Nadie
podía imaginarse que las mejores comedias, los más celebrados sainetes, incluso
los mejores dramas de nuestro genial siglo de oro, llegaran a representarse no solamente en los mejores
teatros del País, en Almagro y su corral de comedias, en el teatro romano
de Mérida, y en otros muchos escenarios,
dónde mediante la escenificación de la
oportuna farsa, los asistentes nos contemplamos en el espejo de la vida a
través de las vicisitudes y miserias que el autor nos muestra ante nuestros
atónitos, sorprendidos e incrédulos ojos.
Obras
de Lope de Vega, de Lope de Rueda, de Tirso de
Molina, de Calderón de la Barca, de Quevedo, de Góngora, de Garcilaso,
de Baltasar Gracián, y de tantos otros que podríamos citar, se pasean por las
tablas de corrales, teatros y teatrillos de nuestro país, a cargo de actrices y actores que se entregan
en cuerpo y alma a transformase en el personaje diseñado para él por el autor
de la obra, y así llevar adelante la trama hasta la bajada del telón que
conllevará los agradecidos aplausos del público.
Con
la llegada del verano se multiplican con afortunada frecuencia estas
agradecidas y culturales representaciones, en ocasiones al aire libre en
multitud de festivales de teatro clásico, moderno, actual y de siempre, en todo
el territorio nacional, ora en pequeñas ciudades, ora en pueblos, ya sea en
interiores o al aire libre, con la
consiguiente, animada y celebrada acogida a cargo de los ciudadanos que no tienen
ocasión de disfrutar de estos espectáculos con la frecuencia que desearían, y
que de esta forma verán cómo sus
veraniegos y calurosos días cobran una nueva dimensión.
Lo
que no esperaban los afortunados ciudadanos, es que este verano iban a
deleitarse con la inauguración de un nuevo festival de teatro en un reciente y deslumbrante
corral de comedias, ubicado en un destacado e ilustre lugar de la capital, en
un palacio, en la residencia del presidente del gobierno, léase, palacio de La
Moncloa, sin reparar en gastos, con todo lujo de detalles, para, emulando a
Almagro, pero con infinidad de medios técnicos a su disposición, representar
obras de teatro inéditas, a cargo de
actores y actrices conocidos por el gran público del país, y con una amplia
divulgación a través de todos los medios de comunicación autorizados, por
supuesto, por los propietarios del
local, deleitar y entretener con las cuitas, miserias y bondades que allí
tengan a bien representar.
Que
son muchas y variadas, con jugosos espectáculos con los que nos deleitan cada
día, dónde el protagonista de todas las obras es siempre el mismo, con ligeras
cesiones a sus compañeros, y, sobre todo, a su compañera, protagonista con él
de sus múltiples avatares, con secundarios, que desempeñan el papel de
ministros de un gobierno de cuento, que se encargan de proteger al protagonista
de cuanto bulo o malintencionada crítica intente acosarlos, ahora que según la
trama, a la susodicha compañera del jefe intentan imputarla por algo que afirman
todos los actores, es una falsedad, una mentira que, incluso el actor que
ejerce de ministro de justicia, se atreve a afirmar que dichas acusaciones son
inhumanas, cuando él debería ser el primero en mostrar una exigida neutralidad – al fin y al cabo es una
ciudadana más - dado el cargo que representa en la obra, en lugar de discriminarla,
de defender a capa y espada a la actriz que ostenta el papel de esposa de su
jefe, a la sazón, el propietario del citado corral de comedias, y protagonista,
junto con su compañera de reparto.
Una
obra que mantiene expectantes a los entregados espectadores, que no dan crédito a lo que sus desorbitados ojos
contemplan, que se renueva cada día con ligeros matices, con nuevas
situaciones, que logran mantener en tensión a un público que espera la entrega
de cada día, que ven como el protagonista se desespera al contemplar cómo su
compañera se ve agraviada por las
circunstancias que considera injustas y que los “pseudomedios” que él así
denomina, se empecinan en cargar malévolamente contra ella, con el propósito
inconfesable de perjudicarle a él, objeto de toda la trama mediática.
Una comedia
de enredo, que atrapa al espectador, manteniendo su atención en todo momento. Divertida,
intrigante, decadente a veces, y, sobre todo insólita y original. Obra que nadie
debería perderse, porque imita a la vida, porque nos muestra las debilidades,
las miserias y las ambiciones, de quienes, a su pesar, dejan ver ante todos, lo
que desearían mantener oculto y alejado de la contemplación de quienes tenemos
todo el derecho a exigirles la rectitud, la honorabilidad y la honestidad
obligadas por razón de su cargo.
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