miércoles, 26 de junio de 2024

El mercader de La Moncloa

 

Después de casi medio siglo de democracia, de avatares políticos de todo orden, hemos dado en encontrar, muy a nuestro pesar, con unos tiempos actuales que difícilmente repetiremos, dado el cariz que los acontecimientos están tomando, con un ejecutivo incalificable, decidido a todo para continuar, a mercadear, intrigar, conspirar, maquinar y confabular, siempre con el mismo y obsesivo objetivo, intercambiando votos por impunidad, por privilegios, por cesiones de todo tipo.

Siempre al mejor postor, a quién les asegure su apoyo para continuar al mando, sin escrúpulos de ningún tipo que pudiera limitar una ambición desmedida, encabezados por el jefe del ejecutivo al que dedican una lealtad inquebrantable, unidos todos ellos por un proyecto común, dónde todo vale, todo se compra y se vende, sin dar ni un solo paso atrás, caiga quién caiga, no importan los obstáculos ni las contadas críticas de los descontentos entre los suyos, que apenas elevarán la voz, porque si lo hicieren, saben que serán silenciados, y en el mejor de los casos, ignorados.

Tal es el poder alcanzado por este mercader que habita La Moncloa, que se ha adueñado del Partido hasta el punto de dejarlo irreconocible, diseñándolo a su imagen y semejanza, hasta el punto de convertirlo en un mero instrumento para el logro de sus ambiciosos fines, algo que en un futuro, cuando haya de desalojar el palacete, planteará serios problemas a un Partido desguazado y desnortado, irreconocible y sometido a los designios de quién lo conduce sin la menor oposición

Posee este ejecutivo una tendencia innata a cometer continuas e intolerables injerencias en el ámbito del poder judicial que ya le han supuesto varias advertencias por parte de la Unión Europea, aunque no es nada que les preocupe en exceso, ya que pese a ello, no cesan en sus continuas extralimitaciones con el tercer poder del Estado, con un fiscal general que representa con toda fidelidad la voz de su amo, enfrentado con jueces y fiscales para sacar a toda costa adelante la amnistía, lo que le está suponiendo una auténtica rebelión que no admite imposiciones inadmisibles como obligarles a declarar amnistiable la malversación, a lo que se han opuesto en bloque, creando un conflicto como jamás se había dado.en la judicatura.

Y así, con frecuencia nos encontramos con alguna nueva ocurrencia del ministro de transportes, léase el bulldog del gobierno, a la hooligan y viceprimera ministra, que caso de no estar ocupada alabando, halagando y vitoreando al jefe, quizás pueda dedicarse a encontrar los trapos sucios de vaya usted a saber qué primo, cuñado o lo que malévolamente surja, que pueda utilizarse para enfangar al contrincante de turno que se nos antoje.

Y ya que estamos en ello, no podemos dejar de lado al intrigante y siniestro superministro con tres carteras, Presidencia, justicia y relaciones con las cortes  diseñado expresamente para ejercer un control absoluto sobre todo aquello que ose moverse, y que quedará registrado de inmediato para informar al jefe del ejecutivo, al que debe lealtad y obediencia absoluta, que para eso lo puso ahí, cual eficaz espía, con un considerable poder que ejerce eficazmente.

 Recientemente, este singular ejecutivo, encarnado en su Presidente, ha tenido que escuchar cómo la Asociación Mayoritaria de Jueces, ha calificado la amenaza del Presidente del Gobierno de cambiar la ley, si no se renueva el Consejo General del Poder Judicial, de “atropello constitucional”, hecho sumamente serio y de una gravedad extrema, pero que no suele hacer mella en ellos, ya que a tales avatares están acostumbrados, sin que se inmuten lo más mínimo.

Un absoluto despropósito, que con la última concesión a Cataluña de la llamada “singularidad fiscal”, para conseguir el gobierno catalán, denota una vez más, una carencia total y despectiva de los valores democráticos más elementales, como ha demostrado con la concesión de una amnistía, que se resume en un mercadeo infame en un intercambio de inmunidad por votos, en una demostración más de la capacidad innata de este presidente para convertir su gobierno en una sociedad mercantil capaz de lograr altos resultados llevando a cabo una ingeniería financiera de alto nivel, cuyos dividendos gestiona y controla, en y desde su sede central, léase La Moncloa.

 

 

 

 

 

 

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