viernes, 16 de febrero de 2007

Suplicio mediático-religioso

Llevamos una semana de un auténtico e insoportable viacrucis televisivo, periodístico y radiofónico, que primero fue de fastidio, luego de incredulidad y, ahora, pensando en lo que nos queda, de irritante y santa resignación.
Banderas a media asta, crespones negros por doquier, personajes públicos de todas clases, creencia y condición expresando sus condolencias a la Iglesia Católica por la muerte de Juan Pablo II.
Nunca jamás se había visto un despliegue semejante. Afirman algunos que porque en la muerte del anterior Papa no existían los medios de comunicación que existen hoy. No me vale.
Hasta los programas basura en los que los cantamañanas de turno exhiben sus payasadas, interrumpen su programación para contactar con el Vaticano.
El morbo llegó a límites insospechados, cuando los medios, que acechaban en la plaza de Vaticano, iniciaron sin interrupción una cuenta atrás de las horas de vida que le quedaban al Papa.
Claro está que para la patética e insoportable programación que soportamos, posiblemente nos estén haciendo un favor, piensas. Apagas y pones la radio que ésta sí merece la pena. Pero estamos en las mismas. Los locutores se nos han transformado en corresponsales del Vaticano.
Definitivamente, estamos rodeados, y lo peor es que nos queda todo el mes para aguantar el grandilocuente boato que preparan con auténtica delectación los papables, que por cierto, han de ser católicos, mayores de 18 años y, claro está, varones.
Una oportunidad genial de promoción en todo el mundo para la Iglesia Católica, tan necesitada ella en los tiempos que corren y una genial ocasión para los medios de comunicación que pueden llenar su programación sin dar palo al agua.

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