El futuro es de los jóvenes,
solía decirse harto frecuentemente, que no ahora, cuando parece no ser una
frase muy afortunada dadas las circunstancias actuales de marginación, sobre
todo laboral, en la que se encuentran desde hace ya demasiado tiempo, aunque de
hecho, e irremisiblemente, el porvenir les corresponde aunque sólo sea por
elementales razones de edad, de un abundante tiempo que tienen por delante,
incierto e imprevisible, incluso desalentador, situación que les lleva al
desánimo y a una desesperación que se convierte en ocasiones en una dejadez,
próxima al pasotismo, que en nada les beneficia, mientras las instituciones
oficiales, el gobierno de turno, parece haberse olvidado de ellos, pese a que
no tienen problema para citar unos datos estadísticos que arrojan cifras
escandalosamente altas, próximas al cincuenta por ciento de paro, algo
inasumible para un País Europeo.
No solamente no se aportan
soluciones a este tremendo problema que pone en riesgo a toda una generación de
jóvenes que deberían ser la punta de lanza del País con su empuje, preparación
y capacidad de innovación, sino que se les ponen obstáculos incluso para su
formación, elevando las tasas universitarias en unos casos y recortando la
formación laboral en otros, así como limitando las oportunidades de acceder a
becas tanto aquí como las destinadas a la oportunidad de conocer el resto de
los países europeos, necesario para una formación no sólo académica, sino
humana, integral y global, acorde con los tiempos que les ha tocado vivir y
para lo que tantos obstáculos encuentran en su camino.
Se les ofrece la oportunidad de
acogerse a un plan de jóvenes emprendedores, que no sólo no acaba de ponerse en
marcha, sino que lo hace partiendo de una base harto complicada, ya que pese a
las relativas facilidades que en apariencia dicho plan contempla, las
dificultades para crear una actividad, dadas las circunstancias actuales,
constituye una tarea complicada y difícil de llevar a cabo, pues a la
inexperiencia propia de un joven que se enfrenta a la creación de una empresa
por pequeña que sea, se unen los problemas derivados de la falta de crédito, al
que más o menos tarde tendrán que recurrir, como a una relajación en el
consumo, debido a los problemas laborales y de recortes en general que llevamos
soportando varios años, y para los que no se atisba solución inmediata, por lo
que la viabilidad de los nuevas actividades que se puedan crear, siempre
estarán en el aire, retrayendo de esta forma a los posibles emprendedores que
se pensarán muy detenidamente si merece la pena lanzarse a la aventura.
Mientras tanto, los jóvenes son
utilizados por unos y por otros, como moneda de cambio, como arma arrojadiza y,
por supuesto, por las multinacionales de las nuevas tecnologías, que tienen en
ellos a sus mejores clientes. Una auténtica mina de oro a la hora de
desarrollar nuevos y continuos productos, tanto en equipos como en programas que
consumen con fruición desmedida, con los cuales llegan a los jóvenes de
inmediato, habiendo creado con ellos un inmenso e inacabable mercado que les
proporciona unas ganancias desmedidas, a cambio de no aportarles nada positivo,
nada práctico, nada que les reporte ventaja alguna, salvo el tiempo que los
tienen obnubilados con una auténtica invasión de aplicaciones, que cada día les
absorben más parte de su precioso tiempo y que ningún beneficio práctico les
reportan. Mientras las compañías eléctricas se frotan las manos pensando en las
elevadas cifras de ganancias que les supone el empleo masivo de tanto ingenio
tecnológico devorando kilovatios sin parar. Una manipulación muy rentable.
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