martes, 17 de marzo de 2015

EL SEXISMO EN LOS JÓVENES

De ninguna forma pueden tener cabida a estas alturas y menos aún en una sociedad moderna y avanzada como la nuestra, determinados comportamientos sexistas, que en general continúan azotando las conciencias y la salud moral y ética de de una ciudadanía que contempla con asombro e incredulidad, a la par que con un innegable rechazo, cómo los comportamientos machistas continúan atenazando a una España que no entiende cómo pueden continuar en una línea que parece mantenerse uniforme semana tras semana, mes tras mes y año tras año, unas espantosas estadísticas acerca del maltrato que sufre la mujer, que arrojan unas cifran que asustan y preocupan profundamente y que parecen calcadas de un año a otro con unos valores que resultan estremecedores en una sociedad del siglo XXI.
Pese a que afortunadamente no ocupamos los primeros lugares en el maltrato sexista, el número de mujeres asesinadas en nuestro País es del orden de sesenta, cifra que casi invariablemente se viene repitiendo a lo largo de estos últimos años, como una fría y vergonzante estadística que pesase sobre una población, que ya de antemano sabe el número de víctimas que por este motivo van a tener lugar de enero a diciembre, como una maldición que hubiese caído sobre una sociedad que contempla con estupor cómo los medios de comunicación dan cuenta cada semana de un nuevo hecho luctuoso que no deja de arrojar una creciente preocupación sobre unos hechos que de una forma tozuda y persistente, continúan año tras año golpeando a una población, que perpleja, se pregunta por qué siguen produciéndose estos hechos
No representa ningún consuelo saber de que en países tan avanzados como los Nórdicos, la proporción de mujeres asesinadas supere a las que se suceden en España, pese a que en ellos existe una mayor y mejor educación sexista que aquí, y aunque parece una contradicción, según estudios llevados a cabo recientemente, el motivo es el elevado consumo de sustancias tóxicas como el alcohol, que conducen a comportamientos violentos que, según dichos informes, desinhibe y consigue que determinados frenos morales no se contemplen, con la consiguiente irrupción de una violencia que recae siempre sobre la mujer, en un acto injustificable que desconcierta profundamente y que nos deja desolados al contemplar cómo estos hechos continúan teniendo lugar pese a los esfuerzos que la sociedad lleva a cabo para tratar de evitarlos.
Pero el problema más acuciante en estos momentos, es el de la violencia que afecta a nuestros jóvenes, donde el creciente machismo está causando estragos entre un sector juvenil que debería dar ejemplo en estos comportamientos, dada la positiva concienciación que se le supone a quienes gozan de una educación, formación e información completa y abundante, que debería haber logrado evitar estos comportamientos, que llevan incluso, y de una forma incomprensible, a admitir por parte de ellas, determinados comportamientos machistas que no son de recibo, y que llevan a sorprendentes conclusiones como que un 22 % de los chicos y un 22 % de las chicas entre doce y veinticuatro años, está “algo de acuerdo”, en que “el hombre que parece agresivo es más atractivo”. Inadmisible a estas alturas.
Según los últimos informes acerca de la violencia escolar, la conducta en estos ámbitos juveniles, que se parece bastante al agresor de mujeres, no responde a ningún tipo de trastorno discapacitante, y en la mayor parte de los casos, son jóvenes perfectamente conscientes de lo que hacen. Así, dicho informe señala que siete de cada diez agresores escolares le transfiere la responsabilidad de sus actos a la víctima, asegurando que el agredido es un pringado que le provoca y que reacciona “porque se lo merece”, según explican los propios autores de estos inexplicables actos.
¿Cómo explicar estas actitudes en una juventud a la que se le supone más preparada que ninguna otra en la historia de este País? ¿Cómo entender que una chica joven, que posee una formación acorde con los modernos tiempos actuales, con acceso a una preparación cultural y técnica, en una avanzada Europa, pueda aceptar unos comportamientos machistas por parte de su pareja? ¿Cómo un joven es capaz de ver como algo lógico y razonable pedir una cierta sumisión y acatamiento a quién comparte con él sus ratos de ocio y su vida diaria?
No hay respuestas tajantes y definitivas. Quizás la escuela, desde los niveles más bajos debiera llevar a cabo un trabajo en este sentido, algo que me consta se intenta, pero que no se encuentra sistematizado en unos planes de enseñanza continuamente cambiantes, por lo que su efectividad no es la que debiera a la hora de inculcar la absoluta igualdad entre ambos sexos. El ambiente familiar, y el social dónde se desenvuelven los jóvenes, juegan también, sin duda, un papel en estos lamentables hechos.
No obstante no debemos engañarnos. Aunque la inmensa mayoría de los jóvenes no comulgan con estos comportamientos, los porcentajes señalados son demasiado altos para aceptarlos. Por otra parte, la preparación científica y técnica, las inquietudes culturales y sociales, así como la educación recibida, no son las mismas. La relación directa entre estas últimas consideraciones y el comportamiento sexista observado, debemos considerarla como un hecho fehaciente, por lo que fomentar la cultura, la formación y la preparación en general, revertirá sin duda en un comportamiento más tendente a la igualdad entre sexos. 

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