martes, 11 de junio de 2024

Sumidos en la vulgaridad y la codicia

 

Escuchar a la portavoz del gobierno, tras el consejo de ministros, defendiendo a la esposa del presidente del gobierno, tras su imputación, de la que afirman se han enterado por los medios de comunicación, como mínimo causa sorpresa y asombro, ya que constituye una inadmisible y rechazable manera de instrumentalizar el ejecutivo para justificar a una persona con una vinculación familiar directa con el presidente del gobierno.

Y lo ha llevado a cabo, con el siguiente aserto literal: “absoluta tranquilidad porque aquí no hay nada de nada”, en una brillante e incalificable toma de postura, no exenta de la correspondiente influencia en la opinión pública que dicha  decisión puede tener a tan alto nivel, que de ninguna manera le corresponde, pues no atañe a sus funciones, excediéndose absolutamente en las mismas, en algo que solamente compete a la justicia.

Órgano al que la falta de respeto que muestran hacia él, ha llevado a la Unión Europea a darles varios toques de atención en respuesta a las denuncias llevadas a cabo por dicho motivo, tanto por organismos privados como públicos, justicia que es quién tiene la palabra en este asuntos y otros similares, pero que nunca puede ser sustituida, de ninguna manera por parte interesada.

 Y no lo puede ser en ningún caso, ya sea por razón familiar, como en este que nos ocupa, ni en ningún otro, y menos aún cuando como en el presente caso se trata de la representación de la voz del gobierno a través de su portavoz, que solamente debe conocer de los asuntos tratados en dicho Consejo, y no de la defensa de la esposa del presidente – que como todos los ciudadanos goza de la presunción de inocencia -, y al que con estas declaraciones ha querido arropar dicho consejo de ministros, con una defensa intempestiva de su esposa, que no corresponde a dicho organismo, sino al poder judicial correspondiente.

No contentos con esta salida de tono, con esta intolerable e imparcial intromisión en asuntos que no le competen, culpan de la posible imputación, a la tan cacareada máquina del fango, en una acción chabacana y ordinaria más del ridículo y arrabalero lenguaje que vienen utilizando los integrantes de un gobierno, comenzando por su presidente, cada día más instalado en la mediocridad y el esperpento impropio de un ejecutivo serio, sensato y responsable, navegando a la deriva que hace agua por todas partes.

Vulgares y codiciosos, éstos progresistas, que así graciosamente se hacen  llamar, huyen de cualidades como la tolerancia y la generosidad, que en consecuencia debiera adornar su obra y gobierno, y se comportan con soberbia, egolatría, y una incalificable y desmedida ambición, por el poder, al que con suma facilidad y rapidez se adaptan, lo que los descalifica como progresistas, y sobre todo, como gobernantes dignos de ostentar esta condición.

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