viernes, 16 de febrero de 2007

El abrazo mortal

Alcobendas, como tantas otras ciudades con un considerable desarrollo industrial y comercial, paga un elevado precio que se traduce en una pérdida de calidad ambiental, que repercute negativamente en todos los aspectos de la vida del ciudadano.
Resulta sobrecogedor, la situación de estas ciudades, rodeadas por cinturones de autopistas, variantes, y vías de descongestión, aprisionadas en un abrazo asfixiante de asfalto, humo y ruido que encierra a sus ciudadanos en un círculo infernal en feroz lucha con un enemigo implacable que se ha hecho dueño de su espacio vital: el automóvil.
Este abrazo no se detiene en su imparable avance, sino que crece cada vez más, reduciendo al ciudadano a un mero objeto que actúa a la defensiva ante el tráfico rodado, hasta el extremo de que intentar acceder a pie, desde la ciudad a algunas zonas próximas periféricas próximas a la misma, resulta literalmente imposible.
Intenten, aunque no se lo recomiendo, acceder a pie a alguna de las zonas comerciales e industriales que existen en la salida hacia Madrid, o peor aún, en la carretera de Fuencarral. Es jugarse la vida.
Estas consideraciones y muchas otras que podríamos exponer, ponen de manifiesto la progresiva deshumanización de las ciudades, que unido a un desenfrenado, absurdo e inútil ritmo de vida que llevamos, parece justificar la tan manida aseveración de “El progreso es así y exige su pago”.
Pero, yo me pregunto: ¿Esto es progreso?.

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