sábado, 3 de agosto de 2024

Su dimisión, Presidente

 

Ha roto todas las barreras, ha traspasado cuántas líneas rojas ha encontrado a su paso y ha destrozado todas las esperanzas de quienes aún creían en usted, ha llevado a cabo una temeraria huida hacia adelante que inexorablemente le conducirá a un precipicio sin fondo dónde terminará su alocada carrera que comenzó hace ya demasiado tiempo, y adónde pretende arrastrarnos a todos los que hemos tenido la desdichada suerte de compartir su tiempo, y a los que no nos queda otra, como a él, que pedirle una dimisión que en cualquier caso llegaría ya tarde dadas las circunstancias, pero que estaríamos encantados de aceptar.

Y es que sería sumamente deseable, ya que lograría ahorrar a este país, y por ende a sus ciudadanos, mas frustración y desconsuelo, al tiempo que una indignación y un agobio, que resultan insuperables para una población harta ya de la soberbia y la chulería ególatra que destila por todos los poros de su cuerpo, que no se cansa de decorar de un arrogante y pedante progresismo, cuando su vida y obra como político no dan sino para una altiva y acelerada demostración de un autoritarismo galopante del que hace gala constantemente, hasta extremos que ha levantado en los medios de comunicación adjetivos  extremadamente duros que lo sitúan en posiciones muy alejadas del personaje político demócrata que ostenta y representa.

Nada le ha detenido en su desmedida ambición de mantener el poder a toda costa, desde la amnistía, léase inmunidad por votos, hasta cesiones de todo tipo, a quién fuese y cuando fuere, ya sean de tipo político, económico o del signo que sea. Jamás renunciará a negociar su permanencia en el poder. No conoce la honestidad y la honradez en política,  no posee escrúpulos de ningún tipo, la soberbia es su razón de ser, y la ambición por el poder su objetivo absoluto e irrenunciable. Jamás renunciará a una ocasión de afirmar su posición, cueste lo que cueste, no importa lo que ello suponga para el Estado, ya que da la impresión de que le pertenece en exclusiva y sus objetivos coinciden con los suyos.

Si a todo esto sumamos un gobierno compuesto por fieles entregados al cien por cien  a su jefe, que lo ha diseñado a su medida, con una vicepresidenta primera ejerciendo de hooligan permanente, siempre dispuesta a alabar y halagar a su venerado jefe, a gritarle que no se vaya, que se quede, cuando llevó a cabo la bufonada del retiro conventual que le ha desacreditado en Europa, dónde desde entonces lo conocen como el “showman”, dada la excentricidad de su ridículo comportamiento impropio de un presidente del ejecutivo.

Impresentable el ministro de transportes, auténtico bulldog del gobierno, siempre dispuesto a enfrentar y bregar lo que sea menester, y al intrigante e inquietante superministro con tres carteras, entre ellas la de justicia, que se permite el lujo, como los demás, de hacer causa común con la esposa del presidente en su causa judicial, en un ejemplo de discriminación y de una absoluta  imparcialidad que no se pueden permitir, a la par que convierten estos hechos en una asunto de Estado, cuando es un asunto particular de ellos como ciudadanos sujeto a la acción de la justicia. Mención aparte, porque no pertenece al gobierno, es el intrigante fiscal general, fiel siervo de su amo.

Destacar corresponde, porque es de suma relevancia, la falta de respeto de todo el ejecutivo por el poder judicial y los jueces, a los que no desaprovecha  ocasión de ningunearlos y que le ha supuesto reiterados avisos de la Unión Europea, algo que debería sumirlos en la vergüenza más absoluta pero que a ellos no les inmuta. Destacar la declaración del presidente ante el juez, al que no respondió a sus preguntas, y al que a renglón seguido, y de inmediato, soberbia incluida, denunció por prevaricación.

Si a todo lo expuesto sumamos la última algarada del presidente, concediendo unos privilegios fiscales a Cataluña que suponen una insoportable e inadmisible afrenta a la equiparación fiscal entre las comunidades de este sufrido país, que ha levantado airadas protestas entre algunos barones del partido, una concesión más, un pago más, como siempre, para comprar los votos de los catalanes para la consecución de los objetivos, que en última instancia coinciden como de costumbre con los suyos propios, no nos queda más remedio, y es por lo tanto nuestra decisión ineludible, y siempre por nuestro bien y el de nuestro país, pedir la inmediata dimisión del presidente del gobierno.

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