanos.

Hace algunos años tuve ocasión de conocer un hecho que me causó honda impresión, referente a un insólito caso de tráfico de arte que gracias al interés y a la dedicación de un profesor de historia del arte medieval de la universidad de Girona, Gerardo Boto, especializado en el análisis de la plástica románica se pudo resolver. Demostró que el hermoso claustro románico hallado en la finca Mas del Vent de esa ciudad catalana, no se trataba de una falsificación, de una imitación, de un falso histórico, como aseguraban tajantemente los técnicos de la Generalitat, cuando afirmaban que las galerías de estilo románico eran una simple recreación actual con algunos elementos del siglo XII.

Este profesor, pudo determinar que cada uno de sus sillares, en perfecto estado de conservación, procedían del claustro de la catedral vieja de Salamanca, derruida a causa del terremoto de Lisboa de 1755. Afortunadamente el Cabildo Catedralicio decidió desmontar los pilares y cada uno de los sillares, dado su excelente estado de conservación, con el objeto de montarlos posteriormente, lo cual resulta absolutamente loable y digno de agradecimiento hacia aquellas gentes que tomaron semejante decisión, si tenemos en cuenta que nos encontrábamos en el siglo XVIII.

En 1785 se decidió reconstruir el claustro de la catedral, pero dadas las preferencias de entonces, se llevó a cabo en el estilo Neoclásico que imperaba en el momento, por lo que se tomó la decisión de numerar y almacenar los elementos del antiguo claustro románico con la intención de venderlos. Posteriormente acabaron en Madrid en 1931, en Ciudad Lineal, para finalmente ser adquiridas por un alemán que las instaló definitivamente en su finca de Mas del Vent de Girona, acabando un periplo que comenzó ocho siglos atrás.

Me congratulo sinceramente por el hecho de tener la certeza de que estos valiosísimos restos que conforman un claustro casi completo, son auténticos y no una vulgar imitación como aseguraban los técnicos de la Generalitat Catalana, aunque terminasen en una finca privada, que no es lo más deseable, en lugar de retornar a su lugar de origen en un lugar público dónde ser admirados por los amantes del arte.

Acuden a mi mente los recuerdos de la ingente cantidad de edificios históricos, de pequeño tamaño, como tantas preciosas ermitas, e iglesias, así como conventos monasterios y otras reliquias del pasado no necesariamente de signo religioso, que han sido abandonadas a su suerte, vendidas por inaprensivos sin escrúpulos, olvidadas o desvalijadas, expoliadas y saqueadas, tanto en Castilla, donde resulta descorazonador la pérdida de un numeroso patrimonio, como en otros lugares de España, reflejando de esta manera un penoso interés por la cultura por parte de quienes tenían la obligación de defender a toda costa el legado de nuestros antepasados.

Un triste y desalentador ejemplo de los muchos que podrían ilustrar estas líneas, y que nos afecta directamente aquí, en la Castilla poseedora de un riquísimo patrimonio cultural. Concretamente en la provincia de Segovia, se dio un flagrante caso en Sacramenia. El monasterio de Santa María la Real fue una importante abadía cisterciense, que se levantó entre los siglos XII y XIII para acoger a monjes procedente de Francia. Un incendio en 1647 destruyó parte del monasterio, pero continuó en activo hasta 1834. La desamortización de Mendizábal provocó que todos sus bienes pasasen a manos privadas, llegando a utilizarse como granero. En 1925, un americano compró el claustro y el refectorio, lo embaló en cajas y se lo llevó a Miami dónde lo reconstruyó piedra a piedra para rentabilizarlo empleándolo como salón de bodas y banquetes.

 Así podríamos citar infinidad de casos, no sólo de vendedores de arte sin escrúpulos, sino de robos y expolios cometidos a lo largo y ancho de este inefable país, que permite con su desidia y abandono más intolerable, que su  preciado patrimonio, de un inmenso valor, quede desprotegido ante quienes no se detienen ante nada, con estas demostraciones de desprecio por la cultura y el respeto hacia el arte, el pasado, y quienes nos legaron sus hermosas y valiosas obras, que todos tenemos el deber de respetar, tanto a título individual como sobre todo por parte de las instituciones, que tienen el deber y la obligación de preservar a toda costa y con los medios oportunos que poseen, o de los que debieran disponer, para mantener el enorme, valioso e irremplazable tesoro cultural, que a todos nos pertenece.

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