jueves, 8 de febrero de 2024

Amnistía a la carta

 

Al menos desde hace varias décadas no se tenía constancia de una situación tan tensa como la actual, con una crispación  que se respira y se palpa en la calle como consecuencia de una polarización política que cala en la gente y causa desasosiego y discusiones entre grupos y sectores que siempre han convivido amigablemente y que ahora discuten y se enfrentan separados por una barrera que los separa y discrimina, por hechos ajenos a su voluntad, que no han originado, pero que les afectan y motivan hasta el punto de mantener dos posiciones irreconciliables que los llevan a posicionarse en dos extremos de difícil y convulsa posibilidad de llegar a acuerdos que dejen atrás unas hostilidades que  nunca son deseables.

No se ha roto nada como los agoreros de siempre pretenden imponer, por aquello de cuanto peor mejor,   no se ha alterado la convivencia, ni la crispación ha alcanzado niveles preocupantes que hagan peligrar una paz social, que en cualquier caso ni es tan fácil destruir, ni lo es deseable por nadie que posea un mínimo de sensatez, y, por supuesto, de una buena voluntad que anule los perversos intentos de alterar una situación que entre todos debemos y podemos controlar, con un sano y deseable ejercicio de racionalidad, lógica y entendimiento que siempre está a nuestro alcance

Pero es innegable que la tensión está ahí, que se ha creado una situación incómoda e innecesaria de la que la ciudadanía no es ni culpable ni ajena, pero que la sufre sin duda, y la soporta a su pesar, porque la vive cada día a través de unos medios de comunicación que nos asedian cada día a través de tertulias, debates e informativos varios que centran su contenido, queramos o no, en un continuo y persistente informe acerca de la situación política actual, tan insistente y machacona, que logra alterar la paz de unos ciudadanos que no quisieran dar crédito a lo que ven y escuchan a su pesar.

Un teatro de operaciones que nos sitúa siempre, y desde hace ya varios meses, en la dependencia del gobierno de sus apoyos parlamentarios, con los que mantiene unas obligadas negociaciones permanentes que no parecen tener fin, basadas en una auténtica e inacabable guerra política, en absoluto transparente, que debiera conducir a una estabilidad del gobierno que mientras tanto se mantiene en una continua y delicada fragilidad que le obliga a ceder hasta extremos cada vez más inauditos, que no sabemos dónde tienen su fin, dada la sinuosa y perversa trayectoria seguida hasta ahora.

Después de numerosas y amplias cesiones, los acreedores han depositado su exigencia, hasta ahora fundamental, en una solución radical como es la amnistía, con la que saltándose la vía judicial, algo siempre inaudito por excesivo y excepcionalmente al margen de una justicia que a todos nos debería acoger por igual, pretenden lavar todas sus culpas y transgresiones habidas, consiguiendo con ello un olvido total de sus fechorías, incluyendo los posibles delitos de terrorismo, que el gobierno ahora trata de frenar, intentando desacreditar a los jueces por un lado y por otro minimizar la calificación de los mismos, pretendiendo que son terrorismo light, de segunda categoría, de baja intensidad, que existe un terrorismo bueno y uno malo, en un patético esfuerzo por desactivar esa vía que les podría complicar su aprobación ante Europa, y, sobre todo, ante el Tribunal Constitucional de nuestro País.

Pero con todo,  lo más indignante de este bochornoso y maligno planteamiento, es el hecho de que se trata de una “autoamnistía”, una amnistía a la carta, ya que los beneficiarios de la misma intervienen en su redacción y aprobación, con lo que la maldad más absoluta, queda materializada en esta ley, a la que, y con perdón, no se puede beneficiar un pobre robagallinas, pero sí estos siniestros personajes a los que tantos desvelos está dedicando este gobierno, cediendo continuamente ante sus exigencias, como en el caso de la consideración de acto terrorista: ni la tenencia, ni la colaboración, entre otros, pueden considerarse delito, y basta con una declaración de no intencionalidad para que desaparezca dicha figura, que ha dejado satisfechos a unos y otros en un acuerdo vergonzoso y vergonzante que está empezando a levantar ampollas en los socialistas.

Leo en la prensa uno de los pocos intentos de los barones del partido del gobierno en el poder, a la sazón el presidente de Castilla La Mancha, García Page, por alzar la voz ante tantos desmanes, y que se ha hecho acreedor a ser casi el único crítico,  afirmando que el partido en el gobierno se ha situado en el extrarradio de la Constitución. El gobierno y el Psoe, se han revuelto contra él, en unos términos que causan rubor, indignación y vergüenza ajena a partes iguales.

 Nada nuevo y no por ello menos patético y desalentador, para quienes aún creen que este País navega por la senda de una democracia justa, equitativa y alejada de una absurda y delirante deriva autoritaria que nos ofende, separa y enfrenta, y que van contemplando cómo día a día, se alejan de tan lógico ilusionante y deseado objetivo.

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