Hoy
no es un día en el que este país pueda celebrar la fiesta de la igualdad ante
la ley, sin la cual cualquier mención a la democracia pierde todo su sentido,
porque con la aprobación de la amnistía, se han roto todos los lazos que se
habían logrado conformar en torno a una de las más bellas y delicadas odas que
se puedan entonar a la libertades y derechos humanos como es el reconocimiento expreso
de nuestra Constitución a la no discriminación ante la ley, a la equiparación
absoluta de todos los ciudadanos por parte de los tribunales de justicia, al
derecho a ser tratados por ellos en condiciones de estricta igualdad.
Es
un día para no olvidar, para mantener en la memoria la infamia de una decisión
tomada por un gobierno injusto y desleal con nuestra ley suprema y, sobre todo,
con los ciudadanos a los que se les ha engañado miserablemente, porque se les
ha hurtado el reconocimiento de su derecho a ser reconocidos como iguales ante
la aplicación de la las leyes, y porque se les prometió por activa y por pasiva,
que la amnistía que ahora se ha aprobado, jamás se llevaría a efecto, que era
anticonstitucional, que nunca se aprobaría, que no entraba en su programa de
gobierno.
Y
ahí están las hemerotecas para constatarlo, y dejar constancia clara y expresa
de su innata capacidad para mentir, sin que se sonrojen lo más mínimo, a
sabiendas de que sus incondicionales, que no tienen inconveniente en dejarse
engañar, y quienes ingenuamente los creyeron, los votarían sin dudar, en un
alarde de una soberbia y falta de escrúpulos, que no tiene fácil parangón en
nuestra corta democracia, y del que el jefe del ejecutivo es su mayor
representante, seguido por la incondicional cohorte de sus inefables ministros
y de los socios de gobierno de toda índole, que tienen la desfachatez de
denominarse progresistas.
A
nadie se le debería escapar a estas alturas, que la aprobación por un puñado de
votos de esta desmedida e interesada ley, no es sino el acto expreso y acordado
de inmunidad por votos, algo que a estas alturas se le sigue ocultando a los
ciudadanos cuando con perversas
intenciones se les engaña con la malévola cantinela de que se lleva a cabo para
pacificar una región de este país, o para desligar la justicia de la política
cuando afirman que la justicia está politizada, y viceversa.
en un
hipócrita intento de falsear unos hechos, que no constan de ninguna manera en nuestro
país, que se ninguna manera se dan, y que no han tenido inconveniente en utilizar
con harta frecuencia, a sabiendas que calarían en parte de una ciudanía a la
que saben llegarían con clara y lamentable rotundidad, influyendo en su ánimo
de tal forma que lograrían su poyo incondicional.
Y no
cabe duda que lo han conseguido, que esa interesada, fraudulenta y adulterada justificación,
ha llegado a muchos ciudadanos, que les han otorgado una credibilidad que no
merecen, aunque afortunadamente, sin duda, son muchos más los que hubieran
deseado poder mostrar su rechazo ante una medida de tal calibre, que hubiera
necesitado de una votación popular, de un referéndum, para sancionar una ley de
tanta trascendencia. Pero eso no les interesa, ya que saben que lo perderían, y
con ello los privilegios comprados con la aprobación de dicha ley.
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