La inquietud permanente del ser
humano, le conduce indefectiblemente a
mirar hacia atrás, hacia el pasado, hacia sus orígenes, mirada que es
tanto más emotiva, cuanto más se aleja en el tiempo, en un viaje que nos
permite volver la vista atrás y recorrer el camino ya visitado por sus
ancestros, hasta donde la vista alcanza, hasta donde nuestro conocimiento
llega, mediante la utilización de restos, documentos y evidencias varias que
nos legaron quienes pasaron por aquí antes que nosotros y tuvieron la
oportunidad de abrirnos el camino en un viaje siempre de cara hacia el futuro, según
indica la flecha del tiempo, únicamente hacia adelante, sin posibilidad de
volver atrás, pero abriéndose paso desde el principio de los tiempos, en unas
condiciones absolutamente adversas, sorteando calamidades de todo tipo, desde
glaciaciones que cubrieron de hielo parte del Planeta, hasta las hambrunas,
pestes, guerras y desastres naturales que asolaron la Tierra y a sus habitantes,
demostrando una vez más que la vida siempre se abre camino.
Pese las condiciones hostiles
en las que se desenvolvieron los primeros pobladores, cabe suponer que la
supervivencia era su lucha diaria, tanto para conseguir el alimento como para
defenderse de los rigores climatológicos y de los animales con los cuales
entraban en competencia y a los que recurrían para su alimento, destaca el
hecho de cómo el ser humano que hace cuarenta mil años, desde África, al final
de la denominada Edad de Piedra, cuando comenzó a extenderse y a propagarse, comienza
ya a representar escenas artísticas, tomando como motivo principal escenas de
caza, plasmándolas en las cuevas, utilizando el relieve de las mismas, las
oquedades, los salientes y abultamientos, utilizando pigmentos para colorear
dichas escenas, para llevar a cabo una reproducción mágico religiosa que les
propiciase la caza, tan fundamental y esencial para sus habitantes, lo que supone
ya la concepción de un pensamiento mágico simbólico, que se base en una serie
de creencias y emociones, carentes de un fundamento lógico y racional, pero que
entroncan con la tradición, la fe y la imaginación.
Visitar estos lugares donde
nuestros más remotos antepasados dejaron sus huellas, que se remontan a la
última glaciación que sufrió nuestro Planeta, emociona profundamente, a la par
que nos descubre la faceta artística que ya entonces poseían aquellos antiguos
pobladores, que imaginamos tan distintos a nosotros, con su feroz aspecto y sus
rudas costumbres, que a medida que los conocimientos sobre ellos van avanzando,
descubrimos que no lo eran tanto, pues ya se ocupaban y preocupaban por los
enfermos, los cuidaban y los enterraban, lo que ya dice bastante en cuanto a su
capacidad para experimentar profundas emociones humanas, demostrando con ello
que estaban capacitados para amar, sentir y mostrar compasión hacia sus
semejantes.
Estaban dotados de una
sensibilidad que no solamente les aportaba la afectividad que mostraban hacia
los suyos, sino que eran capaces de volcar esa capacidad tan humana, para llevar
a cabo una creatividad artística que no se limitó a un área concreta y
determinada, sino que se halla repartida por cuantos lugares se fueron
extendiendo, encontrando vestigios de las pinturas rupestres en un innumerable
número de cuevas repartidas por todo el Planeta, y en el que las escenas de
caza son las más representadas, ya que esta actividad, vital para ellos, era la
que más tiempo les ocupaba.
Visitar la reproducción o
réplica idéntica de las prodigiosas cuevas de Altamira, en Santillana del Mar,
en la hermosa y verde Cantabria, es una experiencia que nadie debería obviar,
semejante a la contemplación de las
hermosas pinturas de Miguel Angel en la Capilla Sixtina, a la inenarrable
emoción que despierta la extasiante visión de una soberbia catedral o a la audición
de una bellísima sinfonía, y aunque no es posible recrear los mismos pasos que
siguieron sus pobladores hace más de treinta mil años, pues la cueva original,
afortunadamente se cerró al público hace años, la reproducción situada al lado
de la original, es tan fidedigna, que seguramente las increíbles sensaciones
que han de experimentarse en una y otra, aunque no idénticas, han de ser muy parecidas
a la hora de su visita, inolvidable, tal como yo mismo pude experimentar.
Se quieren reabrir de nuevo, después
de tantos años de reposo, alterando su apacible soledad, hecho que quizás no
sea aconsejable, que muchos no consideramos oportuno, ya que se cerraron porque
se comprobó que el deterioro al que se las estaba sometiendo aconsejaba su
cierre inmediato, aunque ahora se afirme que en su caso los grupos serían mucho
menos numerosos. Confiemos en la sabia decisión de quienes en nombre de la
Humanidad tienen encomendada la delicada misión de cuidar y proteger tan
majestuosa, soberbia y hermosa obra de arte, con el fin de que se perpetúe en
el tiempo, como homenaje a aquellos primeros seres humanos que poblaron la
Tierra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario