miércoles, 21 de mayo de 2014

LA CAPILLA SIXTINA DE ALTAMIRA

La inquietud permanente del ser humano, le conduce indefectiblemente a  mirar hacia atrás, hacia el pasado, hacia sus orígenes, mirada que es tanto más emotiva, cuanto más se aleja en el tiempo, en un viaje que nos permite volver la vista atrás y recorrer el camino ya visitado por sus ancestros, hasta donde la vista alcanza, hasta donde nuestro conocimiento llega, mediante la utilización de restos, documentos y evidencias varias que nos legaron quienes pasaron por aquí antes que nosotros y tuvieron la oportunidad de abrirnos el camino en un viaje siempre de cara hacia el futuro, según indica la flecha del tiempo, únicamente hacia adelante, sin posibilidad de volver atrás, pero abriéndose paso desde el principio de los tiempos, en unas condiciones absolutamente adversas, sorteando calamidades de todo tipo, desde glaciaciones que cubrieron de hielo parte del Planeta, hasta las hambrunas, pestes, guerras y desastres naturales que asolaron la Tierra y a sus habitantes, demostrando una vez más que la vida siempre se abre camino.
Pese las condiciones hostiles en las que se desenvolvieron los primeros pobladores, cabe suponer que la supervivencia era su lucha diaria, tanto para conseguir el alimento como para defenderse de los rigores climatológicos y de los animales con los cuales entraban en competencia y a los que recurrían para su alimento, destaca el hecho de cómo el ser humano que hace cuarenta mil años, desde África, al final de la denominada Edad de Piedra, cuando comenzó a extenderse y a propagarse, comienza ya a representar escenas artísticas, tomando como motivo principal escenas de caza, plasmándolas en las cuevas, utilizando el relieve de las mismas, las oquedades, los salientes y abultamientos, utilizando pigmentos para colorear dichas escenas, para llevar a cabo una reproducción mágico religiosa que les propiciase la caza, tan fundamental y esencial para sus habitantes, lo que supone ya la concepción de un pensamiento mágico simbólico, que se base en una serie de creencias y emociones, carentes de un fundamento lógico y racional, pero que entroncan con la tradición, la fe y la imaginación.
Visitar estos lugares donde nuestros más remotos antepasados dejaron sus huellas, que se remontan a la última glaciación que sufrió nuestro Planeta, emociona profundamente, a la par que nos descubre la faceta artística que ya entonces poseían aquellos antiguos pobladores, que imaginamos tan distintos a nosotros, con su feroz aspecto y sus rudas costumbres, que a medida que los conocimientos sobre ellos van avanzando, descubrimos que no lo eran tanto, pues ya se ocupaban y preocupaban por los enfermos, los cuidaban y los enterraban, lo que ya dice bastante en cuanto a su capacidad para experimentar profundas emociones humanas, demostrando con ello que estaban capacitados para amar, sentir y mostrar compasión hacia sus semejantes.
Estaban dotados de una sensibilidad que no solamente les aportaba la afectividad que mostraban hacia los suyos, sino que eran capaces de volcar esa capacidad tan humana, para llevar a cabo una creatividad artística que no se limitó a un área concreta y determinada, sino que se halla repartida por cuantos lugares se fueron extendiendo, encontrando vestigios de las pinturas rupestres en un innumerable número de cuevas repartidas por todo el Planeta, y en el que las escenas de caza son las más representadas, ya que esta actividad, vital para ellos, era la que más tiempo les ocupaba.
Visitar la reproducción o réplica idéntica de las prodigiosas cuevas de Altamira, en Santillana del Mar, en la hermosa y verde Cantabria, es una experiencia que nadie debería obviar, semejante a la contemplación de las  hermosas pinturas de Miguel Angel en la Capilla Sixtina, a la inenarrable emoción que despierta la extasiante visión de una soberbia catedral o a la audición de una bellísima sinfonía, y aunque no es posible recrear los mismos pasos que siguieron sus pobladores hace más de treinta mil años, pues la cueva original, afortunadamente se cerró al público hace años, la reproducción situada al lado de la original, es tan fidedigna, que seguramente las increíbles sensaciones que han de experimentarse en una y otra, aunque no idénticas, han de ser muy parecidas a la hora de su visita, inolvidable, tal como yo mismo pude experimentar.
Se quieren reabrir de nuevo, después de tantos años de reposo, alterando su apacible soledad, hecho que quizás no sea aconsejable, que muchos no consideramos oportuno, ya que se cerraron porque se comprobó que el deterioro al que se las estaba sometiendo aconsejaba su cierre inmediato, aunque ahora se afirme que en su caso los grupos serían mucho menos numerosos. Confiemos en la sabia decisión de quienes en nombre de la Humanidad tienen encomendada la delicada misión de cuidar y proteger tan majestuosa, soberbia y hermosa obra de arte, con el fin de que se perpetúe en el tiempo, como homenaje a aquellos primeros seres humanos que poblaron la Tierra.

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