En medio de la desolada situación en la que nos encontramos, ensombrecidos,
deprimidos y humillados por un confinamiento extremadamente insoportable, con una
extraña sensación de soledad, pese al obligado y duro compromiso de compartir
las veinticuatro horas de cada uno de los días que llevamos, y sin saber
cuántos aún nos quedan, nos despertamos con la triste y melancólica pesadumbre
de la desaparición de uno de los últimos grandes creadores, protagonistas del
mundo de nuestra cultura: Luis Eduardo Aute.
Como si lo hubiera sabido, como si lo presintiera, pese a
ausente estado de salud desde hace bastante tiempo, como si hubiera decidido abandonar
este mundo que juzgaba tan caótico, devastador y profundamente decepcionante, se
ausentó lenta, tranquila, sosegadamente, sin hacerse notar, sin molestar a
nadie, como si no deseara dejar una huella que nos ha quedado profundamente
impresa a quienes le seguimos, admiramos y respetamos como ser humano, músico y
poeta.
Qué feo, feo, mundo / qué feo, feo inmundo / qué feo, feo, contramundo
/ sin revés. Así rezaban algunos de los versos de una de sus últimas
composiciones que ya presagiaban el desastre en el que ahora nos encontramos
inmersos, y que afortunadamente para él, no tendrá ocasión de sufrir ni
lamentar, que le habría angustiado, sin duda, como lo está haciendo con la
inmensa mayoría de una población que no comprende, ni quiere entender, porque
no es culpable, de lo que nos está pasando, soportando una forzosa reclusión
que nos está desgastando física y anímicamente.
Aute nos acompañó, en momentos duros, de hierro, durante una
dictadura que suprimió las libertades más elementales, durante demasiado
tiempo, sorteando las limitaciones que nos imponían a la fuerza, con su poesía
y su música liberadora y sedante, sin estridencias, pero con la fuerzaque la
belleza siempre imprime a los versos de quien ama y siente la profunda y honda
sensibilidad de su poesía, como en el tema “al alba”, que disfrazada bajo una
letra que parece una carta de amor, una denuncia de las atrocidades de la
dictadura.
No solamente fue un excelente y reconocido letrista y
cantautor, sino que su actividad artística y creativa, se extendió a otras
artes como la pintura, la escultura, la arquitectura y el cine. Hablaba varios
idiomas y fue un admirador de los cantautores franceses Georges Brassens y Jacques
Brel, que conoció, admiró en y siguió en su estancia en París, dónde residió
temporalmente.
Sin cultura no somos más que zombies. Ya no somos sapiens,
nos hemos quedado en s.a., en sociedad anónima. Estamos en la edad media, con
cruzadas, epidemias y una nueva inquisición. La tecnología es el gran Dios y
tiene abducido a todo el mundo. Tenemos sobredosis de información y absoluta
ausencia de conocimiento.
Todas las anteriores expresiones, llenas de sensatez y
sabiduría, son suyas. Dan una idea bastante clara acerca de su capacidad para
analizar el mundo y su sociedad, hoy hundida en unos terribles momentos que nos
hacen lamentar aún más todavía la desaparición de personajes como Luis Eduardo
Aute, que se ha ahorrado este tiempo de pandemia, de soledad y de la necesaria y
triste reflexión que debiera acompañarnos, y que ya forma parte de la historia,
no sólo de la música, sino de la cultura en general de este País.
No hay comentarios:
Publicar un comentario