Mientras
el socialista Illa, en su discurso de investidura en el Parlament, proclamaba a
los cuatro vientos la petición de la aplicación inmediata de la amnistía, sin
subterfugios ni dilación alguna, Puigdemont, después de entrar en el país y
soltar su discurso a unos metros de allí, escapaba de nuevo, saltándose todos
los controles policiales montados a su alrededor, en una esperpéntica huida,
absolutamente inexplicable, salvo que contase con ayudas de todo tipo que se lo
hayan facilitado.
Un
espantoso ridículo, uno más, que se cierne sobre este fallido gobierno empeñado
en seguir al mando al precio que sea, cuyo presidente, cada vez más aislado y contestado,
incluso entre los suyos, parece haber decidido elegir la táctica del avestruz,
y seguir adelante pase lo que pase, escondiéndose en su palacete después de dar
la orden de seguir adelante, cediendo, concediendo y asumiendo cuanto pidan y
exijan quienes fueren, y de allá, no
importa, de dónde procedieren sus demandantes.
Lo
sucedido en el día de hoy, sobrepasa, una vez más, todas las fechorías
imaginables cometidas por un ejecutivo fallido, que no gobierna, que apenas
gestiona, y que se halla en un proceso de descomposición tal, que ya no se
reconoce ni a sí mismo, con un desprecio absoluto y manifiesto hacia la
separación de poderes, como demuestra su continua y vejatoria actitud
despectiva hacia el poder judicial, por lo que tantas veces ha sido denunciado
por la Unión Europea, ante las numerosas denuncias presentadas ante ella.
La
fiscalidad singular concedida a Cataluña, ha supuesto una felonía más de este ejecutivo hacia la equiparación
de las Comunidades y sus ciudadanos, que ha logrado que los barones socialistas
se pronuncien en contra de semejante barbaridad discriminatoria.
Lo
sucedido hoy en Barcelona es impropio de un país demócrata, y sólo el gobierno
central tiene la absoluta responsabilidad de lo sucedido, ya que el control de
las fronteras es de su incumbencia, y en cualquier caso, es imposible que
desconociera el esperpento y el bochorno que este país sufrirá hoy a causa de
unos hechos que se han ido fraguando poco a poco a través de todo este tiempo
pasado, durante el cual se ha hecho todo lo posible para no detener a un fugado
de la justicia al que se le han dado todas las facilidades para eludir su
detención, con el fin de evitar enfrentamientos con quienes han de mantener en
la Moncloa a quien preside este impresentable y fallido gobierno, ávido de una
ambición sin límites.
Contemplar
las imágenes de Barcelona sometida a la operación jaula, cercada por las
fuerzas del orden, en busca del fugitivo, que otra vez se ha dado a la fuga,
rodeado de un ejército de policías, causa asombro, enojo y, sobre todo,
indignación. Sólo un gobierno como el que sufrimos, sospechoso de colaborar con
estos hechos, directamente o a través de otros, o al menos de mostrar una
incalificable inacción, puede llegar a esta demostración de una ineptitud vergonzante que lo descalifica para ejercer
su labor.
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