viernes, 16 de febrero de 2007

Carta abierta a Leticia

Querida Leticia:
No te imaginas la sorpresa que nos has dado a los muchos españoles/as, que hemos comprobado con estupor, como una periodista, es decir, una española de a pie, ha logrado escalar tan alto.
También con cierta envidia, por qué no confesarlo, aunque pensándolo bien, quizás seamos parte interesada y deberíamos alegrarnos por haber logrado contigo una representación en tan significado lugar.
Esperamos que no te olvides de tus representados, no solamente de los periodistas, que deben estar sumamente agradecidos por el juego que vas dar con la boda, aunque para el resto, me temo que estos meses que nos separan de tan magno acontecimiento, van a ser un suplicio mediático.
Una vez más se demuestra que la igualdad de oportunidades no existe, ya que nadie en este país podía llegar a pensar que una trabajadora pudiera llegar a reina, porque de haberlo sabido, seguro que habrías tenido competencia.
Los monárquicos, escandalizados ellos, aducen que una periodista no puede llegar a ser reina, que es romper la tradición, que se salta todos los esquemas trazados a través de la historia, y llegando más allá, en su airado atrevimiento, afirman que a altos privilegios, corresponden altas obligaciones. Pero esa es otra cuestión que además no va contigo.
Tú, Leticia, has sido, merced a los caprichos del destino, la elegida. Felicidades por ello. Serás adorada, envidiada y odiada. Has salido del pueblo y se supone que vas a representar al pueblo, y aunque muchos no aceptemos esta institución, hay que reconocer que vas a marcar un hito en la historia de la monarquía que quién sabe las consecuencias que pueda tener en el futuro.
Espero que no te llamen la reina proletaria o sandeces por el estilo que no son sino frases hechas que no pueden ilustrar semejante incompatibilidad.
Me atrevo a pedirte, que de vez en cuando nos cuentes algún chascarrillo o chisme de los que transcurran a diario por aquellos selectos lares. Tú, como periodista, sabrás reflejarlo perfectamente.
Suerte Leticia, perdón, Dña Leticia.

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