Mi
muy mejor amigo:
Me
entero con cierto pesar, que te trasladan, que te desalojan de tu privilegiada
atalaya, para acomodarte en otro lugar de tu adorada ciudad de Segovia, desde
dónde podrás seguir contemplando tu colosal obra, aunque no disfrutarás de tan mágicas,
preferentes y soberbias vistas sobre las
imponentes y grandiosas arcadas del acueducto que tú, su inmortal arquitecto y
constructor, decidiste iniciar hace milenios, para goce y disfrute de todos, incluidos
aquellos que no pueden creer que lo llevaras a cabo en una sola noche, que
aseguran, sólo es una leyenda, que ni tú, ni la aguadora tuvisteis nada que
ver, que todo es una historia amable que alguien en su día inventó para ilustrar
la magia de tan hermosa y eterna obra, que como tú, perduraréis, ajenos a la insensata
dictadura del tiempo.
Espero
sepas disculpar a quienes aún te niegan el derecho a estar ahí, a ocupar ese
lugar, recurriendo a escrúpulos diversos que a pocos convencen, siempre con ese
gesto bonachón y sonriente que a nadie debería molestar y mucho menos ofender
recurriendo a sentimientos religiosos, éticos o morales que no pueden
justificarse de ninguna manera, pues ni tú, simpático personaje, ni la intención
de exponerte al público, pueden mover a agravio a quienes carecen del más elemental sentido de un
necesario y sano humor, a la par que artístico e histórico, incapaces de
reconocer que con tu singular presencia, has logrado añadir otro atractivo más a
esta hermosa ciudad, que la inmensa mayoría, y no dudo que eres consciente de
ello, se siente encantada con tu entrañable presencia.
Ahora,
cuando se plantea tu traslado y muchos desearíamos que continuaras donde te
encuentras, nos gustaría conocer tu opinión, saber si desearías un lugar más resguardado
de las inclemencias del tiempo, más a cubierto, dónde dispusieras de una
intimidad de la que allí no gozas, huyendo un poco de una masificación que ha
de apabullarte, de molestarte incluso, siempre rodeado de gente que desea
replicar tus eternos selfies, sentarse a
tu lado, tocarte y manosearte, en una permanente manifestación de calor humano
que lógicamente, aunque te halague, a la larga ha de cansarte, por lo que entendería
que quisieras cambiar de aires, aunque para ello, para poder decidir,
necesitarías saber adónde pretenden trasladarte.
Amigo
mío, mi muy mejor diablillo, no puedo ocultarte que conozco el nuevo lugar
adónde te llevarán, que te confieso que no me satisface - aunque he de decirte
que no lo haría ningún otro – que será en una plaza, lugar demasiado
convencional para ti, no muy lejos de dónde ahora te hallas, que también
tendrás muy cerca tu obra, tu acueducto, pero no con la visión de las
imponentes arcadas que ahora disfrutas, menos altas, más al comienzo de tu obra,
que estará junto al instituto dónde enseñó Antonio Machado, que todos los días
contemplaba, recorría y admiraba tu obra
en su diaria caminata de ida y vuelta desde su pensión hasta el instituto.
Resulta
curioso que el lugar dónde te encuentras está muy próximo a la Normal de
Magisterio dónde estudié, así como que la Plaza Díaz Sanz, adónde pretenden
trasladarte, es la misma dónde viví varios años en una pensión, mientras estudiaba
Magisterio, por lo que ya ves, casualidades de la vida, estudié al lado de
dónde llevas años asentado y residí junto al lugar dónde ahora te quieren
instalar, a pocos metros, con una hermosa visión del acueducto pero en absoluto
comparable con la que has disfrutado durante estos años.
Desde
dónde ahora te encuentras, se disfruta de una hermosa contemplación de tu
grandiosa construcción, que extasía a quién pasa a visitarte, como tu imagen,
que se adivina desde el inicio de la calle San Juan, algo que en ambos casos será
imposible en tu nuevo emplazamiento, más oculto a la vista del paseante
ocasional que callejea por Segovia, dónde imagino que, pese a la más que
posible tranquilidad de la que dispondrás, echarás de menos el ajetreo continuo
de quienes en coche, móvil en mano, o andando, disfrutando de tu amable
compañía, se dirigen desde, o hacia la plaza mayor, trayecto que perderá un
punto de interés si no volvemos a verte allí, plácidamente sentado.
Te
deseo lo mejor, amigo diablillo, tanto si continúas dónde estás como si te
trasladan a otro lugar, adónde estoy seguro te sentirás también continuamente
admirado, sin prejuicio alguno ya sobre tu derecho a ocupar un lugar en Segovia,
porque formas parte de la ciudad, de su paisaje y su paisanaje que te ha
adoptado gustosamente y para siempre. Solamente, te ruego, nos permitas abrigar
una insignificante, pequeña, pero sutil duda: algún día tendrías que hablarnos acerca
del papel que jugaron los Romanos, que andaban por aquí en aquellas fechas, y que
se empeñan en rivalizar contigo acerca de su construcción. En cuanto a mí, quiero
que sepas que a este respecto, no albergo duda alguna.
Un fuerte y amable abrazo de mi parte, de
cuántos te admiran y respetan, que son multitud, y de tu inseparable acueducto
al que seguirás unido en tu nuevo emplazamiento, algo que no podemos negarte, y
adónde estoy seguro seguirás disfrutando de nuestro mejor y más agradecido
aprecio. Gracias por la magnífica obra que nos legaste, y gracias a la aguadora
que a ello te incitó. Por todo ello te ruego aceptes nuestras muy mejores y
sinceras gracias por los impagables y entrañables años que durante este tiempo
nos has regalado. Atentamente: tu muy mejor amigo.
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