De ninguna forma pueden tener
cabida a estas alturas y menos aún en una sociedad moderna y avanzada como la
nuestra, determinados comportamientos sexistas, que en general continúan
azotando las conciencias y la salud moral y ética de de una ciudadanía que
contempla con asombro e incredulidad, a la par que con un innegable rechazo,
cómo los comportamientos machistas continúan atenazando a una España que no
entiende cómo pueden continuar en una línea que parece mantenerse uniforme semana
tras semana, mes tras mes y año tras año, unas espantosas estadísticas acerca del
maltrato que sufre la mujer, que arrojan unas cifran que asustan y preocupan
profundamente y que parecen calcadas de un año a otro con unos valores que
resultan estremecedores en una sociedad del siglo XXI.
Pese a que afortunadamente no
ocupamos los primeros lugares en el maltrato sexista, el número de mujeres
asesinadas en nuestro País es del orden de sesenta, cifra que casi
invariablemente se viene repitiendo a lo largo de estos últimos años, como una fría
y vergonzante estadística que pesase sobre una población, que ya de antemano
sabe el número de víctimas que por este motivo van a tener lugar de enero a
diciembre, como una maldición que hubiese caído sobre una sociedad que
contempla con estupor cómo los medios de comunicación dan cuenta cada semana de
un nuevo hecho luctuoso que no deja de arrojar una creciente preocupación sobre
unos hechos que de una forma tozuda y persistente, continúan año tras año
golpeando a una población, que perpleja, se pregunta por qué siguen
produciéndose estos hechos
No representa ningún consuelo
saber de que en países tan avanzados como los Nórdicos, la proporción de
mujeres asesinadas supere a las que se suceden en España, pese a que en ellos
existe una mayor y mejor educación sexista que aquí, y aunque parece una
contradicción, según estudios llevados a cabo recientemente, el motivo es el
elevado consumo de sustancias tóxicas como el alcohol, que conducen a comportamientos
violentos que, según dichos informes, desinhibe y consigue que determinados
frenos morales no se contemplen, con la consiguiente irrupción de una violencia
que recae siempre sobre la mujer, en un acto injustificable que desconcierta
profundamente y que nos deja desolados al contemplar cómo estos hechos
continúan teniendo lugar pese a los esfuerzos que la sociedad lleva a cabo para
tratar de evitarlos.
Pero el problema más acuciante
en estos momentos, es el de la violencia que afecta a nuestros jóvenes, donde
el creciente machismo está causando estragos entre un sector juvenil que
debería dar ejemplo en estos comportamientos, dada la positiva concienciación
que se le supone a quienes gozan de una educación, formación e información
completa y abundante, que debería haber logrado evitar estos comportamientos,
que llevan incluso, y de una forma incomprensible, a admitir por parte de
ellas, determinados comportamientos machistas que no son de recibo, y que
llevan a sorprendentes conclusiones como que un 22 % de los chicos y un 22 % de
las chicas entre doce y veinticuatro años, está “algo de acuerdo”, en que “el
hombre que parece agresivo es más atractivo”. Inadmisible a estas alturas.
Según los últimos informes
acerca de la violencia escolar, la conducta en estos ámbitos juveniles, que se
parece bastante al agresor de mujeres, no responde a ningún tipo de trastorno
discapacitante, y en la mayor parte de los casos, son jóvenes perfectamente
conscientes de lo que hacen. Así, dicho informe señala que siete de cada diez
agresores escolares le transfiere la responsabilidad de sus actos a la víctima,
asegurando que el agredido es un pringado que le provoca y que reacciona
“porque se lo merece”, según explican los propios autores de estos
inexplicables actos.
¿Cómo explicar estas actitudes
en una juventud a la que se le supone más preparada que ninguna otra en la
historia de este País? ¿Cómo entender que una chica joven, que posee una
formación acorde con los modernos tiempos actuales, con acceso a una
preparación cultural y técnica, en una avanzada Europa, pueda aceptar unos
comportamientos machistas por parte de su pareja? ¿Cómo un joven es capaz de
ver como algo lógico y razonable pedir una cierta sumisión y acatamiento a
quién comparte con él sus ratos de ocio y su vida diaria?
No hay respuestas tajantes y
definitivas. Quizás la escuela, desde los niveles más bajos debiera llevar a
cabo un trabajo en este sentido, algo que me consta se intenta, pero que no se
encuentra sistematizado en unos planes de enseñanza continuamente cambiantes,
por lo que su efectividad no es la que debiera a la hora de inculcar la
absoluta igualdad entre ambos sexos. El ambiente familiar, y el social dónde se
desenvuelven los jóvenes, juegan también, sin duda, un papel en estos
lamentables hechos.
No obstante no debemos
engañarnos. Aunque la inmensa mayoría de los jóvenes no comulgan con estos
comportamientos, los porcentajes señalados son demasiado altos para aceptarlos.
Por otra parte, la preparación científica y técnica, las inquietudes culturales
y sociales, así como la educación recibida, no son las mismas. La relación
directa entre estas últimas consideraciones y el comportamiento sexista
observado, debemos considerarla como un hecho fehaciente, por lo que fomentar la
cultura, la formación y la preparación en general, revertirá sin duda en un
comportamiento más tendente a la igualdad entre sexos.
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