viernes, 29 de agosto de 2014

ZAPATERO REMENDÓN

El derroche sistemático e inconsciente, ha llegado en nuestros vulgares y alocados tiempos, a unos niveles de absurdo e injustificable consumismo, que nos ha conducido a una desigual carrera hacia ninguna parte, en la que el mérito más valorado, ya no es el de participar e incluso ganar, sino en exhibir durante la misma, el mayor y más exuberante, a la par que caro, lujoso y valioso, conjunto de bienes externos de riqueza, con el mal disimulado propósito de sobresalir y destacar por encima del resto de contendientes, tratando de dejarlos obnubilados y boquiabiertos ante el poder seductor de cuantas posesiones se puedan exhibir, mostrando lo último de lo más actual, lo que acaba de salir hace un instante, en un ejercicio de estupidez, que no tiene más explicación, que las del ansia de sobresalir y destacar a base de recurrir a recursos y circunstancias materiales, siempre externas, que no a unos valores éticos, estéticos y culturales, de los que sin duda se carece, tratando de sobresalir de esta peculiar manera que persigue deslumbrar, fascinar e impresionar, llamando la atención del contrincante, al tiempo que se trata de obtener una auto satisfacción personal carente de todo valor que no sea el puramente material.
Ya casi nada se repara ni se conserva, si medianamente se ha utilizado, si adolece de nuevo, si no mantiene un estado de conservación perfecto, ejemplar, modélico, si no está como casi el primer día, así que sencillamente se tira, se cambia, se compra uno nuevo y santas pascuas, aquí paz y después gloria, para que repararlo, para que intentar recomponerlo si nos va a salir más caro, si de todas formas va a seguir teniendo aspecto de viejo, de usado, de segunda mano, no merece la pena, cambiémoslo, compremos otro nuevo.
Y así, va a la basura un aparato más que bien podría haber sido arreglado, reparado, puesto de nuevo en servicio por mucho menos de lo que imaginamos, pues siguen habiendo, afortunadamente, zapateros remendones, tiendas de reparación de electrodomésticos de toda la vida, que ahí siguen hoy en día, con una vigencia y una razón de ser como antaño, tiendas de arreglos de ropa, de prendas de vestir, de arreglo y composición de muebles y de otros servicios que están proliferando ante las situaciones de necesidad extrema a la que se está llegando hoy en día, en estos tiempos difíciles que han conseguido que mucha gente vuelva los ojos de nuevo hacia ellos, hacia la necesidad de conservar los objetos que pueden y deben ser conservados, porque su vida aún no ha acabado, porque pueden seguir utilizándose con una pequeña y poco costosa reparación que esta sociedad parecía haber olvidado dada la vorágine consumista en la que se halla inmersa, que nos induce a comprar compulsivamente y a rechazar los bienes que ya no son absolutamente nuevos, que han sufrido un pequeño desgaste o un deterioro perfectamente reparable.
Conozco varios de estos impagables reparadores de trastos viejos y no tan viejos, a los que recurro de vez en cuando, como es el caso de un zapatero que lleva años en el mismo lugar, con la misma pequeña tienda de reparación, a la que apenas ha añadido alguna moderna herramienta que facilita su trabajo, pero que básicamente continúa igual que hace casi cuarenta años. Le suelo llevar los zapatos que repara de una eficiente manera y todo con unas tarifas absolutamente moderadas. Le he llevado hace poco unas zapatillas de deporte con unos cuantos años, que han soportado mal el paso del tiempo y que han estado en el borde del cubo de la basura multitud de ocasiones. Les ha echado un vistazo y sin dudarlo, me dice: para cuando las quieres, no tengo prisa, le digo. Mañana por la tarde están. Qué satisfacción verlas otra vez como nuevas.

No hay comentarios: