Habló
– es un decir – el bulldog del gobierno, y hasta las avecillas del bosque
dejaron de trinar. Asustadas quedaron por los atronadores improperios del
ariete presidencial, que lejos de ocuparse de lo suyo, de los transportes, que
están hechos unos zorros desde que llegó, aquejados de continuos sobresaltos de
todo tipo, que él trata de evadir, se dedica a aquello para lo que fue diseñado
en este gobierno: incordiar, insultar, molestar e incomodar, a la par que
faltar el respeto y ningunear al poder judicial, una de sus diversiones
favoritas, que resultan inauditas por rechazables y ofensivas, sobre todo cuando
proceden de un miembro del gobierno, ejecutivo que por este motivo ya ha sido
advertido en varias ocasiones por la institución pertinente de la Unión Europea,
sin que ello suponga una rectificación.
En
sus últimas declaraciones, se atreve a censurar
al Supremo por no aplicar la amnistía al titiritero catalán – al que han dejado
escapar otra vez - algo que ansían con auténtico fervor, y que presumen el
Constitucional corregirá, lo que les ha supuesto una llamada de atención de
ambos tribunales, algo que no les preocupa en exceso, como en el caso de las
llamadas de atención de Europa, ya que ellos se consideran representantes de
los tres poderes del estado, y pueden en consecuencia ejercer en cada momento
las funciones correspondientes que más les interesen, tal es el grado de la ególatra
soberbia en la que se han instalado.
Si
además tenemos presente que este comportamiento cada vez más autoritario, más
despectivo, lo comparten todos los miembros del gobierno, sin fisuras, con la
consigna del todos a una, el bloque se siente cada día más fuerte, y así se
permiten el lujo de turnarse a la hora de intervenir, cada uno desde su elevado
atril, para defender la acción de conjunto, mejorar la imagen – algo que les ocupa
y preocupa en grado extremo – y mostrarse como un sólido y desafiante bloque
ante los “perversos” contrincantes que se atreven a desafiarlos, criticando su “inmejorable”
labor, algo que no permiten que nadie ponga en cuestión, cuando la única e
incuestionable verdad, es que gestionan, que no gobiernan, con el único y
obsesivo objetivo de perpetuarse en el poder a toda costa.
Se
permiten tomar partido como gobierno a favor de la esposa del presidente, incluido
el ministro de justicia, en un ejercicio de una absoluta falta de neutralidad y de una discriminación rechazable ante un caso
en el que la persona investigada es una ciudadana más, como lo es el presidente,
cuando ha de prestar declaración ante un juez, aunque ambos no sólo se negaron
a declarar, sino que a renglón seguido, lo denunciaron por prevaricación,
derecho que los asiste, pero que es muy ilustrativo del talante de ambos.
En
este orden de hechos, el presidente tiene aún pendiente la investigación de su
hermano, sobre el que la jueza del caso ha solicitado un informe al ministerio
de hacienda, dirigido por la hooligan del gobierno, a la sazón viceministra
primera, que lo ha emitido en sentido favorable, ante cuya lectura, un
exdirector de la Agencia Tributaria, ha afirmado que le parece una infamia,
aunque para el conjunto del gobierno, al igual que en los casos del presidente
y su esposa, muestren una absoluta unanimidad a la hora de absolverlos de toda
responsabilidad: nobleza, lealtad y apego al poder, obligan.
Algo
ha de tener el poder que tanto subyuga a quién llega a tocarlo. Sorprende cómo
la línea de actuación de este ejecutivo, desde sus comienzos, ha sido siempre
la de mantenerlo a toda costa, y así ha cedido, concedido, vendido, amnistiado
y legislado, a pesar de todo y pese a todos, cuanto fuera necesario a cambio de
los votos precisos con los que mantener esa inapreciable joya, que el
presidente y su grupo de fieles, incluyendo a sus socios de gobierno, tanto
estiman y valoran.
¡Quién
lo iba a decir! tan progres ellos, tan reivindicativos y tan antisistema cuando
ni soñaban con tocar poder, y ahora lo disfrutan como el resto, de los que han
aprendido todas las malas artes y prácticas del poder, todos los truculentos
manejos y todas las arbitrariedades propias que antes criticaban a rabiar y ante las que ahora callan y guardan silencio.
Imaginen cual hubiera sido su actitud ante la detestable fiscalidad singular
para Cataluña. Y es que dónde se
encuentran ahora están muy calentitos, y fuera hace mucho frío: el irresistible
y perverso encanto del poder.
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