domingo, 12 de agosto de 2012

VOLAR DEL NIDO

Teníamos apenas doce años, quince a lo sumo y ya estábamos lejos de casa. Vivíamos en internados, colegios y más adelante en pensiones de la ciudad, generalmente en la capital de la provincia, Segovia en mi caso, época de la que guardo unos gratísimos recuerdos, unas maravillosas experiencias que lograron que a esta hermosa ciudad me aten desde entonces unos fuertes lazos de consideración, gratitud y respeto que conservaré mientras viva.
Tiempos de estudiante afortunado, alojado en una cálida y deliciosa pensión, pegada al majestuoso Acueducto, joya incomparable, que sigo sin comprender, y así lo he manifestado con frecuencia, por qué no se difunde su imagen y su historia con más intensidad, con más pasión, con más garra y convicción, con auténtico tesón, como un monumento único e irrepetible en el mundo, que tuvimos la suerte de que la Civilización Romana nos legase para lujo y disfrute de nuestra afortunada ciudad, junto con la preciosa y espléndida Catedral, las maravillosas iglesias y conventos y el soberbio Alcázar.
Todas estas joyas, junto con una envidiable gastronomía, consiguen que esta ciudad brille con luz propia a un altísimo nivel, reconocido sin lugar a dudas, como demuestran los numerosos actos culturales con representación internacional, llevados a cabo con una periodicidad y una frecuencia fijas, pero que ello no supone que Segovia figure en el ámbito internacional en el lugar que le corresponde y a la altura que se eleva esta joya cargada de tesoros, con el Acueducto al frente.
Sirva de introducción, homenaje y reconocimiento lo aquí expresado hasta el momento acerca de la acomodaticia situación en la que se encuentran instalados nuestros jóvenes, que evidentemente no lo tienen fácil, sin lugar a dudas, pero que precisamente por ello y por su envidiable e irrepetible condición juvenil, deberían batir las alas y abandonar el nido, dejando de lado tanto juguete mediático permanentemente ubicado entre las manos, tanta red social con tanto contenido insulso, cutre y banal y enfrentarse al mundo, comérselo literalmente.
Y así, en lugar de tanta queja, tanto tiempo encerrado en su guarida repleta de smartphones, móviles, ordenatas, consolas y una indiferencia absoluta por todo lo que ocurre a su alrededor, pese a los difíciles momentos por los que pasamos, pese a las complicadas circunstancias que se ceban en ellos de una forma especial, ese mundo tan hosco, tan adverso, tan complicado, los necesita y los espera con los brazos abiertos.
Pero para ello, para que sean escuchados y tenidos en cuenta, para que se oiga su voz, se tenga y en cuenta y se respete, han de elevarla más allá, han de publicarla a los cuatro vientos, olvidarse de las simplezas, cursilerías y vacuidades con que suelen llenar las redes sociales, medio importantísimo, clave y decisivo para gritar a los cuatro vientos su disconformidad, su negativa a seguir los dictados de quienes los agreden y limitan de formas diversas, sin poseer la más mínima autoridad moral, anulándolos e introduciéndolos en un mundo virtual repleto de instrumentos que no hacen sino alejarlos de los problemas reales, consiguiendo así silenciarlos, a ellos, que constituyen la fuerza más poderosa y vital de la sociedad en que vivimos.

No hay comentarios: