viernes, 16 de febrero de 2007

Querido maestro

Con el alma en una nube
Y el cuerpo como una lamento
Llega el problema del pueblo
Llega el maestro.
Así reza la canción sobre el maestro de escuela en tiempos que afortunadamente ya quedan muy lejanos en el tiempo.
El que vale, vale y el que no para maestro, se decía. Hoy, a lo sumo, la valoración más positiva es lo mucho que aguantan los maestros, o simplemente lo ven como el encargado de la guardería de niños mayores, o lo que es peor responden con la indiferencia.
En cualquier caso, la mayoría no valoran la importantísima función social y humana que desarrollan y más aún en los tiempos que corren en los que su labor se ve tremendamente complicada por los problemas de todo tipo que acucian a esta sociedad y que necesariamente se reflejan en los alumnos y por tanto en el aula.
Yo, usted, y muchos más, recordamos con cariño a aquel maestro de escuela, con la enciclopedia en la mano, a veces también, como no, con la vara en la otra, pero en general, bonachón y algo nostálgico que nos enseñó las primeras letras y nos introdujo con ello en el fascinante mundo del conocimiento.
Hoy, aquel maestro de escuela unitaria, continúa realizando la misma maravillosa labor en los modernos colegios pero con problemas cada vez mayores que deberían justificar la apertura de un debate nacional sobre la enseñanza en este país.
Ahora que se abre el curso escolar, quiero homenajear a todos los profesionales de la enseñanza, y en especial a los de los niveles más bajos que son los que más sufren el olvido y la desconsideración hacia una de las profesiones más maravillosas que existen.
Gracias por enseñarme a leer, a contar, a pensar.
Gracias, querido maestro.

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