Nadie parecía estar
absolutamente seguro, nadie se atrevía a confirmar lo que parecía inevitable,
pese a los insistentes indicios, a las encuestas y a la clamorosa reacción de
una ciudadanía harta de unos políticos decepcionantes, de una corrupción
insoportable, de unos despilfarros sin cuento y de unos recortes en todos los
órdenes que están dando lugar a la entrada de nuevos aires en política que se
han visto materializados con la victoria de Syriza en Grecia.
Porque los tiempos están
cambiando, porque la sociedad no puede permitirse el abandono, el manejo y la
sumisión, que lleva aparejado una pobreza cada vez más visible de una clase
media, no digamos si miramos aún más abajo, a la que están sumiendo en la desesperante
incredulidad que se está asentando en la población, ante una situación
desesperante a la que está llegando, fruto de una política y de unos políticos
que han perdido toda credibilidad por parte de quienes en su momento les
votaron, y que ahora cambian el sentido de su voto hacia quienes representan el
polo opuesto de los habituales partidos de siempre.
Turnándose en el gobierno, los
dos grandes grupos políticos, en un ejercicio de suprema, desesperante y
rutinaria forma de ejercer el poder, han llegado a distanciarse de la gente,
hasta el extremo de identificarlos como si de uno sólo se tratara, dada la
escasa distancia que les separa, sobre todo en una manera de gestionar la economía
que parece ser única y exclusiva, dependiente en extremo de Europa, a la que
siguen fiel y disciplinadamente, que no les permite, según parece, un ápice de
libertad, pero que no ha supuesto obstáculo alguno para que la corrupción y el
despilfarro haya surgido en sus filas.
Y ahí está Syriza, partido
griego que guarda amplias similitudes con Podemos y que ha obtenido una amplia
victoria, con el consiguiente sobresalto en Europa, y fundamentalmente aquí, en
España, dónde populares y socialistas, se han esforzado en minorar, unos
considerándolos flor de un día, con unas feroces y desmedidas críticas,
acusándolos de populistas y demagogos, mientras que los otros, temerosos de
perder una gran parte de su electorado, considerándolos unos oportunistas, a la
par que los emplazan a que traten de demostrar cómo llevarían a cabo unas
medidas económicas que consideran irrealizables.
Cuando las barbas de tu vecino
veas cortar, pon las tuyas a remojar, afirma una de las sentencias populares,
que al contrario que muchas otras, refleja plena y certeramente una situación
como la que nos ocupa en esta ocasión, y de la que unos y otros deberán tomar
buena nota, porque ya no se trata de un ensayo, de una suposición, de una
encuesta, sino que han llegado los nuevos tiempos, que definitivamente están
cambiando, y que lo han hecho para cambiar las cosas, porque las urnas así lo
han decidido.
Ha sido el pueblo soberano
quien ha hablado. Nadie puede ponerle obstáculo alguno, ni pega de ningún tipo
que trate de empañar un resultado democrático, que no les gusta y que les
cuesta aceptar, después de décadas de manejar unas riendas que las urnas les
han quitado, en justa lid, a una derecha y centro izquierda que son las
tendencias que imperan hoy y desde hace mucho tiempo en una Europa, que no ve
con buenos ojos, cómo por primera vez, se impone en las urnas una Izquierda con
mayúsculas, es decir, una izquierda a la izquierda de la izquierda.
Mientras Syriza se queda a dos escaños de la mayoría absoluta, PSOE y PP
se miran en el espejo, incrédulos y consternados, a la par que desempolvan la
espuma y la brocha de afeitar. Falta les va a hacer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario