sábado, 16 de agosto de 2014

VEN CAPITÁN TRUENO

Vivimos una época en la que a la falta de incentivos, motivado por unos tiempos difíciles que no nos permiten muchas alegrías, se suma una ausencia total de referentes que supongan un ejemplo moral, cívico y de valores tradicionales capaces de estimular y de servir de ejemplo y acicate para quienes más tienen que decir en el futuro de toda sociedad digna que se precie de serlo, que son los jóvenes, los cuales necesariamente serán quienes de una u otra forma, en uno u otro puesto, en uno u otro trabajo más o menos importante, dirigirán y tomarán las riendas del País, dirigiendo, produciendo, creando, diseñando, enseñando y en definitiva logrando que la sociedad en la que viven sea cada día mejor, más eficiente, más productiva, más cómoda y sobre todo más justa para todos, para lo cual, a la capacidad que se les supone, ha de sumarse el esfuerzo, la voluntad de progresar, de formarse y de tratar de conseguir llegar allá donde los sueños pueden llegar a  convertirse  en una realidad, a la que nunca deben renunciar, por difícil que se presente el camino que han de seguir para materializar esos venturosos deseos.
Para conseguir estos objetivos, hemos de reconocer que no siempre basta con llevar a cabo todas esos imperativos y verlos convertidos en una realidad, que no obstante se hacen absolutamente necesarios, por lo que insistimos en que necesitarán ese estímulo, ese aliciente o motivación que no siempre encuentran y que no siempre se los podemos proporcionar por mucho que lo procuremos, ya que en cualquier caso, y dado el hecho de que están en contacto con una sociedad sumamente tecnificada, permanentemente comunicada y tecnológicamente muy avanzada, el influjo que en ellos crea es tan poderoso, tan dependiente, que se erige a veces en una auténtica barrera que puede llegar a convertirse en un obstáculo para el logro de las metas propuestas, si en ella no encuentran los alicientes y los estímulos que necesitan.
La sociedad actual carece por completo de los elementos necesarios que estamos tratando de hallar  para paliar allanar y suavizar ese camino que han de recorres, ya que si nos circunscribimos a nuestro País, la situación no da para muchas alegrías en este aspecto, donde vivimos unos tiempos en los que los posibles ejemplos válidos, capaces de iluminar con sus impecables y dignos actos a los jóvenes, brillan por su ausencia, pues no son precisamente un dechado de perfección, sino más bien al contrario, donde nada ni nadie se erige en un referente válido, intachable, con una fuerza moral y ejemplarizante.
Lo que vemos diariamente es una sociedad encerrada en sí misma, donde el único bien a alcanzar, la única meta, el único becerro de oro a adorar es el dinero, la posesión de bienes materiales y un afán desmedido de una apariencia externa absurda, mediante la exhibición de los clásicos signos externos de riqueza, que no reparan en las capacidades humanas, culturales, creativas y en general, de los valores clásicos que adornan al ser humano, que busca una perfección personal mediante la superación individual, pero con unos ideales de justicia y equidad que reviertan en la sociedad en la que se desenvuelve.
Si a todo esto sumamos el enrarecido clima político que padecemos, con unos personajes que deberían dar ejemplo y que se hallan inmersos en continuas peleas con el incalificable y peregrino argumento del tú más, incapaces de llegar a acuerdos que deberían beneficiar a los ciudadanos, sumidos en intereses personales y de partido, cuando no en corruptelas y despilfarros, el panorama que se presenta, no es precisamente alentador, si pretendemos encontrar modelos válidos de integridad y superación personal. 
          Vienen a mi mente en estos momentos de resignación y desencanto, los tiempos de mi infancia en los que leíamos con auténtica fruición las historietas gráficas y los tebeos, hoy denominados cómics, y que en su momento nos sirvieron de gran ayuda a la hora de practicar la lectura que necesariamente llevábamos a cabo, a la par que nos iniciábamos en una cierta capacidad, incipiente claro está, de discriminar el bien del mal y de iniciarnos en un atisbo de leve crítica hacia ciertos comportamientos de los héroes los villanos, así como de desarrollar un sentido del humor del que no estaban exentos.
Entre estos cómics, que muchos recordarán y que hoy en día son objeto de colección, figuran El Jabato, El Guerrero del Antifaz, Flecha Roja, Hazañas Bélicas, Roberto Alcázar y Pedrín y el Capitán Trueno, entre otros muchos, que junto con sus amigos Goliath y Crispín, se erigían en luchadores justicieros que nos maravillaban con sus heroicas aventuras, en los que siempre triunfaba el bien sobre el mal, los buenos sobre los malos, el héroe sobre el malvado. Eran nuestros referentes, los ídolos que representaban la dignidad, la valentía y la justicia, que lograban encandilar a aquellas mentes infantiles, y que hoy son valores que brillan por su ausencia, ante lo cual sólo nos queda recordar aquella letra del grupo musical Asfalto para que ilustre cuantos deseos mostramos aquí: ven Capitán Trueno, haz que gane el bueno.

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