sábado, 9 de agosto de 2014

JAULA

Así se llama la preciosa niña Saharaui, de diez años de edad, de tez ligeramente morena, donde se alojan unos hermosos ojos oscuros, con unas largas pestañas, negras como el azabache, enmarcadas en una carita redonda y amable que determinan una expresión que no parece denotar una alegría inmediata, perenne, sino más bien reflexiva y atenta siempre a todo cuanto le rodea, que se transforma de inmediato cuando alguien la llama reclamándola, cuando se dirigen a ella: Jaula, ¿quieres un helado? Porque ella no lo pedirá, no abusará nunca de su condición de niña integrante del admirable Pueblo Saharaui, que continúa con su condición de Nación sin Estado, pero que Jaula agradecerá con una deliciosa y agradecida sonrisa, con un sí que colmará de satisfacción a quién le ha hecho tan dulce ofrecimiento.
Está aquí, en España, en acogida, gracias a Lucía, la persona que se encarga de ella a todos los efectos durante el tiempo que permanezca en nuestro País, en un gesto que le honra profundamente y que supone una gran responsabilidad para ella, autora en definitiva de la inmensa felicidad que experimenta Jaula, y que derrocha continuamente, preguntando por todo cuanto le rodea, como cuando se sorprende al contemplar unos columpios que no conocía, que nunca había visto en su Tierra, y que han supuesto para ella una gratísima sorpresa que le hace disfrutar enormemente, como lo hace en la piscina del camping adonde han ido, próximo a la playa.
Juega en la arena con el cubo y la pala, como si fuera una niña pequeña. Tal es su alegre e infantil felicidad en la que se encuentra sumida, y que comparte con el grupo que les acompaña, unas encantadoras amigas de Lucía, que se queja de que la están malcriando, de que le permiten todo, aunque ella nada pide si no se lo ofreces, como hace Laura, que parece la más joven del grupo, encantadora, casi parece otra niña, y es por ello quizás, que es con ella con quién más se identifica: Laura, le dice ¿tú columpios?.
Todos los días llama a su familia y pregunta a sus padres por sus tres hermanos, que van de los cuatro meses el más pequeño a los doce años el mayor, que viven allá, en el olvidado Sáhara, que gracias a personas como Lucía y otros cooperantes como ella, consiguen que este desventurado Pueblo no caiga en el más indignante de los olvidos.
Jaula es obediente, cariñosa y servicial. Te acaricia pasándote la mano por los brazos y la cara, en un gesto de alegre gratitud que conmueve. Todo lo comparte, no se queja por nada, ni siquiera en los largos viajes en coche como el que hicieron para ir al camping. Le encanta probar de todo, salvo el cerdo que no lo puede tomar, y tantas otras cosas que le están prohibidas, no por su religión musulmana, sino porque su delicada dentadura no le permite tomar algunas golosinas de una cierta dureza, no así las chuches que tanto le gustan y con las que tanto disfruta.
Ayuda en todas las labores, colabora en todo, y es la primera en participar en todas las actividades lúdicas que se organizan en el camping, con las que disfruta, haciendo feliz al mismo tiempo a todos los integrantes del grupo que conviven con ella. Es inteligente, a la vez que seria y reflexiva. No se sorprende por nada, ni por el ambiente tan multicultural que la rodea tan distinto en sus costumbres y manifestaciones, ni por la actitud de sus amigas que se desenvuelven en una atmósfera de completa libertad, tan diferente del lugar de donde procede. Todo lo asimila con absoluta naturalidad.
Jaula representa a todos los niños que viven su infancia en ese Tercer Mundo tan olvidado por el rico y opulento en el que se desenvuelven los niños de Occidente, donde nada les falta, donde tienen a su alcance todo tipo de unas comodidades materiales que ellos no poseen, aunque como Jaula, no carecen del amor y el cariño de una familia donde las carencias de todo orden contribuyen a unirlos aún más.
Lucía y Jaula, como representantes de la solidaridad en un caso y de la infancia menos favorecida en el otro, merecen todo nuestro cariño, nuestro respeto, y nuestra más ferviente admiración. Gracias a las dos por la inmensa felicidad que prodigan.

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