viernes, 16 de febrero de 2007

Cantamañanas radiofónicos

La radio es para mí y ha sido desde siempre, el medio de comunicación más admirado y por supuesto más utilizado para estar al día de lo que pasa en el mundo. En casa, en el trabajo, siempre tengo un aparato de radio a mi lado. Es una excelente compañía. Como todo el mundo, tengo mis programas favoritos, y uno de ellos son las tertulias, las cuales afortunadamente abundan, tanto por la mañana como por la noche en la mayoría de las emisoras.
Hace poco tiempo, descubrí una que aunque ya sabía que existía, nunca me molesté en seguirla, pues dado el hecho de que conocía su orientación divina, sus diestras tendencias, y su eclesiástica propiedad, pues oiga, sin comentarios, el dial saltaba a la siguiente emisora.
Craso error el mío. No sabía lo que me perdía. Se la recomiendo encarecidamente si quieren comenzar la mañana con una amplia sonrisa, no exenta, eso sí, de vez en cuando, de una indignación contenida, pero sin llegar a mayores. Recuerden aquello de no ofende quien quiere, sino quién puede. Pues eso.
No sé si a estas alturas de la película habrán descifrado el enigma descubriendo a la sutil emisora de radio que hace despertar tantas sonrisas y rezos matutinos. Coopere usted, buen lector, esforzándose un poco y acabará por adivinar este complicado acertijo.
Les resumo. Jamás había oído a unos profesionales tan obsesionados con una idea única, que no es otra que la de insultar, criticar y vilipendiar de mil formas distintas al gobierno en el poder. Y lo hacen de la forma más burda, vulgar y ramplona que imaginarse puedan. Y así un día tras otro. Tema único.
Todos los días, Dios me perdone, la escucho durante unos minutos, hasta que acaban por agotar mi paciencia, que les aseguro es mucha, pese a que me hagan sonreír a fuerza de escuchar semejante desatino obsesivo.
A pesar de esta desafortunada experiencia, les recomiendo la radio como excelente medio de comunicación, donde hay unos inmejorables profesionales dignos de toda admiración. Yo, por supuesto, seguiré disfrutándola. Hay un enorme abanico de programas de todo tipo que merecen la pena, incluidas otras excelentes tertulias. No obstante, alguna que otra mañana, volveré a caer en la tentación y durante unos minutos descenderé a la sombría caverna radiofónica, donde quien sabe, a lo mejor al cabo de un determinado número de escuchas, consigo indulgencias plenarias. Amén.

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