Llegará un día, en que esta situación presente que nos
maltrata cada uno de nuestros sufridos días, con un confinamiento obligado a
causa de la pandemia que asola al mundo, será sin duda un mal recuerdo, una pesadilla
vivida durante, aún no sabemos cuánto tiempo, pero que terminará, que tendrá un
final en un momento determinado, que ahora ignoramos, y que esperamos, con una
profunda incertidumbre que nos angustia cada momento de nuestra sufrida y
pesarosa existencia, tan sólo un mal recuerdo, una mala jugada del destino.
Es lo lógico, lo que cabe pensar para una mente lógica y razonable,
quizás por aquello de que no hay mal que cien años dure, que aunque no es una
reflexión que entre dentro de la racionalidad más sensata, sí es consecuente
con la experiencia humana de la sucesión de acontecimientos históricos vividos
a lo largo de los tiempos, que concluyen que todo tiene un principio y un
final, que nada es eterno, nada es para siempre, salvo la desaparición física
de los seres vivos, todos ellos con fecha de caducidad, no obstante,
desconocida.
Pero mientras tanto, al margen de razonamientos más o menos
acertados, o impregnados de un humano y elemental deseo, las esperanzas de
millones de seres obligados contra su voluntad, a guardar un encierro que nos
aseguran es por nuestra seguridad, algo que muy pocos se atreven a dudar,
aunque ahí están, y que nos causa una angustia y una tensión vital, de tal
envergadura, que a medida que pasa el tiempo y se alarga está reclusión, se va
haciendo más insoportable.
La sensación de confinamiento sin límite, llega a ser
insoportable para muchos ciudadanos que anímica y físicamente tienen una menor
capacidad para sobrellevar una situación que los supera, y que les genera un
sufrimiento vital tan elevado, que puede llegar a causarles traumas, lesiones y
conmociones que pueden condicionar su futuro, tal como ya predicen, más bien
diagnostican, los especialistas en psicología y psiquiatría, algo que en
cualquier caso, resulta fácil de concluir.
Algo que puede marcarles para siempre si este encarcelamiento
se prolonga demasiado tiempo, que no necesariamente, según nos dicen, será
continuado, seguido, consecutivo, sino que puede alargarse indefinidamente, con
tramos en los que nos dejarán salir a la calle por tiempo limitado, para
regresar de nuevo a nuestro enclaustramiento, a la espera de la próxima
liberación temporal que nos corresponda. Pero aún peor es la siniestra
perspectiva de que nos plantean quienes auguran que a partir de ahora, y para el
resto de nuestros días, nos veremos sometidos a la aparición de estas
pandemias, con lo que el futuro más negro e incierto, teñiría nuestro porvenir
inmediato.
Sería algo que aún pesaría más sobre los apesadumbrados y frágiles
ciudadanos que más están sufriendo estos siniestros tiempos, al visualizar un
panorama venidero que en nada les alegrará ni suavizará sus ya pesarosas vidas,
pegados a una máscara y unos guantes, a los que jamás nos acostumbraremos y que
esperamos algún día desparezcan de nuestras vidas.
Pero son los niños, los más pequeños y los que no lo son
tanto, como los incipientes adolescentes, los que más duramente están sufriendo
esta insoportable condena, encerrados entre cuatro paredes, en ocasiones de
dimensiones muy reducidas, sin un pequeño patio o una mínima terraza desde
dónde contemplar un cielo que se les niega cada día durante ya demasiado tiempo.
Preguntan cada día por qué de este castigo, obteniendo por
toda respuesta una tan irreal y abstracta como que ahí afuera, está el
coronavirus. Esta situación puede causarles daños de diferente tipo que quizás
acusen más adelante, si no se pone
remedio a este confinamiento lo antes posible, permitiéndoles, aunque sea de
forma temporal e intermitente, poder salir a una calle que no pidan desde hace
mucho tiempo.
Y quedan los jóvenes, los que tienen todo un oscuro e
incierto futuro por delante, con una economía diezmada que les va a ofrecer aún
menos oportunidades laborales de las que ahora carecen, con un curso académico paralizado,
que les va a causar trastornos sin cuento.
Todo ello a la hora de una formación cada vez más exigente
para poder acceder a un trabajo, algo que les está sucediendo también a los
trabajadores en activo y que la parada de la actividad y el paro consiguiente,
les está conduciendo al pesimismo y a la incertidumbre, ante un futuro
imprevisible, que nadie se atreve a augurar, dadas las circunstancias actuales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario