En tiempos pasados, aunque no
tan remotos como para que no llegue incluso a suceder en los tiempos actuales,
era moneda corriente el sabotaje, entorpecimiento o simple y llanamente el
acoso y derribo del estreno de una obra de teatro, a cargo del oponente,
enemigo o contrincante, del autor en cuestión, y a tal efecto contrataba a una
banda de revoltosos cuya misión consistía en romper el debut o inauguración,
con gritos y proclamas en su contra, profiriendo todo tipo de expresiones
malsonantes con la intención de ridiculizar y desacreditar tanto al autor como
a su obra, en un acto miserable y ruin,
que generalmente conseguía sus propósitos al lograr que la representación no
pudiera llevarse a cabo, aunque en ocasiones pudiera evitarse el escándalo al
desalojar a los vándalos, que de esta manera conseguían justamente lo
contrario, pues el autor subía a escena y tenía ocasión, de esta manera, de contraatacar
a quien conocía como su seguro oponente, desenmascarándolo y poniendo a su favor
a unos espectadores que no salían de su asombro ante semejante espectáculo.
Fueron muchos y muy sonados los
sucesos que con este motivo tuvieron lugar en el panorama teatral español de
todos los tiempos, como por ejemplo lo que le sucedió a la obra de Calderón de
la Barca, la Vida es Sueño, en el año 1931 en la iglesia románica de San Juan
de Duero, en Soria, o los muchos altercados que tuvo que sufrir Federico García
Lorca cuando con la Barraca llevaba por toda España la cultura teatral
representando todo tipo de obras, así como los altercados que se sucedieron en
el siglo XIX con numerosos estrenos que con frecuencia eran interrumpidos, de
esta hosca, absurda y vergonzosa manera, con el fin de desacreditar a los
autores, que sufrían las consecuencias de la envidia e inquina por parte de sus
oponentes.
Famoso y legendario es el caso
de un autor teatral que preparó su propio sabotaje en el día del estreno de una
obra pretendidamente suya, con el objeto de desenmascarar a sus enemigos,
adelantándose a los auténticos saboteadores que ya estaban en la sala, de tal
forma que cuando llegaron los falsos alborotadores, los verdaderos saltaron de
sus asientos y se unieron a ellos. En ese momento, el autor subió al escenario
y proclamó a viva voz, que la obra que se iba a representar no era suya, sino
de otro autor, que se había prestado a la farsa con el objeto de dejar al
descubierto a los enemigos del autor, que de esta forma quedaron al
descubierto.
Hoy en día, estos métodos
pertenecen sólo al pasado, salvo puntuales hechos en los que determinadas
gentes, hartas ya de intentar todo por las vías burocráticamente establecidas,
deciden protestar por las injusticias y atropellos contra ellos cometidas, se
lanzan a la calle pacíficamente y llevan
sus quejas ante el domicilio de los responsables de las supuestas injusticias,
en los denominados scratch – literalmente rayar o arañar – con el objeto de
hacerse oír, siempre de una forma totalmente pacífica, pese a los intentos de
tergiversar estos hechos que se han llevado a cabo por quienes estaban
interesados en desprestigiar a quienes los llevaban a cabo.
Hoy las Redes Sociales ofrecen
un espléndido y tentador marco de actuación para quienes deseen manifestar,
denunciar o debatir cuantos temas deseen, sin obstáculo alguno, con una
libertad total para llevarlo a cabo, insertando incluso material gráfico en
forma de fotografías, vídeos y en general, en formato multimedia, con lo que se
consigue un mayor y eficaz apoyo a unos argumentos que en buena lógica han de
respetar las formas y la corrección que se espera de quienes utilizan estos
medios y que no siempre sucede así, ya que amparándose en un cierto anonimato y
escudándose tras él, utilizan estos medios para difamar, insultar y apoyar
expresiones, acciones y hechos absolutamente injustificables, que no pueden ni
deben tener cabida en las Redes Sociales.
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