viernes, 10 de enero de 2025

Ramalazos totalitarios

 El gobierno, a través de su partido político, registra en el Congreso una iniciativa frente al acoso derivado de “acciones judiciales abusivas”. Este titular no procede de un país carente de una democracia social y de derecho dónde las libertades, la separación de poderes y las garantías individuales de los ciudadanos estuvieran conculcadas por un poder absoluto y dictatorial.

No, craso error. Semejante y temeraria iniciativa, tiene su origen en España, en Europa, dónde la democracia se consideraba consolidada, dónde el respeto del gobierno por la separación de poderes se supone un hecho incontrovertible, y la justicia se manifiesta libremente sin posibilidad alguna de ser intervenida y cuestionada por un ejecutivo que ahora comprobamos con incredulidad, pretende amordazarla y controlarla, y así, convertirla en sierva de sus siniestras y autoritarias intenciones, plenamente totalitarias e incompatibles con un país democrático.

No es un asunto baladí, no es un tema para tomar a la ligera, es una medida lo suficiente grave y seria como para considerarla en su justa y perversa trascendencia, que no obstante, y como tantos otros excesos cometidos por este ejecutivo, no son tomados en cuenta por una ciudadanía que parece haber abandonado toda esperanza de reconducir una situación que está llevando a este gobierno a una deriva autoritaria que no acepta, pero que bien el cansancio, bien la indiferencia, los induce mantenerse al margen de una necesaria crítica que obligue a este gobierno a reconducir una desquiciada política dirigida exclusivamente a perpetuarse en el poder a toda costa.

No es la primera vez que este gobierno ha intentado maniatar y acorralar al poder judicial, y por ende, a sus representantes los jueces, habiendo sido por ello amonestado repetidamente por Europa, a la que ha hecho caso omiso una y otra vez, en una ceremonia de la confusión que denota una absoluta falta de respeto hacia esa institución ante la que debería rendir cuentas como una democracia más de las que la integran, y que no salen de su asombro, sobre todo desde la farsa del retiro conventual del presidente, al que entonces lo calificaron de showman, y que aquí lo vivimos como un irrisorio esperpento.

Rodeado de una corrupción galopante, de un descrédito imparable y de unas estadísticas, que en la actualidad, lo sitúan en una posible derrota electoral, algo inasumible para la altiva y desmedida soberbia que caracteriza al jefe del ejecutivo, incapaz de reconocer la desastrosa gestión de una legislatura deplorable, con una división patética entre los miembros del gobierno y una incapacidad cada día más galopante para sacar adelante los proyectos de ley, teniendo que recurrir a los decretos, un ejecutivo desquiciado, incapaz de reaccionar de una forma democrática, ha optado por tratar de frenar a una justicia que lo tiene acorralado, adoptando una medida dictatorial y perversa, impropia de una democracia.

El intento de amordazar, silenciar y dirigir a los jueces en su crucial y trascendente labor democrática, es una auténtica felonía, de una gravedad extrema, seguramente inconstitucional, absolutamente rechazable, y profundo, arbitrario e injustamente ilícito, que confiamos no se lleve a cabo, porque sentaría un precedente de consecuencias nefastas para nuestro país, sus ciudadanos, y para una democracia que quedaría seriamente dañada por una ejecutivo que no repara en nada para eternizarse en el poder.


La paz del Sanchismo

 Este país no sale de su asombro ante los bandazos continuos que a modo de un siniestro baile de máscaras ejecuta un gobierno empeñado en una enloquecida búsqueda por apuntarse un tanto ante su electorado, por mejorar una desquiciada imagen que se le escapa a su férreo y obsesivo control, algo que le resulta insoportable y absolutamente alejado de unos objetivos que se ha fijado a decenios vista, tal como se deduce de los ambiciosos y autoritarios planes de un presidente del gobierno que parece haber perdido el sentido de la realidad.

Algo que se intuye a la vista de sus alocados planes, rodeado de una corrupción galopante, de un descrédito imparable y de unas estadísticas, que en la actualidad, lo sitúan en una indudable derrota electoral, algo inasumible para la altiva y desmedida soberbia que caracteriza al jefe del ejecutivo, incapaz de reconocer la desastrosa gestión de una legislatura deplorable, con una división patética entre los miembros del gobierno y una incapacidad cada día más galopante para sacar adelante los proyectos de ley, teniendo que recurrir a la nefasta costumbre de los secretos, algo de poco recibo en una democracia que se precie de serlo.

Es por todo ello, que ha puesto en marcha la siniestra maquinaria de un gabinete de imagen que desarrolle una agresiva campaña que desmonte las negativas perspectivas que se le presentan, que obstinadamente niega, pero que no ignora, que le resultan insoportables, y que no está dispuesto a aceptar, utilizando cuantos recursos están a su alcance, que son muchos y de toda índole, y que dada su absoluta y total falta de escrúpulos, no dudará en utilizar.

Parece ser que ha desestimado recurrir a un nuevo y absurdo retiro monacal, que ya le supuso en Europa el título de showman, ante el espantoso ridículo que hizo con aquella irrisoria espantada, que a nadie engañó aquí, en nuestro país, impropias por completo de un presidente del gobierno de una democracia europea, que debería haber bastado para una dimisión más que justificada, que en cualquier caso, dado el perfil del personaje que nos ocupa, entra de lleno en el terreno de la ciencia ficción.

 Dado el hecho de que no tiene escrúpulo alguno a la hora de utilizar las instituciones en su beneficio, así como de desprestigiar acorralar y actuar de forma despectiva con el poder judicial y sus representantes los jueces, por lo que ha sufrido varios varapalos de la Unión Europea, así como de mantener en su puesto a un fiscal general que ofende y denigra a toda la judicatura, no tiene nada de extraño que dejando de lado la separación de poderes, sea capaz de llevar a cabo cualquier manejo de los mismos para lograr sus fines, que no son otros que mejorar su imagen mostrándose como el líder indiscutible que necesita este sufrido país y sus ciudadanos, que no merecen tanta afrenta y tanto desatino como muestra este  presidente.

Pues bien, ya tenemos plan para remontar los malos presagios que acucian al gobierno: conmemorar los cincuenta años de la muerte de Franco, algo que se nos había pasado de largo a la inmensa mayoría de los ciudadanos de este país, que no tienen ningún interés en rememorar aquellos tiempos, aunque ello no supone olvidar aquella época que no tiene nada de conmemorable, salvo para este presidente, que destaca además, que este evento destaca el hecho de que llevamos cincuenta años de paz – suena a ecos del pasado – y de libertad, como si el resto de los paises europeos estuvieron enfrascados en conflictos bélicos por recuperar su libertad.

Y para “celebrar” tal efemérides, ha dispuesto hasta cien actos conmemorativos invitando a los jóvenes a participar en semejante e irrisoria estupidez, cuando más le valdría que se preocupara por ellos - inmersos en un paro galopante, sin trabajo, sin vivienda y sin futuro – medida que está causando estupor a propios y extraños y que nos hace sentir nostalgia de aquel presidente del retiro monacal que nos divertía con sus lacrimosas cartas acerca de una penosa meditación sobre una dimisión que todos sabíamos no llevaría a cabo, como tampoco ahora llegará a ningún puerto con este kafkiano esperpento con el que espera ganar adeptos erigiéndose en protagonista absoluto de este circo  y mejorar así una imagen tan deteriorada que no tiene solución posible más que una dimisión, que conociéndolo, se nos antoja tan surrealista como el evento propuesto.


Un país desquiciado

 Observo con auténtica preocupación, cómo cada día que pasa, la polarización política y la crispación social van en progresivo e imparable aumento, creciendo hasta niveles inimaginables hasta ahora, fundamentalmente en el último año, con una perspectiva que nada positivo augura, dónde cualquier posición mantenida en cualquier sentido subjetivo y personal, acerca de cualquier tema, se interpreta de inmediato en clave política.

Traduciéndose a este nivel como un indudable posicionamiento a derecha  o izquierda – a sus extremos – colocando al sujeto en cuestión, en una inusitada situación de tal calibre, que se ve obligado a preguntarse qué está pasando para que lo encuadren en uno u otro bando, si sus preferencias a la hora de decidir su elección,  nada tienen que ver con la política ni contemplan en absoluto un determinante de ese cariz para llevar a cabo su libre elección.

Y así, si muestra su intención de ver un determinado programa televisivo, lo pueden tachar de facha, en oposición a su rival directo que es considerado como una opción progresista, en una absurda y ridícula acción que indica una pobreza mental y cultural aplastante, que puede extenderse a cualquier caso, en el que una persona decide llevar a cabo una elección en cualquiera de los órdenes de la vida, y es clasificado por ello, situándolo en uno u otro extremo sin haber mediado ninguna intencionalidad de índole político, aunque tuviera, como es lógico, pleno y libre derecho a ello.

La perplejidad es la primera reacción ante semejante desafuero, tamaño desatino, desolador y rechazable siempre, que se está llevando a extremos inimaginables como sucede hoy con determinados programas televisivos de contenidos absolutamente alejados de intencionalidad política alguna y que hoy se politizan, se contemplan como focos de la “blogosfera” más recalcitrante, por lo que cualquiera que los vea, en su afán de disfrutar de sus acostumbrados e inocuos contenidos, será tachado de inmediato de facha recalcitrante.

Resulta desalentador comprobar cómo estos hechos se van extendiendo a velocidad de vértigo, como si de una acción contagiosa se tratara, como si se hubiera institucionalizado una costumbre que resulta patética y ruin, que no responde a una lógica constatable,  sino a una desafortunada y vulgar moda, que no es patrimonio, como pudiera pensarse de una juventud, a veces poco reflexiva, sino que han caído en sus redes ciudadanos de una cierta edad, con una estable posición social que considera progresismo esta ridícula actitud.

Cuando en realidad se trata de tergiversar unos hechos que consideran vulgares y conservadores, cambiándolos por unos modos y formas de pensar, que piensan se corresponden con un progresismo moderno y audaz, manifestando que quien no piensa así se hace acreedor de encuadrarse en lo que denominan blogosfera, término utilizado incluso por el presidente del gobierno, culpable en gran parte, junto con sus leales, de esta negativa crispación polarizada en extremo, y con lo que pretenden de una manera despectiva, ofender y faltar el respeto  a quienes no consideran que puedan competir con ellos a nivel ideológico, cuando en realidad no son más que unos snob, aprendices de un progresismo que los descalifica como los adelantados demócratas que creen ser, y que están consiguiendo que la animadversión y el enfrentamiento creciente, se instale con una inusitada fuerza en un país, que es lo último que necesita, y que no ayuda en absoluto a lograr un necesario y saludable entendimiento entre sus ciudadanos.


jueves, 2 de enero de 2025

Un triunfalismo decadente

 Instalado en una autocomplacencia irreal, altiva y surrealista, como ya comienzan a calificar algunos sectores próximos de su partido, así como cada vez más votantes decepcionados con un ejecutivo enrocado en sí mismo, alejado de una realidad que se empeñan en negar a toda costa, el presidente del gobierno se empecina en mostrarnos un paradisíaco país inserto en un imparable  progreso en todos los órdenes, ofreciéndonos un panorama idílico del mismo, líder en la defensa de una democracia que sufre a consecuencia de sus continuos ataques y desafíos a la separación de poderes, como es el caso del acoso al continuo poder judicial y a los medios de comunicación entre otros.

La absoluta falta de respeto hacia el poder judicial, así como el insoportable acoso hacia sus responsables, los jueces, hacen de este gobierno, tan acostumbrado a ningunearlos y a faltarlos el respeto, objetivo permanente de una Europa que los ha llamado la atención en varias ocasiones, sin que hayan dado muestras de corregir tales desmanes, permitiéndose el lujo y la osadía de utilizar la abogacía del estado en los conflictos judiciales que afectan a su entorno.

Un ejecutivo que no duda en utilizar recursos como el decreto ley para sacar adelante lo que le niegan sus compañeros de viaje que lo tienen secuestrado, ante los que el jefe del ejecutivo se humilla constantemente, en una legislatura que se empeña en continuar pese a las continuas trabas a las que le someten, para lo que está dispuesto incluso a entrevistarse con  un prófugo de la justicia del que depende su estabilidad en el gobierno, en un acto que causa rechazo y vergüenza a propios y extraños.

Afirma sin pudor alguno que la economía del país progresa por encima del resto de los países europeos, con unas cifras macroeconómicas que desmienten absolutamente la situación de los ciudadanos de a pie, de la economía de bolsillo de quiénes contemplan cómo la cesta de la compra continúa en valores inalcanzables para un importante sector de la población que no puede entender cómo el presidente se manifiesta con un aire triunfalista que no responde a la realidad de la calle, ignorando la situación real de millones de personas que tienen serias dificultades para llegar a fin de mes.

Oculta deliberadamente datos que conoce y que no le interesa airear, como que un veinte por ciento de la población de este país se encuentra en una situación de pobreza severa, que el paro, con una tasa del doce por ciento, es el más alto de Europa, que en el caso de los jóvenes llega a valores insoportables, sin esperanzas de encontrar un trabajo que les permita independizarse y quizás soñar con una vivienda, aunque sea en un alquiler imposible, que les permita llevar a cabo una vida plena a la que tienen derecho, algo que hoy se les niega a quienes representan el futuro de un país, que contempla cómo muchos  de éstos jóvenes, con frecuencia magníficamente preparados, se ven obligados a emigrar ante las desoladoras perspectivas de un país que no se preocupa por ellos.

Un país que continúa considerando la investigación como un lujo, que desperdicia jóvenes talentos formados aquí, que tristemente han de salir a demostrarlo a otros países, en una desesperada y rechazable demostración de que los que han de inventar son ellos, que parece ha adoptado este ejecutivo tan soberbio y absurdamente triunfalista que, pese a todo, no engaña ya a nadie.

 Ni siquiera a muchos de los suyos, que no comprenden ese aire altivo y soberbio de un presidente del gobierno  envuelto en un halo de ridículo triunfalismo, rodeado de una corrupción galopante y de una defensa injustificable de un fiscal general que abochorna, ofende e indigna a toda la judicatura  del país, y a toda la ciudadanía, en una demostración más de no reconocer sus errores y mantenerse en el poder a toda costa.


Un gobierno a la deriva

 Jamás habíamos contemplado la patética imagen de un gobierno acorralado por imputaciones y corruptelas varias, y por ende, su presidente, que en su entorno más próximo, tanto personal como político, sufre un insoportable acoso judicial, que para un personaje como él, soberbio ambicioso y con una absoluta falta de escrúpulos, que lo convierten en un político nefasto para una democracia que exige dirigentes honrados, honestos y capaces.

 Características radicalmente opuestas a las que presenta el jefe de un ejecutivo que ha perdido decididamente los papeles al verse envuelto en una maraña de conflictos judiciales y políticos, a los que se enfrenta con insultos, improperios y una batería completa de descalificaciones, que no hace si no confirmar su extrema debilidad, que trata de disimular con declaraciones altisonantes en cuanto a su indefinida continuidad en el cargo, para lo que ya piensa en el próximo decenio.

Un presidente del gobierno que utiliza las instituciones, como es el caso de la fiscalía, con un fiscal general, imputado por el tribunal supremo, por revelar información confidencial de la pareja de su mayor contrincante político, la presidenta de la Comunidad de Madrid, un fiscal siniestro, enigmático y fiel esclavo de su amo, siempre dispuesto a satisfacer los deseos de su amo, en una demostración vergonzante que causa sonrojo e ira, incluso entre las filas del partido.

Sobre todo cuando el presidente lo defiende públicamente, sugiriendo incluso que debería pedírsele disculpas, cuando la inmensa mayoría de la institución judicial está pidiendo a gritos que se le cese de un cargo al que está ofendiendo indignamente cada día que continúa en la cúspide de tan alta institución jurídica, a la que con su denigrante actitud está dañando gravemente.

Una ejecutivo que se sirve de instituciones y medios oficiales para conseguir información privada de cualquier tipo de sus opositores, para arrojarla contra ellos, en una ceremonia de la confusión vil y demoledora, de una práctica antidemocrática que ofende e indigna al mismo tiempo, y que creíamos jamás íbamos a contemplar en un país europeo del siglo veintiuno.

 Y es que no hay nada más perverso, nada más ruin, nada más malvado que utilizar las riendas del poder para conseguir sus oscuros e indignos fines, que no son otros que retener el poder a toda costa, llevando a cabo la ignominiosa  compra de votos a cambio de concesiones y cesiones de todo tipo a los de siempre, creando insoportables discriminaciones entre los territorios que conforman nuestro país, y por ende entre sus ciudadanos, que concede inmunidad a cambio de votos a través de una perniciosa amnistía rechazada por la inmensa mayoría de unos ciudadanos a los que no se les ha dado ocasión de manifestar su voto al respecto, cuando de una decisión tan grave se trata y que tantos agravios comparativos ha ocasionado

La absoluta falta de respeto hacia el poder judicial, así como el insoportable acoso hacia sus responsables, los jueces, hacen de este gobierno, tan acostumbrado a ningunearlos y a faltarles el respeto, objetivo permanente de una Europa que les ha llamado la atención en varias ocasiones, sin que hayan dado muestras de corregir tales desmanes, permitiéndose el lujo y la osadía de utilizar la abogacía del estado en los conflictos judiciales que afectan a su entorno.

Un ejecutivo que no duda en utilizar recursos como el decreto ley para sacar adelante lo que le niegan sus compañeros de viaje que lo tienen secuestrado, ante los que el jefe del ejecutivo se humilla constantemente, en una legislatura que se empeña en continuar pese a las continuas trabas a las que le someten, para lo que está dispuesto incluso a entrevistarse, como ha declarado, con  un prófugo de la justicia que continúa manejando los hilos de un gobierno a la deriva que no nos merecemos.