domingo, 11 de febrero de 2024

Secretarios de ayuntamiento

 

Navegando en el insondable mar que conocemos por Internet, intenté llegar a los orígenes de mi abuelo paterno, Mateo - que no llegué a conocer - que allá por el primer cuarto del siglo pasado fue secretario de administración local – Cuerpo de secretarios interventores y depositarios – del segoviano pueblo de Duruelo, en las estribaciones de Somosierra, y cual no sería mi sorpresa, al encontrar la información que buscaba, así como la fecha de su nombramiento .

Descubrí que hace la increíble cifra de  noventa y nueve años, en mil novecientos veinticinco, fue nombrado secretario de Duruelo, su pueblo y el mío, así como otros datos acerca de su hijo, mi padre Marcelino, que también, años después sería secretario del pueblo, y de otros en la provincia de Segovia, tal como relataré más adelante, calificando estos hallazgos de históricos, que me han impresionado hondamente, documentos originales, escaneados, difícilmente legibles, pero perfectamente comprensibles, con un indudable valor sentimental, documentos que guardaré como oro en paño, pues tienen para mí una indudable y memorable componente emocional.

Leo con inaudito asombro el nombramiento de mi abuelo Mateo Casla Yagüe, en el número 346, de La Gaceta de Madrid del año 1925,, en la sección de Gobernación, como secretario del ayuntamiento de Duruelo, Segovia, el 12 de diciembre de 1925, es decir, hace casi cien años, lo que considero representa un auténtico hito en la búsqueda y hallazgo de un dato, que sin constituir un evento de relevancia nacional, sino simplemente local, resulta como mínimo sorprendente en general y de un grato y emocionado recuerdo en particular para mí al encontrar datos profesionales sobre un abuelo que no conocí.

No contento con este hallazgo, busqué datos sobre mi padre, su hijo, y los hallé al encontrarlos en el número 74 del Boletín Oficial de Santander del 21 de junio de 1943, en el que se cita a Marcelino Casla del Val, entre otros, como “aspirante a ingreso en el escalafón de secretarios de administración local de tercera categoría admitidos a la práctica de los cursos que previene la ley de 14 de octubre de 1942”, curso que superó – recuerdo una orla que teníamos en el salón de la casa de Duruelo, con la foto de todos los asistentes al curso – y que le dio derecho a ejercer las funciones de secretario de administración local, algo que llevó a efecto por primera vez cuando tras la jubilación de su padre, fue nombrado secretario de Duruelo, y con posterioridad en otros pueblos de la provincia, en un admirable  caso de dedicación profesional que siempre he admirado

 Todo ello en un increíble ejemplo de una laboriosa y ejemplar labor administrativa, contable y fedataria, que le honran, así como a todos los secretarios de administración local de entonces y de ahora de los pequeños pueblos en toda España, a los que desde aquí, rindo un sincero homenaje, como a mi padre que llegó a ejercer sus funciones de secretario en varios pueblos simultáneamente, en una condiciones a veces realmente inconcebibles hoy en día, que siempre me han causado asombro y admiración, y que a continuación paso a relatar, porque considero que merece la pena, a la par que suponen un ejemplo de esfuerzo y dedicación admirables.

A la par que gestionaba el ayuntamiento de Duruelo, simultáneamente llevaba también el de Sotillo y Santa Marta del Cerro, dos pueblecitos pequeños muy cerca de Duruelo, a los que se desplazaba a pie en algunos casos y en otros, dependiendo del tiempo, en una hermosa yegua que teníamos en casa. Así estuvo varios años hasta que llevó otros pueblos, sin dejar Duruelo, como, La Velilla y Valleruela de Pedraza. Recuerdo que nos contaba cómo para desplazarse a estos pueblos, ya un poco más distantes de Duruelo, a los que iba con una determinada frecuencia para gestionar los ayuntamientos, lo hacía a lomos de la yegua como medio de transporte.

Las nevadas en esta parte de la meseta, eran frecuentes y copiosas, hasta el punto de que en alguna ocasión, nos decía, la nieve llegaba al abdomen del pobre animal, que apenas podía avanzar debido al enorme espesor de la nieve, que ponía en peligro tanto a mi padre como al esforzado y noble animal. No faltaban las numerosas anécdotas que mi padre nos relataba, como cuando en uno de éstos pueblos, al mostrar las cuentas a la corporación municipal, mi padre desglosando todos los ingresos y gastos, se vio sorprendido cuando según nos contaba, le dijeron que el dinero que tenía el pueblo era lo que había en la bolsa, que el secretario era un jovencito que no sabía de estas cosas. Pasaban por encima de todos los conceptos contables, tanto de ingresos como de gastos, con los que ellos no , hasta que logró convencerlos, que había otros muchos conceptos que incrementaban y minoraban el contenido de la susodicba bolsa.

Tengo documentado, pues así lo encontré en Internet que en el año 1963 pidió el traslado, que le concedieron, a Muñoveros, pueblo bastante más grande que los anteriores, y en 1972, a Hontalbilla, dónde se jubiló, y acabó su densa e increíble carrera profesional, comenzó en Duruelo treinta años atrás, dónde, por increíble que parezca, labraron - junto con mi madre María - las tierras de labor que poseían, segando, trillando y acarreando con las dos vacas y el carro, que recuerdo tenían, así como la esforzada yegua que trasladó a mi padre  por los caminos, a veces embarrados, a veces nevados, con destino a la secretaría de los citados pueblos segovianos de nuestra singular y querida Castilla.

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