viernes, 16 de febrero de 2007

Permítanme que disienta

Ante la Real boda que se avecina, no todos los españoles, aunque parezca mentira, estamos encantados con un acontecimiento que amenaza con acaparar por completo el interés nacional.
Permítanme por lo tanto que muestre mi disconformidad, no con el contenido, cada uno se casa con quien quiere, (aunque muchos acérrimos monárquicos, dirán que con quien debe), sino con la forma.
Los medios de comunicación, tanto oficiales como no oficiales, nos someten a diario y desde que se anunció el Real Compromiso, a un continuo, dulzón e insoportable aluvión de informaciones de todo tipo que rozan en ocasiones el ridículo más espantoso de puro zalamero que son.
Parece como si no hubiera más asuntos de que tratar en este País. Da la impresión de que la Real y tradicional discreción brillara en este caso por su ausencia, esforzándose en mostrar todo el lujo y boato del acontecimiento. Como si esto nos fuera a salir gratis.
Considero que a estas alturas del siglo XXI, la monarquía está un tanto obsoleta, que en este país hay muchos más antimonárquicos de los que figuran y que ya que damos poca guerra, al menos deberían ser más discretos y comedidos.
Yo no me puede creer, como quieren hacernos ver, que el pueblo español está encantado con esta boda, aunque la pareja de jubilados a los que entrevistan de vez en cuando, hablen de lo contentos que están con esta unión, lo guapos que son los novios y lo enamorados que se les ve.
Me parece increíble que no se oiga ni una sola voz crítica, (las hay pero no se publican), y es que al fin y al cabo, esta boda es un asunto de Estado y como tal, a mí, como ciudadano, me afecta y me irrita y por una sana actitud democrática me considero con derecho a disentir.

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