Nadie, ni en
el peor de los escenarios, ni en la más insoportable de las pesadillas, podía
presagiar lo que nos está pasando a nivel mundial en pleno siglo XXI, cuando
los libros de historia recogen las épocas vividas hace seiscientos años, en el
siglo XIV, con la peste negra, o con la mal llamada gripe española, hace más de
cien años, que diezmaron la población mundial.
En estos
momentos, en el año del señor de dos mil veinte, cuando la humanidad, con todas
sus deficiencias y miserias que sufre el tercer mundo, goza de unos avances en
todos lo órdenes como jamás había disfrutado antes, con una tecnología
desbordante, y, en general, con enormes progresos, incluida la sanidad y la
higiene a todos los niveles, nos encontramos inmersos en una inaudita e
inesperada pandemia, que está afectando a toda la humanidad, con unas
consecuencias devastadoras.
Con un
incierto origen, se ha extendido con una velocidad y una mortalidad inauditas, expandiéndose
cada día ante la imposibilidad de controlar sus espantosos efectos por parte de
una sanidad, que a nivel mundial se ve sobrepasada ante la incidencia de un
virus contra el que no tenemos ninguna vacuna, ni habíamos previsto, pese a
quienes venían avisando desde hace tiempo, y de modo generalista, que algo así
podría suceder en el futuro, como efectivamente ha sucedido.
Hemos
reaccionado tarde, mejor dicho, “lo han hecho tarde”, ellos y ellas, los
responsables, los que nos dirigen y confinan, conculcando nuestra libertad, no
sólo aquí, aunque nosotros ya teníamos las referencias de China e Italia, y que
no tomaron las decisiones oportunas, acertadas, por motivos de todo tipo, entre
los que figuran aquello de “que inventen ellos”, o sea, a ver qué pasa allí
afuera, y luego, ya veremos.
Y así, nos
pilló el toro, con errores garrafales como permitir eventos masivos varios,
desde los deportivos a los sociales, como manifestaciones enormes, que han
dejado un rastro terrible, cuando ya la Organización Mundial de la Salud, había
advertido en su contra, incluido el acaparamiento de material sanitario, ybien
por motivos puramente políticos o por aquello de “a ver quienpone el cascabel
al gato”, se permitieron auténticas barbaridades, que nos han llevado adonde
estamos, sin que nadie asuma responsabilidades, faltaría más.
Henos aquí, enclaustrados,
confinados y prisioneros en nuestras propias casas, lamentando una situación que necesariamente
hemos de aceptar y respetar, según nos dicen por el bien de todos, pero que
resulta, más que insoportable, que también lo es, absolutamente increíble a
estas alturas de una Historia, que no nos permitía visualizar, ni por asomo, lo
que nos está pasando.
Y es que si
esto nos lo sugieren hace diez años, seguramente nos lo habríamos tomado a
guasa, pese a que ya por entonces, algunas voces, entonces apenas audibles, ya avisaron
del peligro de de este enemigo invisible, inmensamente pequeño, que nos ha
dejado estupefactos, incrédulos, y sobre todo inmensa y ridículamente diminutos
e insignificantes.
Todo ello supone
una portentosa lección para nosotros, los altivos y soberbios seres humanos, que
deberíamos aprender de esta catástrofe que seguimos sin asumir por inesperada e
inaudita, y que pese a todo, me permito dudar, aunque siempre con la necesaria,
fugaz y desesperada esperanza, de que esta vez sí rectifiquemos
definitivamente, para no volver a caer jamás en tantos y tan repetidos errores.
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